Capítulo 35:

De pronto Celia recordó que había muchas sobras que se habían llevado a casa al mediodía.

La verdad era que ella no podía soportar rechazar a Tyson, y al pensar en las docenas de cajas de comida en el refrigerador, dijo: «Será mejor que no cocinemos».

«¿Quieres que vayamos a algún lugar entonces? Te llevaré a un restaurante».

Celia se dio cuenta de que él había entendido mal, e inmediatamente lo detuvo.

«No, no me refería a eso. Trajimos muchas sobras del restaurante al mediodía, y todavía no he comido lo que cocinaste. Mejor calentemos algo. No necesitamos gastar dinero y energía en cocinar».

Fue solo entonces que Tyson entendió, y frunciendo el ceño, dijo: «Cece, ¿Cómo crees que puedo dejar que mi esposa coma sobras? Solo dime qué quieres comer, y yo te lo cocinaré».

Al ver su persistencia, Celia sonrió impotente.

“Si no quieres que coma sobras, ¿Por qué permitiste que me los trajera?».

Acercándose a ella, él la besó en la mejilla y dijo: «Porque tú quisiste hacerlo, y yo soy feliz mientras tú lo seas».

Él siempre era frío frente a otros, pero él la hacía sentir como si fuera la niña de sus ojos, y eso la volvía loca de amor.

Sin embargo, cuando pensó que se desperdiciarían tantos platos, no pudo evitar una mueca de desaprobación.

“¿Y qué pasará con esas sobras? ¿Las vamos a botar?

Eso sería un desperdicio, y yo no quiero hacer eso».

Ella se sentiría muy mal al pensar en los seres desafortunados que no tenían qué comer mientras ellos estarían botando comida que ni siquiera estaba dañada.

Tocándole suavemente el cabello, Tyson propuso: «Podemos usar las sobras para alimentar a los gatos y perros callejeros que están cerca».

Entonces los ojos de Celia se iluminaron.

“¡Qué inteligente eres!».

Pero al pensarlo mejor, no pudo evitar suspirar.

“¿No es demasiado extravagante alimentar a los animales callejeros con esa clase de comida?».

Acariciándole el rostro con dulzura, él le dijo: «No pienses demasiado, ¿Sí? Ahora voy a cocinar».

Como Celia no pudo disuadirlo de preparar la cena, se ofreció, «Déjame ayudarte».

«De acuerdo. Pero espérame aquí un momento; primero iré a comprar algunos ingredientes».

Ella tenía miedo de que comprara algo demasiado caro, así que se apresuró a decir: «Iré contigo».

No obstante, apenas ella dijo esto, él la sentó en la silla y le dijo: «Tú relájate y déjame todo a mí».

A ella no le quedó más remedio que verlo irse.

No bien Tyson bajó, llamó a Briar.

«Ve a la bodega, busca una botella de vino, y luego cómprame algunos ingredientes».

Al otro lado de la línea, Briar estaba confundido, pero solo podía aceptar la tarea.

«Señor, ¿Dónde…? ¿Dónde está?».

«En la casa que dejó mi madre. Envía las cosas aquí en media hora», dijo el hombre y colgó.

Briar llegó pronto, y Tyson agarró la bolsa de la compra y volvió arriba sin siquiera revisar los ingredientes. Sin embargo, sintió que la bolsa era pesada. Briar parecía haber comprado mucho.

Tan pronto como él abrió la puerta, Celia lo saludó con una sonrisa: «Volviste».

El corazón de Tyson se aceleró ante eso, y dejando las cosas sobre la mesa, alargó la otra mano para tocarle la cara.

“No podía esperar a volver y cocinar para mi esposa».

La sonrisa de Celia se volvió aún más dulce, y agarrándole el brazo, fue a la cocina con él. Ella ya quería abrir la bolsa y ver si él había aprendido a ser más ahorrativo, pero cuando vio la pila de cosas, quedó atónita.

«¿Mariscos?».

Tyson se inclinó, y al mirar dentro de la bolsa también, su expresión se congeló de inmediato.

Y es que Briar había comprado muchos mariscos caros.

Pero el precio nunca había sido un problema para él. El problema era que no sabía cómo cocinar.

Señalando el cangrejo real que todavía agitaba las pinzas, Celia preguntó: «¿Un cangrejo real?».

Mientras Tyson aún pensaba en la mejor excusa, ella ya había comenzado a revisar el resto del contenido de la bolsa.

«Ostras, langostas azules, cangrejos reales…».

Apenas iba por la mitad y ya su mandíbula casi le llegaba al suelo.

«¡Oh, por Dios! Estas cosas son demasiado caras».

Nada de eso parecía ser mucho más barato que la comida de primer nivel que habían almorzado.

Tyson sabía que no podía negar el hecho de que esas cosas eran caras, así que tuvo que inventar una excusa.

“En realidad no tanto, pues hay ofertas y descuentos en el mercado de mariscos hoy. Además, estoy dispuesto a pagar sin importar cuánto cueste hacerte comer bien».

Si bien Celia todavía dudaba, las palabras de su esposo la conmovieron, y se inclinó ligeramente contra él. Sonrojada, le dijo agradecida: «Eres muy bueno conmigo».

.

.

.

Consejo: Puedes usar las teclas de flecha izquierda y derecha del teclado para navegar entre capítulos.Toca el centro de la pantalla para mostrar las opciones de lectura.

Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.

Reportar