La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 56
Capítulo 56:
Tyson apretó su agarre en su hombro.
«Soy tu esposo. Pase lo que pase, debo afrontarlo contigo. Nunca estarás sola. Como tu esposo, yo te ayudaré; así que, por favor, déjame hacer algo para ti».
A Celia le conmovieron profundamente sus palabras, porque nadie había estado tan decidido a apoyarla en todo.
Sin embargo, a pesar de ese sentimiento, estaba decidida a hacer esto por sí misma.
“Tyson, sé que quieres ayudarme, pero tengo que resolver esto por mi cuenta. No quiero ser una carga para ti, aunque sé que no te importaría si así fuera. No quiero que te ocupes de todo por mí, necesito ser capaz de cuidarme por mi cuenta también».
Ante su determinación, el chico tuvo que admitir la derrota. Si ella de verdad quería resolver esto por sí misma, lo mejor que podía hacer era estar de acuerdo con su deseo.
“Está bien, puedes hacerlo a tu manera. No te preocupes, al final todo saldrá bien».
Tras esa conversación, la muchacha se tranquilizó, y fueron juntos a la unidad de cuidados intensivos para ver a Flavia.
Ella acababa de despertar cuando entraron en su sala. Celia jadeó con suavidad, corrió en su dirección y la abrazó, separándose después de un buen rato. Flavia sonrió e intentó acariciar la mejilla ajena, pero no tenía fuerzas para hacerlo. Dejando caer la mano en señal de derrota, suspiró impotente.
Cuando vio el entorno, descubrió que se encontraba en un cuarto de hospital, por lo que, fijándose en Celia, le preguntó con el cejo fruncido: «¿Por qué estoy en el hospital?».
La otra le explicó todo brevemente. Flavia preguntó: «¿Dónde está ese desgraciado de Abbott?».
La ira en su tono sorprendió a la muchacha, quien miró a su esposo antes de volver a Flavia con una mueca de disculpa.
“Mi esposo golpeó a Abbott… Quedó herido de gravedad y por eso no vino con nosotros. Lo lamento mucho, Flavia».
La paciente tosió y desestimó su disculpa.
“No, no. ¡Es Abbott quien debería disculparse! Tu esposo hizo lo correcto, ese b$stardo necesitaba una buena paliza».
Al oír aquello, Celia se sintió aliviada, y decidió presentarle a su esposo a la dama.
«Este es mi esposo, Tyson Shaw».
Gracias a la máscara que usaba el chico, Flavia no tenía ni idea de su aspecto, pero le satisfizo ver que aquel misterioso hombre no podía apartar los ojos de Celia.
“Qué bien. Me alegro por ti, Celia. Espero que los dos tengan una feliz y buena vida juntos».
La fácil aceptación de Flavia de su marido hizo sonreír a Celia. Pero enseguida recordó algo importante, y esa sonrisa desapareció. En tono sombrío, volvió a fijarse en la enferma, y le preguntó en voz baja: «¿Sabes que padeces uremia?».
Flavia permaneció en silencio durante un rato, antes de responder con voz cansada: «Sí, lo sé. Pero no tengo dinero para pagar un trasplante, por eso he preferido quedarme en casa. De todos modos, ya he vivido bastante».
Su respuesta preocupó mucho a Celia.
“¿Por qué no me lo dijiste? ¡Puedo ayudarte!», clamó.
Incapaz de controlarse, Flavia rompió en llanto.
“Cece, sé que ya tienes bastante con lo tuyo. No quiero ser una carga y hacer tu vida aún más difícil de lo que ya es».
«¡No eres una carga!», replicó Celia con voz cortante y los ojos como platos por la preocupación, «A mis ojos, eres mi madre. Y una madre jamás será una carga para su hija».
Sorprendida, Flavia levantó la cabeza y se la quedó viendo para, de nuevo, estallar en lágrimas.
“Cece, lo siento mucho…», musitó entre sollozos.
«Flavia, no te preocupes, conseguiré el dinero suficiente para tu operación», aseguró la muchacha y la abrazó con fuerza.
Tyson sacó un pañuelo y secó las lágrimas del rostro de su esposa con cuidado.
«Tengo formas de solucionar esto, así que no te preocupes, Flavia».
Ella lo miró atónita. Era la primera vez que se veían y, sin embargo, él estaba dispuesto a ayudarla. Lágrimas de agradecimiento brotaron de sus ojos.
«Flavia, no te preocupes por nada. Te quedarás en el hospital, y vendré a verte a menudo. Debes llamarme si ocurre algo, y no tomes ninguna decisión precipitada por tu cuenta, ¿Sí?», dijo Celia con ansiedad. Temía que ella se preocupara por el costo y rechazara el tratamiento.
Tyson tocó a Celia en el hombro y anunció: «Contraté a una enfermera para Flavia.
Ella se encargará de su dieta y de ayudarla en sus actividades diarias».
A su esposa esto le sorprendió, pues habían estado juntos hasta ahora, entonces, ¿Cuándo tuvo Tyson el tiempo de contratar a una enfermera sin su conocimiento?
Lo apartó y preguntó: «¿Cuándo la contrataste? ¿De dónde sacaste el dinero?».
Le preocupaba que él hiciera algo que no quería para conseguir dinero para ella.
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