La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 37
Capítulo 37:
Al final, Tyson y Celia prepararon cada uno dos platos para la cena. Sin embargo, ella pensó que no sería bueno comer solo mariscos, así que también hizo una ensalada.
Mientras él se disponía a llevar los platos, ella se ofreció a encargarse de poner la mesa.
Cuando miró todo listo, emociones encontradas surgieron en su corazón, pues aunque no era buena cocinando, sintió que lo que había hecho ese día se veía presentable y tal vez sabría bien.
Sin embargo, los platos que Tyson preparó eran difíciles de describir, y la verdad era que no podía asegurar si sabrían bien o no.
Obviamente él también notó la diferencia entre sus preparaciones, por lo que con una expresión de incomodidad, dijo: «No he hecho mucho más que sándwiches, y esto puede no estar delicioso. Haré todo lo posible para aprender a cocinarlo bien la próxima vez».
Celia no pudo evitar reírse.
“No es de extrañar que el almuerzo que has preparado es tan diferente al sándwich de la mañana».
Luciendo triste, Tyson le agarró la mano.
“Lamento hacerte sufrir».
No obstante, ella negó con la cabeza enseguida dijo: «No, no lo haces. De hecho, soy muy feliz. Tu amor es precioso».
Pese a sus palabras, miró el plato extraño y agregó: «De todos modos, déjame cocinar a mí de ahora en adelante. Si quieres hacerlo en algún momento, primero puedes aprenderlo con calma, y una vez que seas bueno en eso, lo haces solo».
Tyson la miró con sus ojos llenos de consternación.
“Pero tienes que ir a trabajar. Te será muy difícil y agotador».
«Lo hago con toda la disposición y amor, así que no se me hará difícil».
No bien dijo eso, su rostro se puso rojo.
Si bien ella había experimentado enamorarse de otra persona antes de conocer a Tyson, nunca había dicho palabras tan dulces.
Al verla sonrojarse, él no pudo evitar bromear: «Cece, parece que ya te estás acostumbrando a ser mi esposa, ¿No es así?».
Ella estaba sorprendida y avergonzada al mismo tiempo, y tras aclararse la garganta, cambió de tema.
“Vamos a comer ya o se enfriará». Acariciándole la espalda, Tyson dejó de molestarla.
«Vamos a beber primero».
Dicho eso, abrió la caja de madera, y mientras sacaba el vino tinto del interior, frunció el ceño ligeramente.
Y es que no esperaba que Briar hubiera llevado la botella de vino que valía cientos de miles.
La Familia Kane debía poder permitirse ese tipo de vino, así que si Celia lo había bebido antes, ¿No corría él el riesgo de ponerse en evidencia? ¿Cómo podría explicárselo entonces?
Celia se quedó mirando la botella de vino en la mano de Tyson por un rato, y aunque no lo conocía, parecía caro.
“¿Qué marca de vino es esa? No recuerdo haberla visto antes. ¿Es caro?».
Al escuchar eso, Tyson se sintió aliviado y mintió con confianza.
“No lo sé. Estaba en oferta, y como era muy barato, lo compré. Solo quiero desearte buena suerte en tu entrevista, así que primero brindemos. Después de que pases la entrevista, compraré una botella de un buen vino para que lo celebremos».
Celia no pudo evitar quejarse interiormente: ‘Yo nunca veo ninguna oferta cuando voy al mercado, pero Tyson obtuvo descuentos en todas partes al ir solo a comprar ingredientes. ¿Mi suerte es mala o la suya es muy buena?’.
Aun así, ella estaba feliz porque el que eso hubiese sucedido significó que ahorraron algo de dinero.
«Bueno, eres un hombre ahorrativo», comentó ella a modo de felicitación.
En ese momento notó que Tyson era mucho más hábil abriendo el vino que cocinando mariscos, y pensó que debía beber a menudo.
Ella no era bebedora, así que quería que él le enseñara las normas de etiqueta para beber vino.
Mirándola impotente, él dijo con cariño: «Cece, ya te he dicho muchas veces que no tienes que prestar atención a esas tontas etiquetas frente a mí. No les prestes atención a esas cosas sin importancia, ¿Sí?».
Ella se sintió un poco avergonzada, pero cuando estaba a punto de explicar, Tyson sonrió con coquetería.
«Si sigues preocupándote por eso, voy a tener que regañarte cada vez».
«Oye… Está bien, lo intentaré», respondió ella con un movimiento de cabeza y sonrió dulcemente.
Luego tomó un sorbo del vino. Sabía agrio al principio, pero luego se volvió dulce, al igual que su matrimonio.
Sorprendida por tan maravilloso sabor, cuestionó: «¿Cuánto cuesta este vino?».
Como si nada, él respondió «Quinientos cincuenta y nueve».
Simplemente eliminó los tres ceros del final del precio, y trató de convencerse de que omitirlos no era mentira.
Los ojos de Celia se iluminaron.
“¡Vaya, sí que fue una buena oferta! Pensé que costaba miles al menos».
Ella estaba feliz y Tyson también. Con una sonrisa cariñosa, él dijo: «Qué bueno que te guste».
Como sintió que era el momento oportuno, tomó la iniciativa de levantar su copa, se acercó a su esposa e inclinarse.
Aunque se aferraba a ella, mantuvo una postura apropiada, y luego dijo en un tono coqueto pero no frívolo: «Ya que no bebimos vino el día de la boda, hagámoslo ahora, ¿De acuerdo?».
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