Capítulo 36:

El corazón de Tyson se aceleró, y tras besar suavemente la cabeza de Celia, dijo: «Cocinemos primero. No quiero que pierdas más peso».

Ella se enderezó tímidamente.

Tyson vertió todos los mariscos en el fregadero y abrió el grifo, pero más allá de eso, estaba bastante perdido, pues apenas cocinaba y sabía muy poco sobre la preparación de mariscos.

«Entonces sí hay algo en lo que no eres bueno».

Habiendo notado la vergüenza en su rostro, Celia sonrió y extendió la mano para agarrar el cepillo colgado en la pared.

“Permíteme hacerlo».

«No. Puedo conseguir en internet cómo preparar esto», dijo él en tono de disculpa.

«No. Tú quédate tranquilo y solo déjame hacerlo, ¿De acuerdo?», insistió ella al tiempo que le agarraba la mano que estaba a punto de sacar su celular.

“No te preocupes, soy buena en esto. Me encantaba comer pescados y mariscos, así que mi madre a menudo me llevaba a comer un lugar lujoso de mariscos. Luego aprendí a cocinarlos por mi cuenta. Es un poco engorroso, pero la comida es más fresca de esta manera».

Al pensar en su madre, ella no pudo evitar sentirse triste, pues siempre fue la niña de sus ojos.

Tyson de repente sintió que el estado de ánimo de Celia había cambiado, y se confundió un poco.

Hasta donde él sabía, Mabel era famosa por malcriar a su hija, y por eso tenía mala reputación en la clase alta.

Sin embargo, cuando Celia mencionó a su madre, ¿Por qué se vio tan triste?

Ella no notó la confusión en él, y solo trató de animarse mientras manejaba hábilmente los mariscos.

Tyson también se sacudió sus dudas y bromeó: «Dios es realmente justo, pues me dio desgracias, pero también me dio suerte al permitirme casarme con una buena esposa como tú».

No era la primera vez que ella escuchaba palabras tan dulces de él, pero cada vez reaccionaba con mucha timidez.

“No soy tan buena. Tengo muchas imperfecciones».

Con una sonrisa, Tyson dijo: «Pero aún no he encontrado una sola. Además, todo en ti te convierte en la mejor a mis ojos. Después de todo, la belleza está en el ojo del espectador. Tú debes sentir lo mismo por mí».

Celia se divirtió tanto con él que sintió cómo se disipaba su tristeza.

Luego de agarrar otro cepillo, Tyson agarró una langosta azul.

“Hagámoslo juntos, ¿Sí? Tú enséñame porque puedo equivocarme. Y tenme paciencia».

Con juvenil actitud, él tomó la iniciativa para asumir la tarea más difícil.

“Luego déjame cocer al vapor los cangrejos».

Con eso, se puso a trabajar.

Celia notó sus movimientos torpes y no pudo evitar preguntar con curiosidad: «¿Antes cocinabas a menudo?».

«No soy bueno en esto. Básicamente vivía de comida para llevar. Pero ahora que te tengo, aprenderé para poder prepararte cosas deliciosas. Debo cuidarte y consentirte», respondió Tyson.

Celia tuvo una sensación de hogar en su corazón, y sonriendo, dijo: «Así no aprendas a cocinar, no te dejaré volver a vivir de comida para llevar. Eso no es saludable».

Mirándose mutuamente, ambos sonrieron y llegaron tácitamente a un acuerdo para cocinar juntos.

Y aquello hizo que Celia sintiera que había regresado a la época en que su madre aún vivía.

Ellas dos solían pasar horas y horas en la cocina solo para terminar haciendo un montón de postres feos. No obstante, eran felices.

Ahora había una cálida y pacífica sonrisa en el rostro de Tyson, quien no paraba de decir en su corazón: ‘Cece, un día conocerás a mi verdadero yo’.

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