Capítulo 60:

Celia se sintió abrumada por este repentino beso, y su cuerpo no pudo evitar corresponder.

A Tyson le encantaba besarla, y le gustaba hacerlo cuando ella estaba más desprevenida. Siempre la arrastraba a las interminables olas de lujuria cuando no estaba preparada.

Pero ella no lo rechazó. De hecho, incluso le gustaba y lo disfrutaba.

Él la abrazó más y más fuerte. Sus labios estaban tan cerca el uno del otro que parecían haberse fundido en uno y, cuando vio el deseo que surgía en sus ojos, tragó con fuerza y la llevó a la habitación.

Los dos se abrazaron y se besaron con cariño, y la atmósfera amorosa siguió creciendo.

Pero, de repente, sonó el celular de Celia.

Ella se lo sacó del bolsillo para comprobar quién llamaba y, al ver que era Abbott, sus ojos se ensombrecieron.

«Tengo que atender esta llamada», le dijo a Tyson.

Corrió hacia el balcón y contestó a toda prisa. Al otro lado de la línea, Abbott espetó enseguida: «¿A dónde llevaste a mi madre? Lo creas o no, iré al juzgado y te demandaré».

Celia sabía lo desvergonzado que era, por lo que tampoco le mostró buen humor y contestó con frialdad: «No es tu problema».

Abbott ignoró por completo su indiferencia y volvió a clamar: «No puedes dejarme así.

Los acreedores volverán a venir, y si no les doy quinientos mil dólares, estoy muerto.

Cece, por el bien de mi madre, por favor, sálvame».

Pero Celia ni se inmutó, y negó al instante: «Solo puedo ayudar a Flavia, no a alguien como tú. No vuelvas a llamarme».

Sin embargo, Abbott insistió: «Eres un miembro de la Familia Kane. Quinientos mil dólares son nada para ustedes. ¿No puedes ir a casa y pedir dinero para ayudarme? ¿Cómo puedes ser tan sangre fría?».

«¿Soy de sangre fría?».

La muchacha quiso reírse, sintiendo que las palabras ajenas eran una ridiculez.

Después de todo, Flavia estaba hospitalizada, y necesitaba con urgencia quinientos mil dólares para su trasplante de riñón. Abbott era su hijo, pero ni siquiera contribuía a recaudar dinero y, en cambio, pedía dinero de forma tan descarada para pagar sus propias deudas.

Eso la molestó a sobremanera, tanto que temió que, si seguía hablando con él, rompería su teléfono contra la pared.

«Piensa lo que quieras, pero no me llames más».

Colgó sin miramientos.

Tyson se acercó con un vaso de agua.

“Bebe un poco», sugirió, le acercó el vaso a la boca y preguntó: «¿Quién era?».

Celia no quería que él se involucrara en este lío, ni que se preocupara por ella, así que le mintió.

“Era Alita, solo se quejaba de su trabajo».

El muchacho asintió, aparentemente sin sospechar. Le dio un vistazo y señaló: «No tienes buen aspecto. Parece que hoy tengo que cocinar algo bueno para ti».

La chica sonrió con amargura.

“Todavía tenemos que recaudar dinero para el tratamiento de Flavia. Cocinemos algo simple para ahorrar un poco de dinero».

«Bien, te haré caso y trataré de ser ahorrativo. Pero no puedo ahorrar dinero en la comida, no puedo hacerte sufrir de esa forma», comentó él con resignación.

Ella se apoyó en sus brazos y espetó: «Eres tan bueno conmigo».

«Es porque eres mi esposa. Ya que solo tengo una esposa, claro que te trataré bien».

Cada vez que Tyson decía palabras dulces, sus ojos siempre brillaban. Eran palabras sencillas, pero ella nunca se cansaba de oírlas.

Celia se puso de puntillas y le besó la mejilla izquierda.

Era evidente que a él le gustaba mucho. Tyson entonces la abrazó por la cintura y le devolvió el beso.

«Voy a cocinar. Todavía quedan algunas cosas en la nevera. Sé cómo prepararlas, así que no hace falta que me ayudes, descansa un rato».

Celia no encontró ninguna razón para negarse. Además, habían pasado muchas cosas y se sentía exhausta, por lo que asintió: «Está bien, cariño. Gracias».

Tyson se dio la vuelta y se dirigió a la cocina mientras ella volvía al dormitorio, pensando todavía en el alto coste de la operación de Flavia. Entonces, de repente, se le ocurrió una idea audaz.

Recordó el anillo de bodas de la Familia Shaw cuando se casaron y, tras dudar un rato, decidió buscar un lugar para empeñarlo.

No tenía otra opción. Después de la muerte de su madre, Flavia fue la única persona a la que consideró como familia, y no podía permitirse perderla, mucho menos si podía hacer algo para evitarlo.

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