Capítulo 55:

Flavia estuvo en el quirófano durante más de una hora.

Celia esperaba ansiosa en la puerta cuando el médico se acercó a ella y le dijo: «La condición de la paciente es estable ahora, y está fuera de peligro por el momento».

Entonces ella respiró aliviada. No obstante, se dio cuenta de que el médico estaba enojado.

Ella estaba a punto de preguntarle si había algo mal con Flavia cuando él cuestionó: «¿Eres familia de la paciente? ¿Por qué eres tan descuidada? La señora tiene uremia, y está en una etapa avanzada; ella debió haber sido enviada al hospital antes. ¿Por qué esperaste hasta ahora?».

Celia no podía creer lo que escuchaba, pues solo sabía del asma de la anciana, pero no sabía que también sufría de uremia.

De haberlo sabido, la habría llevado al hospital mucho antes, y de esa forma, tal vez no se le habría desarrollado hasta ese punto.

El médico continuó: «La etapa avanzada de la uremia es muy grave, y si la paciente no se somete a un trasplante de riñón, solo podrá depender de la diálisis renal. Sin embargo, tiene una edad avanzada y está débil. Si no se le hace un trasplante de riñón, no vivirá mucho tiempo. Debes estar mentalmente preparada».

Esforzándose por controlar sus emociones, Celia miró al médico y preguntó: «¿Cuánto cuesta un trasplante de riñón?».

Tras pensar por un momento, el doctor respondió: «Alrededor de quinientos mil. Pero además de eso, tendríamos que esperar por un riñón adecuado».

Mientras ellos hablaban, Flavia fue trasladada a la unidad de cuidados intensivos desde la sala de operaciones. El médico se adelantó para ver cómo estaba, y volteándose hacia Celia, le dijo con una cara fría: «Primero deberías pagar las facturas de hoy. Hablaremos del resto después».

Luego de agradecerle al doctor, ella fue a la caja con Tyson, cuya mano nunca dejó su hombro. Sin decir palabra, él solo la miró con cariño.

«No tengas miedo. Aquí estoy contigo».

A pesar del constante consuelo de su esposo, Celia seguía llorando.

Y es que no podía aceptar que Flavia sufriera de uremia y que ya estuviera en un estado avanzado.

Tan pronto como llegaron a la caja, Celia le entregó una tarjeta bancaria al miembro del personal, pero este se la devolvió después de deslizarla varias veces.

“Lo siento, el saldo es insuficiente».

Celia se sintió avergonzada y preocupada al mismo tiempo, pues ni siquiera podía permitirse pagar las facturas de ese día del hospital. ¿Cómo podría entonces recaudar dinero para el trasplante de riñón?

Al ver aquello, Tyson sacó su tarjeta y pagó.

Celia estaba muy agradecida, pero también sorprendida.

“¿No me diste tu tarjeta?

¿Cómo es que todavía tienes dinero?».

En ese punto, Tyson ya era bueno para decir mentiras, y sin dudarlo, inventó una historia.

“Estos son los gastos de manutención que me dio la Familia Shaw antes de echarme, y nunca los he usado. Al menos hoy son útiles».

Ya ella era bastante consciente de cuánto odiaba Tyson a la Familia Shaw, y le parecía razonable que no quisiera usar el dinero de esa gente.

No obstante, ahora él se tragaba su orgullo y lo usaba solo para ayudarla.

A pesar de lo conmovida que estaba, ella también se sentía culpable y angustiada.

«Trabajaré duro para poder pagarte esto».

Acariciándole suavemente la cabeza, él sonrió.

«Somos una pareja, así que no tienes que trazar una línea así entre nosotros».

Aunque el problema frente a ella en ese instante se había resuelto, Celia todavía estaba preocupada. Después de todo, quinientos mil no era una cantidad pequeña.

La verdad era que no sabía cómo hacer.

Al ver la preocupación en su rostro, Tyson la consoló: «No te preocupes. Encontraré una manera de recaudar dinero para el trasplante de riñón de Flavia».

Dado que Celia no quería depender de él para todo, sacudió la cabeza y dijo: «Tú ya trabajas muy duro para ganarte la vida y mantenernos, así que debería ser yo quien recaude dinero para esto».

Si bien no insistió, Tyson intentó convencerla de otra manera.

«¿Cómo vas a hacerlo?», consultó.

Como era de esperar, Celia se quedó en silencio y de pronto se ahogó en sollozos.

«Yo… Todavía no lo sé».

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