La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 38
Capítulo 38:
Completamente inmersa en el ambiente romántico, Celia no pudo evitar sonrojarse.
Al ver el entusiasmo en los ojos oscuros de Tyson, lo rodeó con sus brazos.
Soltándole la mano, él vertió todo el vino de la copa de ella en la suya, y la hizo girar, permitiendo que los líquidos se mezclaran uniformemente. Luego volvió a verter la mitad en la copa de ella y se la colocó en la mano para que ambos tomaron un sorbo de sus respectivos vasos.
«Me tienes en tu corazón, y yo a ti en el mío».
Después de beber, Celia sintió que se estaba emborrachando por las palabras suaves y dulces de Tyson.
«¿Te gusta el vino, Cece?», le preguntó él en voz baja y tranquilizadora con la mirada enfocada en su rostro enrojecido.
Celia sintió su cálido aliento acariciar su piel y no pudo resistir el escalofrío.
“Sí, me gusta mucho».
Entonces Tyson se inclinó hacia ella, y sus labios rozaron suavemente su mejilla hasta que encontraron su oído.
“Hueles mejor que este vino o cualquier otro», le dijo con la voz llena de encanto y le sonrió con coquetería. Sintiendo su rostro y orejas arder, ella hundió la cara en el pecho de él, y acariciando la tela de su camisa, respiró el rico y masculino aroma de su piel.
Ella quería decirle que él también olía bien. En ese instante recordó por enésima vez el beso que habían compartido más temprano en el restaurante, y de repente tuvo el impulso de besarlo de nuevo.
No obstante, rápidamente sacudió eso de su cabeza.
¿En qué estaba pensando? ¿Por qué deseaba tan descaradamente arrojarse sobre Tyson?
Al darse cuenta de su reacción, él sostuvo ambos lados de su rostro, haciendo así que lo mirara a los ojos.
“¿En qué estás pensando, Cece? ¿Por qué te ruborizas?».
Nerviosa, ella rápidamente negó con la cabeza.
“Y-yo… No estaba pensando en nada. ¡Mi cara siempre se pone roja así cuando bebo alcohol!».
Él no pudo evitar pellizcarle la mejilla suavemente.
“Te ves muy linda cuando te sonrojas».
Tanto las mejillas como el cuello de Celia se tiñeron de un rojo más intenso, entonces enseguida le dijo que se diera prisa y siguiera comiendo.
Él obedecía todo lo que su esposa le pedía, pero sus ojos siempre estaban fijos en ella sin importar lo que estuviera haciendo.
Celia le devolvía la mirada, pero no notaba el tierno afecto en la de él, pues estaba fascinada por la forma elegante en la que él estaba probando su vino.
La verdad era que tenía mucha curiosidad por su verdadero rostro detrás de la máscara, pero desafortunadamente él se negaba a quitársela por ahora.
Sin embargo, ella creía que él le revelaría su cara algún día. También pensaba firmemente que sus sentimientos hacia él no cambiarían sin importar su apariencia.
«Eres muy buena cocinando, Cece. Esta comida es cien veces mejor que los platos de cualquier restaurante de estrellas Michelin», comentó con admiración el hombre, usando todos los elogios que se le ocurrieron para describir lo que estaba sintiendo.
Ella bajó la cabeza con timidez sin dejar de comer lo que él había preparado.
Si debía ser sincera, el sabor no era muy bueno, pero aun así quería comer.
Tyson la miró y al instante se sintió mal.
“Sé que no está nada delicioso. Puedes dejar de comer, Cece».
Tras negar con la cabeza, ella dio unos cuantos bocados más.
“Mi esposo hizo este plato con sus manos, y no puedo dejar que se desperdicie».
La réplica que estaba lista en la punta de la lengua de Tyson se quedó allí en su boca y se la tragó. Y es que él no esperaba que ella de repente lo llamara «esposo», así que sintió que su corazón saltaba de alegría. Inclinándose cerca de su oído con una sonrisa, él bromeó: «Por fin te referiste a mí como tu esposo, Cece».
Ella ni siquiera se había dado cuenta de eso hasta que él lo mencionó, y al instante se sonrojó. Ahora estaba tan avergonzada que no quería nada más que cavar un hoyo en el suelo y esconderse allí.
Ella solo lo había llamado así cuando lo presentaba a otras personas, pero ahora, por alguna razón, ese título salió de su boca con mucha naturalidad.
Tyson fingió no darse cuenta de su vergüenza y sus labios se curvaron en una sonrisa traviesa.
“Llámame así unas cuantas veces más, Cece. Me gustaría volver a escucharlo».
El asunto era que Celia estaba demasiado avergonzada como para decir una palabra, y en ese punto ya estaba roja como un tomate.
De todos modos, Tyson no tenía prisa, y agarrándole la mano, presionó un beso en la punta de sus dedos con su cálido aliento acariciando su piel.
“Cece, si no sabes decirlo, yo puedo enseñarte».
Entre lo acelerados que estaban sus latidos y el cosquilleo por todo su cuerpo, ella sintió que estaba a punto de desmayarse, pero no se atrevió a apartar la mirada de los labios de Tyson. De hecho, como si estuviera hipnotizada, lo miró fijamente durante un rato antes de abrir su boca temblorosa.
«Mi querido esposo…».
Por fin ella había reunido el coraje para decirlo una vez más, pero cuando estaba a media frase, los labios de Tyson de repente estaban sobre los de ella, tragándose el resto de su voz.
Él intercalaba suaves chupadas entre el labio inferior y superior de ella, y eso la hizo terminar de cerrar los ojos para dejarse llevar.
El aroma del vino y la fragancia varonil de Tyson la tenían más embriagada que el propio alcohol.
La lengua del hombre entró a su boca para acariciar la suya con loca pasión.
Era como si cada vez quisiera más y más de ella. Esa mujer era más adictiva que el mejor vino del mundo.
Tyson sintió que iba a enloquecer cuando escuchó un gem!do escapando de los labios de ella.
Y es que eso parecía causarle placer que nunca podría rechazar.
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