La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 145
Capítulo 145:
Tyson buscó a Celia sin descanso y estaba a punto de derrumbarse por la desesperación. Cuando estaba tan ansioso que sentía que no podía soportarlo más, de repente recibió una llamada suya, y estaba tan emocionado que temblaba de pies a cabeza.
Rápidamente atendió preguntándole enseguida dónde estaba y si estaba bien.
No obstante, el otro lado permaneció en silencio durante mucho tiempo.
Él estaba a punto de decir algo de nuevo cuando la voz de Celia se escuchó lentamente.
“Estoy en un pequeño problema en este instante, y necesito que hagas algo para salvarme. Sé que no tienes dinero a la mano, así que escúchame. Busca el joyero, saca de él el anillo de bodas que me dieron los Shaw, y tráelo aquí para que me pueda ir, ¿De acuerdo?».
Ante eso, Tyson en el acto se dio cuenta de que algo andaba mal, pues a pesar de que la voz de Celia fue baja, había ansiedad en su tono. ¿Por qué ella de repente le pedía tal cosa? Eso no era para nada algo que ella haría. ¿Podría ser que ella realmente hubiese sido secuestrada?
Poniéndose aún más ansioso, le comenzaron a temblar más las manos, y él apenas podía controlar sus emociones.
«Cece, ¿Dónde estás ahora? Voy para allá».
Ni bien él terminó sus palabras, la voz de un hombre de repente sonó desde el otro lado de la línea respondiendo a su pregunta en lugar de ella.
«Está en un almacén abandonado cerca del la casa número 58 de la Calle de la Paz.
Será mejor que vengas con el anillo lo antes posible porque mi paciencia es corta».
Tyson apretó los puños enseguida. Él no quería ni pensar en lo mucho que el secuestrador podría haber herido a Celia. Sin embargo, ahora solo pudo contener su ira y preguntarle con gran dificultad: «¿Quién demonios eres?».
El sujeto no ocultó su nombre cuando dijo con un tono burlón: «Mi nombre es Abbott, y te exijo el dinero del rescate, ¿Entendido? Si no puedes darme al menos un millón, recogerás el cuerpo de tu esposa al llegar aquí».
Después de decir eso, hizo una pausa, y de repente sonrió de nuevo.
“Pero antes de matarla, ¡Primero la haré disfrutar de una gran sesión de se%o conmigo!».
Tyson estaba tan enojado que rugió incontrolablemente y golpeó el poste a su lado.
Entonces Celia dijo a toda prisa: «Tyson, trae el anillo de bodas que te dieron los Shaw. ¡Solo así me dejará ir! Fui a una casa de empeño para evaluarlo, ¡Y descubrí que ese anillo vale mucho más que un millón!».
Ante eso, Abbott preguntó sorprendido: «¿En serio vale tanto?».
Aunque Tyson no podía entender por qué Celia seguía mencionando el anillo de bodas, le siguió la corriente.
«Debes saber que los Shaw son una familia de joyeros. Fue mi padre quien preparó ese anillo y el diamante en él es de la mejor calidad, de modo que si se subasta, el valor no será inferior a diez millones».
Al escuchar eso, Abbott se entusiasmó tanto que gritó de inmediato: «¡Lo quiero!
Tráemelo lo antes posible. Dejaré ir a tu esposa apenas me lo des, pero si no…».
Entonces Tyson lo interrumpió con ansiedad, «¡No te atrevas a lastimar a Cece!».
Abbott sonó muy impaciente cuando amenazó: «No pierdas el maldito tiempo diciendo tonterías. Date prisa y trae el anillo para que puedas llevártela. Si lo retrasas más, no sé si aún tendré paciencia para esperar».
Sin más, colgó.
Tyson condujo a casa para buscar el anillo mientras llamaba a Briar. Ni bien este le atendió, él le dijo dónde estaba Celia y le ordenó: «Elige algunos hombres que sean buenos para pelear y mándalos allí».
A juzgar por el tono de su jefe, el asistente se percató de lo urgente que era la situación y envió varios guardaespaldas privados corpulentos en un abrir y cerrar de ojos. Estos se dirigieron de inmediato al lugar que les dijo.
Por su parte, Abbott arrojó casualmente el celular de Celia al suelo, se sentó en la caja cercana con un resoplido y preguntó: «¿Tu anillo de bodas es de veras tan valioso? Te lo advierto, ¡Si te atreves a jugar trucos, lo pagarás!».
Celia fingió estremecerse antes de decir con voz temblorosa: «¿Cómo me atrevería a mentirte? No puedo permitirme jugar nada cuando mi vida está en tus manos. ¿Qué obtendría mintiéndote?».
Tras un resoplido, él la miró con desdén.
“Es bueno que lo sepas».
Luego la observó de arriba abajo y su mirada cayó sobre su dedo anular.
«El anillo en tu dedo tiene un diamante muy grande. Debe valer mucho dinero, ¿Verdad? ¡Dámelo! ¡Quiero ambos anillos!».
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