Capítulo 54:

Celia levantó la cabeza a toda prisa, y no esperaba ver a Tyson con su máscara, pero su presencia la llenó de inmediato de esperanza.

Al abrir de una patada la puerta de la casa de Flavia, también pateó la última línea de defensa en el corazón de su esposa.

«Cece, ¡¿Estás bien?!».

Él se enfureció ni bien vio la mirada desesperada en ella, y enseguida pateó a Abbott al suelo y lo levantó como una marioneta. Su poderoso puño aterrizó en la cara de este, poniéndole un morado en el ojo y torciéndole la mandíbula.

La ira lo hizo olvidar por completo que a los ojos de Celia, él solo era un joven enfermizo y pobre. Y es que todo lo que quería hacer ahora era golpear al hombre que intentaba hacer daños a su mujer.

Abbott estaba asustado por lo imponente que era Tyson, y a pesar de que trató de defenderse, descubrió que no era rival para el recién llegado. Mientras era golpeado en el suelo, gritaba como loco.

«¡Hijo de p%ta! ¿Quién diablos eres tú? ¡¿Cómo te atreves a pegarme?! ¿Acaso no sabes que yo…?».

Antes de que pudiera terminar sus palabras, sus dientes frontales fueron derribados y cayó boca abajo.

Tyson sintió que aquello no era suficiente para desahogar su ira, por lo que lo volvió a patear con tanta fuerza que lo lanzó a varios metros de distancia.

Abbott se golpeó contra la puerta y sintió que sus huesos se rompían. A pesar de que luchó durante mucho tiempo, no pudo levantarse.

La escena frente a Celia la aturdió, pues no entendía cómo un hombre débil como Tyson podía ser tan fuerte.

Abbott era un tipo de la calle, y meterse en peleas era algo común para él, pero aun así, no tuvo ventaja en la batalla con este hombre.

¿Cómo pudo Tyson derrotar de esa manera a un peleador con tal experiencia como él?

Poniéndose de pie, Celia se tambaleó hacia su esposo, y estaba temblando por todas partes. Cuando estaba a punto de preguntarle cómo estaba, de repente él la abrazó.

«Cece, ¿Cómo te sientes?».

Ella no sabía si solo estaba alucinando, pero sintió que la voz de Tyson de alguna manera temblaba, y mientras la abrazaba con fuerza, le expresó su preocupación con cada centímetro de su cuerpo. Él le tocó la cara con un cuidado incomparable como si estuviera tocando un tesoro invaluable, luego le levantó el rostro, y la temperatura de las yemas de sus dedos le envió calidez al corazón de la mujer.

Ella quedó simplemente atónita. Al ver su extrema consternación por ella, sacudió la cabeza y dijo: «Estoy bien».

Entonces él pudo respirar aliviado, y enseguida preguntó: «¿Qué pasó?».

Tras un suspiro, ella dijo: «Te explicaré todo más tarde. Veamos primero a Flavia; creo que se desmayó».

Sin más, se apresuró a chequear a la anciana.

Esta efectivamente se había desmayado. Celia la llamó por su nombre varias veces, pero no obtuvo respuesta.

Con calma, Tyson llamó a emergencias y esperó a la ambulancia en la puerta.

Para ese punto, Abbott se había recuperado un poco, y luchando por ponerse de pie con la ayuda de la puerta, gritó: «¡No se vayan! A ver si te atreves a pelear conmigo otra vez».

Incluso intentó agarrar la mano de Celia, pero Tyson lo apartó de nuevo.

Esta vez Abbott no pudo levantarse, y cayendo al suelo, jadeó por aire mientras usaba todas las palabras sucias que había aprendido toda su vida.

Ignorándolo, Tyson sacó a Flavia de la casa con Celia.

La ambulancia llegó pronto, y la pareja subió para acompañar a Flavia.

De camino al hospital, Celia nunca soltó la mano de la anciana, y su hermoso rostro estaba lleno de ansiedad mientras sus ojos se aguaban.

Tyson se le acercó y pasó su brazo por alrededor de los hombros de su esposa a modo de consuelo, tratando de calmarla.

«Flavia era mi niñera, y siempre ha sido buena conmigo. No puedo perderla», murmuró mientras temblaba incontrolablemente. La verdad era que tenía miedo de volver a perder a alguien importante para ella.

Tan pronto como llegaron al hospital, el médico de inmediato revisó a Flavia. Luego le pidió a una enfermera que la trasladara a la sala de operaciones.

«El estado de la paciente no es bueno; debemos realizar una cirugía ahora mismo.

¿Quién es familiar de ella? Por favor, firme aquí».

Celia firmó el formulario de consentimiento, y apenas vio que empujaban a la anciana al quirófano, se derrumbó en los brazos de Tyson y se echó a llorar.

Abrazándola con fuerza, él se sintió muy mal por ella.

Esa fue la primera vez que vio el lado frágil de Celia.

En ese momento se juró a sí mismo que la cuidaría bien y que nunca dejaría que algo así le pasara otra vez.

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