Capítulo 150:

Después de conducir durante más de una hora, la pareja por fin llegó a casa.

Ya era bastante tarde en la noche.

Celia volvió a poner el anillo de bodas que le había dado la Familia Shaw en el joyero.

Entonces Tyson preguntó de repente: «Cece, ¿Cuándo descubriste que el anillo de bodas es falso?».

Ella se sorprendió por su pregunta, pero como tenía miedo de que él se preocupara, no le dijo que había ido a la casa de empeño. En cambio, inventó una excusa, «Lo usé para ir al trabajo la otra vez, y una de mis colegas que es experta en joyería dijo que era una falsificación».

Con un asentimiento, Tyson no hizo más preguntas.

“Bueno, ya que sabes eso, bótalo. De todos modos, viene de los Shaw y no tiene ningún valor».

El detalle era que Celia pensaba diferente.

“A pesar de que es falso y que vino de la Familia Shaw, este anillo es un testigo de nuestra boda, y no creo que debamos tirarlo a la basura. De hecho deberíamos guardarlo, mostrárselo a nuestros nietos cuando seamos viejos e inculcarles que no sean tan malos como los Shaw».

Tyson no pudo evitar reírse.

“De acuerdo. Si tú lo dices, te haré caso».

Tras darle una sonrisa, él le besó el rostro ligeramente cansado.

«Te ves agotada. Ve a darte una ducha y descansa».

Con eso, él sacó la pijama de Celia del armario y la llevó al baño.

Después de que ella se duchó y se alistó, él fue a revisar cuidadosamente las heridas en su cuerpo. Entonces le puso la compresa fría que había preparado.

«Ya es demasiado tarde, así que solo puedo aplicarte esto para ayudar a reducir la hinchazón. Pero te llevaré al hospital mañana por la mañana».

Ella se conmovió al escuchar la preocupación en él, y pese al día tan duro que había tenido, la hizo sentir muy bien.

«Quédate tranquilo. Son solo moretones, y estaré bien después de dormir. Además, no puedo tomar más días libres, así que tengo que ir a trabajar mañana».

Tyson no insistió, pero en secreto, decidió que de ahora en adelante llevaría y recogería a Celia en la entrada de la empresa aunque temía que alguien lo reconocía. Para evitarlo, trataría de no bajarse del auto. Después de todo, él estaba más preocupado por la seguridad de su esposa que por ser reconocido, y pensó que nunca debía permitir que algo como el secuestro volviera a suceder.

Bastó esa sola experiencia para que él casi perdiera el control y la cordura por completo, de modo que si llegase a pasar de nuevo, la verdad era que no sabía qué podría hacer.

Después de aplicarle la compresa fría en los moretones a Celia, él fue al baño a ducharse, y cuando salió del baño, ella ya estaba acostada en la cama esperándolo.

Obviamente tenía mucho sueño, pero trató de abrir bien los ojos y mirarlo.

“¿Listo?».

«Listo», respondió él para de inmediato subirse a la cama y abrazarla más fuerte que nunca.

«Tyson…», murmuró ella al tiempo que lo empujaba suavemente por el pecho.

«Afloja un poco. No… puedo respirar».

Soltándola enseguida, él bajó la cabeza y preguntó con cariño: «¿Te lastimé?».

Al ver su expresión de preocupación, ella no pudo evitar reírse.

“Estoy bien; no te preocupes. Lo de hoy no terminó en tragedia, el problema causado por Kiley también se resolvió, y a excepción de Flavia, casi nada me está agobiando ahora».

Entonces besó a Tyson en los labios.

“Contigo cerca, todos los problemas se pueden resolver fácilmente. En serio eres mi amuleto de la suerte».

«No soy tan bueno como dices», replicó él al tiempo que la estrechaba para besarla una y otra vez como si no quisiera dejarla ir nunca más.

«Mi carácter siempre ha sido muy malo y no tengo amigos. Es solo porque te conocí que me convertí en una persona normal. Tú me cambiaste, Cece. Entonces pase lo que pase, nunca te dejaré ir».

Ella estaba encantada con sus repentinas y dulces palabras, y sonrojada, se cubrió con la colcha.

«¿Por qué dices eso de repente? Me da vergüenza».

Sonriendo, él dijo: «Esta no es la primera vez que te digo cosas tan dulces. ¿Todavía no te acostumbras?».

Acto seguido, le quitó la colcha y le sostuvo la carita.

“Bueno, vamos a dormir. Es tarde, y tenemos trabajo mañana. Ya te diré más cosas dulces, así que tendrás que acostumbrarte tarde o temprano».

Celia se puso aún más roja, pero obedientemente enterró la cabeza en el cuello del hombre y cerró los ojos.

Él le acarició suavemente la espalda para ayudarla a que se durmiera.

Cuando ella por fin cayó en el sueño profundo, él se acercó a la mesita de noche para apagar la lámpara.

Una vez que lo hizo, estaba a punto de retirar la mano cuando la pantalla de su celular se iluminó.

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