Capítulo 32:

Tyson se dirigió rápidamente a la cafetería donde Celia y Alita habían acordado reunirse.

Cuando llegaron, Alita acababa de salir de su auto y, tan pronto los vio, corrió hacia ellos con entusiasmo y abrazó a Celia.

«Oh, querida, te echo mucho de menos. Me estoy volviendo loca de no verte».

Celia estaba acostumbrada desde hacía tiempo al entusiasmo de la otra, pero, teniendo en cuenta la presencia de Tyson, le dio una palmadita en el hombro y le recordó con suavidad: «Alita, cálmate».

La chica notó la extrañeza de Celia de un vistazo, e hizo un puchero, fingiendo estar ofendida.

“Has cambiado, antes no eras así. ¿Cómo estás casada, ya no te preocupas por mí?».

Celia sabía lo que su amiga pensaba, así que se burló de ella adrede: «¿Crees que lo haría? Tú siempre has sido la máxima prioridad en mi corazón. Si no fuera por tu ayuda y compañía todos estos años, yo habría…».

Y antes de que pudiera decir algo más, Alita le tapó la boca.

«¡No lo digas! Es muy desagradable».

Celia y Alita eran tan íntimas que, cuanto más las miraba Tyson, más fruncía el cejo, y sus afilados ojos se llenaron de frialdad.

Alita sintió que algo le producía un escalofrío, y no pudo evitar estremecerse. Volteó con curiosidad, y se quedó sorprendida por la mirada de Tyson.

Celia dijo con prisas: «Alita, déjame presentarte a mi… esposo».

Se giró hacia el chico, y continuó: «Tyson, esta es mi mejor amiga, Alita Dawson».

Tyson y Alita se limitaron a saludarse. La muchacha tomó el brazo de Celia y susurró: «¿Cómo es que te casaste en unos pocos días?».

Celia rememoró lo sucedido en ese tiempo y, mirando a su esposo, contestó: «Alita, te lo explicaré más tarde, ¿Sí?».

«Puedes entrar al café y sentarte a charlar, yo esperaré en el auto», comentó el muchacho.

Ella no esperaba que fuera tan considerado, por lo que le sonrió y agradeció: «Gracias».

Tras decir eso, entró con su amiga al café y, tan pronto se sentaron, esta le preguntó: «¿Por qué tu esposo usa una máscara? Tiene un aura misteriosa, pero extraordinaria».

Celia no pudo evitar mirar por la ventana, y luego le explicó a la otra brevemente todo lo sucedido.

Alita captó el punto.

“¿Quieres decir que, para que la Familia Shaw invirtiera en el Grupo Kane, tu padre te engañó para que volvieras a casa y te drogó para sustituir a Cerissa en el matrimonio con Tyson, que fue expulsado de la Familia Shaw?».

La muchacha asintió en afirmación, pero no le dijo que Cerissa la había dr%gado, y que tuvo una aventura de una noche con un desconocido, porque no quería volver a hablar de ese incidente, ni que ese hombre afectara a su vida nunca más.

Alita se enojó tanto, que casi rompe la mesa, y espetó con ferocidad: «¿A Adrien le queda acaso algo de humanidad? ¿De verdad te sacrificó por el bien de su hija ilegítima? ¡¿Cómo se atreve?! ¡Son una manada de desgraciados! Se ven como seres humanos, pero son unos asquerosos».

Al ver que Alita estaba hecha una furia, ella la consoló enseguida y le explicó lo de su renuncia.

Esta vez, el rostro de su amiga se suavizó.

“Parece que tu esposo te trata bien, e incluso dejó que el Señor Evans te apoye».

«En realidad, fue una bendición que terminara casada con un buen hombre que me trata bien», dijo Celia con timidez, «No es rico, y tiene la cara desfigurada a causa de un accidente de automovilístico, pero es bueno conmigo, y eso es más que suficiente».

La otra le dio una palmadita en el hombro.

“Celia, cuídate mucho. Trabajemos juntas para vengarnos de los Kane en el futuro. Por cierto, tienes que recuperar el anillo de tu madre cuanto antes, no puedes dejar que esos malnacidos se apropien de él».

«No te preocupes. Volveré a la casa de los Kane en unos días para recuperarlo».

Alita tomó su taza de café y le hizo una señal a Celia para que chocara con la suya.

“Te deseo suerte».

La muchacha solo sonrió. Su mejor amiga cambió de tema y empezó a quejarse de su trabajo.

“Celia, la empresa me asignó ser asistente de una estrella femenina. No es popular, pero si muy problemática. Siento que es mejor ser un perro que la asistente de una estrella».

A Celia eso le hizo gracia.

“¿Por qué no cambias de carrera?», le preguntó.

Alita apoyó la barbilla en las manos y dijo: «Si de verdad me canso, renunciaré y me iré a casa a ser una ociosa. Por cierto, ¿Cuándo vas a ir al Grupo Evans para una entrevista?».

«Todavía no me han llamado».

Tan pronto como dijo eso, su celular comenzó a sonar y, al contestar, una suave voz femenina se escuchó desde el otro lado de la línea: «Hola, soy del departamento de recursos humanos del Grupo Evans».

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