La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 125
Capítulo 125:
Recordando lo que había sufrido en la casa de la Familia Kane, el semblante de Celia cambió por completo. No era nada fácil para ella olvidar todo el dolor que experimentó en ese lugar.
El asunto era que no podía decirle la verdad a Tyson, al menos por ahora. A raíz de ello, eligió sus palabras con cuidado.
“No es nada… me quemé con el café por accidente, así que no te preocupes».
Tyson sabía que estaba mintiendo porque había visto con sus propios ojos lo molesta que estaba Celia cuando salió de la casa de los Kane.
Por lo tanto, intuía que la chica debió haber sido intimidada de nuevo.
Él al principio había planeado encargarse del Grupo Kane poco a poco, pero ya no podía esperar más.
¡Iba a hacer que pagaran por todo lo que habían hecho a la pobre Celia!
No obstante, el chico contuvo su ira y fingió no saber nada.
“Oh, eres muy torpe. No debería dejarte salir sola, jaja», dijo, dándole un tierno beso en la frente antes de ir a la cocina a buscar algunos cubitos de hielo y un paño de cocina.
«Ten, ponte esto por unos minutos mientras voy a buscar un ungüento para quemaduras».
Poco después, le aplicó la crema suavemente sobre el área afectada, asegurándose de tener cuidado al hacerlo por el temor de lastimarla en el proceso.
Luego, inspeccionó las heridas que había sufrido cuando se cayó en el baño la última vez, y dejó escapar un suspiro de alivio cuando se dio cuenta de que se estaban curando.
«Qué bueno que tus viejas heridas están sanando bien. Solo necesitas descansar, cariño. Por favor, debes estar más atenta de ahora en adelante. Me romperá el corazón verte lastimada otra vez».
Con los ojos aguados, Celia lo miró sintiéndose profundamente conmovida por lo cariñoso que era Tyson.
Allí, acariciándole la cara, la chica pudo sentir las emociones que brotaban de él.
Observaba con detenimiento la parte del rostro de Tyson que no estaba escondida detrás de la máscara, y cuanto más miraba, más notaba lo guapo que era. De no haber sido por aquel accidente automovilístico que lo desfiguró, estaba segura de que habría sido mucho más guapo que Nolan, a quien Brea había declarado el hombre más hermoso del mundo.
Aun así, por alguna razón sentía que Tyson se parecía a la persona con la que tuvo esa aventura.
Y a pesar de que había verificado varias veces que no eran la misma persona, seguía sin poder evitar sentir eso.
¿Se trataba de una simple coincidencia?
A fin de cuentas, no sería tan descabellado.
Celia todavía estaba tan perdida en sus pensamientos que ni siquiera se dio cuenta de que Tyson había terminado de hacerle el tratamiento a su mano.
“Cece, estás en las nubes… ¿Todo bien?».
Volviendo en sí, ella le dedicó una dulce sonrisa.
“Sí… sí… lo siento, me quedé hipnotizada por tu hermoso rostro».
Presionando un dedo contra los labios de la mujer, él replicó: «Vaya, sí que sabes qué decir, ¿Eh?».
Con esto, levantó el edredón y le hizo señas para que se acostara.
«Quédate aquí tranquilita, ¿De acuerdo? Estás lesionada, así que tienes que descansar y cuidarte», soltó Tyson con gran preocupación, haciendo parecer que Celia tenía una lesión grave o algo así.
Impotente, ella lo reprendió con dulzura: «¡Deja la angustia! Esto no es tan grave. No sé por qué siempre me tratas como si fuera una muñeca de porcelana. No te preocupes, ¿Sí? No soy una mujer frágil».
De todos modos, él insistió y la obligó a acostarse, tratándola con la mayor delicadeza posible.
«Cariño, deberías aceptar que te mime así. No importa que tan fuerte seas, para mí sigues siendo una muñequita. Por ende voy a seguir cuidándote, ¡Y te juro que no permitiré que nadie te toque ni un pelo!».
Sacudiendo la cabeza con cariño, la dulce sonrisa de Celia nunca se desvaneció. Acto seguido, tiró de la manga del hombre para decir: «No voy a dormir a menos que te quedes conmigo».
«Está bien, volveré pronto», respondió Tyson, que después de ir a guardar el botiquín de primeros auxilios, regresó a la cama para abrazarla.
«¿Puedes dormir ahora?», le preguntó suavemente.
Aunque ella asintió, se retorció incómodamente en sus brazos.
Además, cada vez que sentía el toque de Tyson, recordaba lo que acababa de suceder y sus mejillas se sonrojaban de vergüenza.
«Cece, por favor, deja de moverte…», reclamó él, envolviéndola con más fuerza para evitar que se siguiera moviendo.
«¿Qué es eso…?», preguntó Celia confundida, arrepintiéndose de hablar tan pronto como las palabras salieron de su boca.
¡Había sentido algo duro justo en su trasero!
Sorprendida, se volteó por reflejo, y la repentina acción provocó que se raspara la herida. Al escuchar su gem!do de dolor, Tyson inmediatamente le revisó la mano.
«¿Te duele? ¡Déjame ver!».
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