Capítulo 146:

Celia no esperaba que Abbott quisiera el anillo en su dedo también.

Ella se había sentido aliviada por un segundo al pensar que el de bodas falso de la Familia Shaw podría satisfacerlo, pero no esperaba que fuera tan codicioso. ¡Qué tipo más avaro!

Retirando su mano a toda prisa, ella rápidamente pensó en una forma de distraerlo, así que le dijo con voz persuasiva: «Este no vale mucho porque en realidad es falso. De hecho lo llevo solo porque se ve como un auténtico. Si fuese real, preferiría tenerlo en casa como ese, pues no me atrevo a usar algo tan caro solo para presumir. De lo contrario, ¿No significaría buscar peligro?».

Ante eso, Abbott replicó con duda, «¿Estás diciendo la verdad?».

Con un rápido asentimiento, ella continuó: «Por supuesto. ¿Cómo me atrevería a usar el anillo real? ¿Y si alguien me lo robara?».

Como no le creyó del todo, él le advirtió con los ojos entrecerrados: «Cece, no me mientas».

Tras un suspiro, ella se quitó el anillo y se lo entregó.

“Si no me crees, revísalo».

La sospecha de Abbott se disipó un poco ante ese gesto, ya que ella se lo estaba dando tan fácilmente después de todo. Entonces observó la joya cuidadosamente y frunció el ceño.

“Nunca antes había visto diamantes rosas. Tal vez sea falso como dijiste».

Justo cuando Celia estaba a punto de suspirar de alivio para sus adentros, él preguntó: «Si es falso, ¿Por qué estabas tan empeñada en protegerlo antes?».

Su mirada emitía una luz fría y siniestra, lo cual destacaba particularmente en la oscuridad, y viéndola directamente a los ojos, trató de encontrar algún rastro de mentira.

Sin embargo, ella no dudó en explicar con calma: «Mi esposo me lo dio, así que tiene un significado especial para mí. No te lo di porque temía que descubrieras que es falso. Después de todo, tu madre también estaba allí en ese instante, y no quería que ella lo supiera. Por un lado, me sentía avergonzada, y por otro, tenía miedo de que ella se preocupara por mí y pensara que me quedaba sin dinero. Lo que menos quería era que se sintiera agobiada por las cosas que elegí hacer por ella, eso es todo».

Habiendo entendido, él asintió con una sonrisa.

“Aunque fuiste expulsada de la Familia Kane, parece que todavía te preocupas por tu orgullo».

«Bueno, supongo que no puedo negar mis orígenes».

Todo el tiempo que estuvo tratando con Abbott, Celia se la pasó orando en su corazón para que Tyson llegara rápido, pues esperaba que le diera a Abbott el anillo de bodas falso que le dio la Familia Shaw.

Encendiendo un cigarrillo, su secuestrador fumó ociosamente. Luego, como si recordara algo, la pateó de nuevo y preguntó: «¿De verdad tu esposo no tiene dinero? No quiero mucho. ¿Por qué un Shaw como él no tiene uno o dos millones?».

Reprimiendo la ira en su corazón, ella explicó pacientemente: «Mi esposo no está en los mejores términos con su familia, así que no le dan dinero. Solo le proporcionaron el anillo para su matrimonio».

Después de eso, le mostró una mirada lastimera y agregó: «Ese anillo de bodas es nuestra última y única propiedad. Mi esposo y yo habíamos decidido que nunca lo usaríamos a menos que estuviéramos desesperados, pero ahora…».

Ella no terminó la oración a propósito, y de pronto comenzó a actuar, llorando tristemente.

Celia era hermosa, y cuando lloraba, daba tanta lástima que verla podía arrancarle el corazón a casi cualquiera.

Ni siquiera un b$stardo grosero y repugnante como Abbott podía evitar sentirse mal por ella, de modo que apagó el cigarrillo, se inclinó y le secó las lágrimas con la manga.

Con un suspiro impotente, le dijo: «Cece, no me culpes. Es solo que no tengo otra opción. Los acreedores me tienen al borde de la locura, y voy a morir si no pago la deuda. Juro por Dios que si tuviera otras formas, no habría hecho algo como secuestrarte. Ya deja de llorar, ¿Sí? Una vez que tenga el anillo, me iré y ya no te pondré las cosas difíciles. Pero si sigues llorando así, me vas a romper el corazón».

Celia ya estaba disgustada al extremo por las acciones consoladoras de Abbott hacia ella, y al ver su mirada obscena, quiso vomitar en el acto, pero se contuvo.

Una vez que a un hombre como Abbott se le permitía algo, él parecía querer más, y arremangándose, volvió a estirar la mano para tratar de acariciarle el rostro.

No obstante, cuando ella quiso esquivarlo, él la agarró del cuello.

Entonces se quedó observando horrorizada cómo su sucia mano se acercaba a su rostro. Sin embargo, ¡La puerta de hierro del almacén se abrió repentinamente en ese instante con un fuerte golpe!

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