Capítulo 147:

La puerta del almacén se abrió de una patada, junto con la luz de la luna que de repente atravesó la oscuridad sofocante del almacén.

A continuación, Tyson irrumpió solo bajo la sombra de la luz de la luna.

La máscara que llevaba desprendía una sensación fría y escalofriante, y debajo de ella se encontraban unos ojos asesinos que podían hacer que la gente se estremeciera sin querer.

Al verlo, el corazón de Celia se aceleró con fuerza, y sus preocupaciones parecieron desaparecer al instante.

Lo llamó con voz ronca: «¡Cariño!».

Ver a Tyson la hizo emocionarse repentinamente, y las lágrimas corrieron por sus mejillas.

Siempre que se encontraba indefensa, él era el primero en aparecer a su lado.

¡Sin Tyson, ella no sabría cómo seguir viviendo!

«¡Cece, no tengas miedo!», consoló el muchacho con voz tranquilizadora. Se acercó con rapidez, pareciendo que estaba desesperado por llegar a ella.

Se encontraba demasiado ansioso en esos momentos, ¡No podría calmarse hasta tenerla entre sus brazos!

Sin embargo, Abbott se interpuso entre los dos e impidió que Tyson avanzara. Extendió la mano y dijo: «Entrega el anillo primero. No impediré que se reúnan después de tenerlo en mis manos».

Rechinando los dientes con rabia, Tyson sacó una caja de anillos del bolsillo de su traje y se la lanzó a Abbott, que lo atrapó con avidez y, ansioso, sacó el anillo para inspeccionarlo.

Pero él no era un profesional, así que no podía decir si era real o no, por lo que le dio un mordisco, como si pudiera identificarlo de esa forma.

El diamante era tan duro que casi le rompe los dientes. Se rio y dijo, extasiado: «¡Voy a ser rico! ¡Este diamante es enorme!».

Estaba demasiado inmerso en su codicia como para preocuparse de todo lo demás.

No reaccionó ni siquiera cuando fue empujado por Tyson, que corrió hacia Celia.

Él desató la cuerda que la ataba con rapidez y, una vez liberada, Celia no pudo controlarse, se arrojó a sus brazos y se abrazó a él con fuerza y gritó sin control.

En todo momento estuvo muy asustada ante la idea de no volver a verlo.

«No tengas miedo, Cece, ya estoy aquí. Estoy aquí para ti…».

Tyson siguió murmurando incoherencias para consolarla mientras comprobaba si estaba herida.

Se dio cuenta de que la ropa de su esposa estaba hecha un desastre, y de que tenía varias heridas en el cuerpo, y también claras marcas de una mano en la cara.

Al ver esto, le hirvió la sangre y ya no pudo controlar su ira. Apretó los puños y llamó a gritos a los guardaespaldas. Fue entonces cuando estos se abalanzaron sobre Abbott y lo sometieron.

Antes de que él pudiera reaccionar, varios sujetos grandes lo tomaron de las extremidades.

Incapaz de moverse, estaba tan furioso que miró a Tyson con fiereza y gritó: «¡¿Qué quieres decir con esto?!».

Tyson ayudó a Celia a levantarse y la dejó apoyada en sus brazos, protegiéndola fuertemente dentro de su abrazo. Sus ojos, cargados de fría ira, se dirigieron a Abbot como si quisiera despellejarlo vivo.

“¿Cómo te atreves a secuestrar a mi esposa y a lastimarla? ¿Crees que te dejaré ir así como así?».

Los ojos de Abbott se inyectaron en sangre cuando escupió: «Tyson, ¿Cómo te atreves a engañarme?».

Celia, que observaba la escena sin fuerzas, también estaba aturdida, pues no esperaba que a Tyson se le hubiera ocurrido un plan así en tan poco tiempo.

Mirando a los fuertes guardaespaldas, tiró en secreto de la manga de su esposo y preguntó con curiosidad en voz baja: «¿De dónde salieron estos tipos?».

Él dudó por un segundo, antes de decir una mentira impecable.

“Yo los contraté, pero no fue muy caro, así que no te preocupes».

Ella asintió en señal de comprensión y se los quedó viendo. Eran tan toscos y enormes que tuvo que respirar hondo, y se estremeció al pensar en cómo sufriría Abbott en sus manos. Sin embargo, no sintió ninguna pena al decir: «Los guardaespaldas que contrataste se ven muy fuertes».

Abbott fue presionado contra el suelo por varios de ellos. Uno miró a Tyson y le preguntó: «Señor, ¿Qué debemos hacer con este tipo?».

Él respondió con frialdad: «¿Tomaron fotos como evidencia?».

El guardaespaldas contestó: «Todo el procedimiento fue grabado en vídeo».

«Perfecto».

Tyson apartó con fuerza la mirada de Abbott. Temía no poder controlarse y matar él mismo a ese asqueroso b$stardo.

La ternura en sus ojos era evidente mientras miraba a Celia, pero su voz estaba llena de frialdad cuando ordenó: «Envíenlo a la estación de policía, denles las pruebas de su secuestro y chantaje, y dejen que la ley lo castigue».

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