La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 168
Capítulo 168:
«De nuevo, ¿Qué me importa a mí que no tengas dinero? Te di una oportunidad recién; dije que pagaría por el vestido, pero insististe en incriminar a Cece. No pienses que quiero perjudicarte. Si Cece hubiese sido quien lo echó a perder a propósito, también la habría hecho pagarlo.
Eileen, solo cosechas lo que siembras, así que tienes lo que te mereces. ¿Querías incriminar a Cece? Entonces sufre las consecuencias. Todo esto es tu culpa, así que no esperes que simpatice contigo», le dijo Brea a la mujer con indiferencia.
La chica no tuvo más remedio que aferrarse al último atisbo de esperanza. Tiró de Brea y gritó: «¡Brea, eres rica! ¡¿Por qué tienes que pedirme que pague por él?! Soy una simple y pobre mujer. Ochenta mil dólares son poco para ti, ¡Pero para mí es una cantidad enorme! He sido estilista por muchos años, pero nunca he tenido tanto dinero… mi familia es pobre, y yo soy la única que los mantiene, lo sabes bien… Brea, por favor, te lo ruego, perdóname. No me demandes, y no me hagas pagar por el vestido. Si no me demandas, haré lo que quieras por ti por el resto de mi vida, hablo en serio».
Sin embargo, Brea ni se inmutó, y la miró con frialdad.
«Estás soñando despierta», dijo con severidad.
“Ahora me ruegas que te perdone, pero antes no dudaste en difamar a Cece, actuando con arrogancia, acusándola de destruir el vestido».
Eileen se quedó callada por un buen rato, y luego dijo con voz lastimera: «Antes estaba ciega. Me preocupaba que Celia me robara el protagonismo, y que luego no me pusieras en una posición importante en el futuro. Solo hice esto porque temía perder tu confianza. Brea, por favor, no te enojes conmigo. Pase lo que pase, siempre estaré de tu lado».
«¡Ya basta! ¿Qué sentido tiene decirme todo eso ahora?».
Brea se sacudió la mano y espetó: «Pero ya no tienes que preocuparte por eso, porque no pienso volver a utilizar a una estilista tan rastrera como tú».
Lo que quería decir ya era evidente.
De repente, Eileen sintió que todo a su alrededor se volvía negro, y que estaba a punto de caer en pedazos. Se negaba a aceptar su destino y, cuanto más lloraba, más miserable se veía.
“Brea, te lo ruego… por favor, dame otra oportunidad. Sabes lo importante que es este trabajo para mí. Es mi pan de cada día. Si dejo el Grupo Semshy, no sobreviviré».
Pero, por mucho que suplicara, Brea no se ablandó.
«No soy filántropa, y no doy segundas oportunidades a gente incorregible como tú. Además, no volveré a trabajar contigo en el futuro; así que, o me pagas el vestido, o nos veremos en los tribunales».
Todos pudieron ver que Brea, que siempre había sido generosa, esta vez iba en serio, por lo que nadie se atrevió a ayudar a la otra en sus súplicas.
Además, Eileen siempre se consideró superior, y a menudo intimidaba a los demás, cosa que hacía que muchos de los estilistas quisieran que se fuera. Con eso en mente, ¿Cómo podrían interceder y suplicar que se quedara?
Sin importar cuánto llorara Eileen, Brea permanecía impasible, haciéndola darse cuenta de que nada cambiaría, y exasperándola tanto que corrió a Celia y la maldijo: «¡Eres una maldita! ¡Todo esto es tu culpa! Si no fuera por ti, no habría perdido mi trabajo, ni tendría que pagar el vestido. Te lo digo ahora, ¡No te dejaré tranquila! ¡Me las vas a pagar!».
Apretó los puños e hizo gestos amenazantes, tratando de descargar toda su ira sobre la muchacha.
Agitó sus afiladas uñas, queriendo arañarle la cara, pero, por fortuna, Celia se apresuró y la esquivó.
Como no tuvo éxito, la chica se enojó tanto que le dieron más ganas de pelear.
«¡Maldita seas, Celia! ¡Eres una z%rra! ¡Mereces morir!», gritó y corrió hacia ella.
¿Cómo podía Celia tolerarlo? Le agarró la muñeca a Eileen y la empujó al suelo.
«Te lo advierto. Si sigues atacándome, te enviaré personalmente a la cárcel. Ni siquiera te conozco, así que no dudes que lo haré».
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