Capítulo 33:

«Soy Gwen Blakely», dijo la entrevistadora para presentarse.

«Su borrador de diseño me lo mostró el Señor Evans, y ha pasado por las manos de cada entrevistador hasta las mías. ¡Es usted un gran talento en el diseño! Llamé para preguntarle cuándo puede venir al Grupo Evans para una entrevista».

Celia se puso nerviosa en el acto, pero tan pronto como recuperó la compostura, dijo: «Hola. Estoy disponible en cualquier momento que le funcione mejor a usted».

«Bueno, entonces nos vemos en el edificio del Grupo Evans mañana por la mañana a las diez en punto. Pronto se le enviará una invitación formal a la entrevista; échele un vistazo. Nos vemos mañana».

Celia le contó a Alita sobre qué había sido la llamada telefónica después de agendar la entrevista. Ahora su amiga estaba más emocionada que ella.

“¡Esto es genial, cariño!».

Con eso, levantó su taza de café y la chocó de nuevo con la de ella.

“Te deseo la mejor de las suertes al comenzar tu carrera en esa empresa. ¡Te lo mereces!».

Celia sonrió mientras asentía.

“Voy a hacer mi mejor esfuerzo. Cuando ya tenga el trabajo, te invitaré a comer».

«¡Trato! El Grupo Evans es un gigante en tu ámbito».

De pronto Alita recordó algo después de tomar un sorbo de café y unos cuantos bocados de tiramisú, y girándose hacia Celia, le comentó: «Mi madre se encontró con Flavia mientras estaba de compras hace unos días, y me dijo que parecía enferma.

¿Qué le ocurrió? ¿Sería otra recaída?».

Ante eso, el rostro de Celia fue cubierto por una expresión de preocupación.

Y es que su madre había elegido a Flavia como su niñera cuando ella aún era miembro de la Familia Kane. La señora tenía asma, pero era honesta, cariñosa y siempre trató a Celia como si fuera su propia hija.

Mabel y Cerissa se unieron a la Familia Kane después de la muerte de su madre, cuando Celia no tuvo más remedio que irse. Flavia también fue despedida poco después, y vivía sola desde entonces.

Ella la visitada regularmente, e incluso la instó a mudarse con ella. Sin embargo, la anciana se negó porque temía ser una carga para ella, y Celia no tuvo más remedio que aumentar la frecuencia de sus visitas.

«Después de la entrevista de mañana, iré a verla».

Ella no quería pedirle a Tyson que la llevara de nuevo ese día.

Con pesar, Alita comentó: «Flavia está envejeciendo, y su hijo es un completo idiota, así que quién sabe qué sea de ella cuando sea mucho mayor».

Resueltamente, Celia replicó: «Flavia tiene todo mi apoyo. Cuando pienso en ella, recuerdo todo lo que ha hecho por mí. Esa mujer fue increíblemente buena conmigo».

Alita no pudo evitar maldecir: «Los Kane son unas serpientes malvadas. Quiero decir, ¡Despidieron a la pobre anciana y te obligaron a mudarte de tu casa!».

En un punto, notó que Celia veía por la ventana de vez en cuando, y riéndose disimuladamente, dijo: «No nos vemos muy a menudo, pero él logró seducirte hasta el alma cuando platicamos. Ya vete, no hagas esperar demasiado a tu leal esposo».

Celia se sonrojó, pero no negó nada, en cambio, sonrió y dijo: «Perdóname, ¿Sí? Hoy invito yo».

Acto seguido, fue a pagar mientras sostenía la mano de Alita, pero el cajero le informó que la cuenta ya estaba pagada.

La sorpresa se apoderó de los rostros de ambas. Entonces Celia preguntó: «¿Quién pagó?».

El empleado se quedó pensando unos segundos antes de responder: «Un hombre con una máscara. Tiene un aire de misterio».

Alita sonrió de oreja a oreja y dijo en broma: «Debo decir que tu esposo es amable y considerado contigo. Debes tratarlo como un tesoro, y no permitas que te lo vayan a quitar».

El corazón de Celia se sentía cálido, y en medio de las miradas de la gente allí, inclinó la cabeza, agarró la mano de su amiga de nuevo y se fue rápidamente.

Apoyado en el auto, Tyson la estaba esperando afuera, y lucía con una figura proporcionada bajo la brillante luz del sol. Para Celia, en ese instante él era la única persona allí pese a que la calle estaba llena de gente.

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