La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 119
Capítulo 119:
«Eso es una pérdida de tiempo. Solo di aquí mismo lo que quieras decir».
Ante los ojos de Celia, Adrien había perdido toda credibilidad posible. Como él le había tendido una trampa anteriormente, ella no estaba dispuesta a cometer el mismo error una vez más. ¡Solo se expondría al peligro!
Aunque los ojos del hombre se abrieron por la sorpresa unos segundos, rápidamente recuperó la compostura y su actitud usual.
“¿De verdad vas a demandarme?», preguntó él mientras se hundía en el sofá.
Celia, con voz de hielo, respondió casi en un gruñido: «Eso es algo que quiero evitar hasta que sea absolutamente necesario. Los costos de los abogados, después de todo, son altísimos. Pero podrás darte cuenta de que no tengo otra opción».
Mabel, que fruncía el ceño a un lado, captó su mirada.
Al notar la ansiedad de Mabel, Adrien le dirigió una mirada rápida con la que le indicaba que dejara de provocar a Celia.
«Somos una familia, Cece. No tienes que hacernos la vida tan difícil», refutó él tratando de convencerla.
“A pesar de que hemos estado separados estos años, te crié durante más de una década. ¿No crees que deberías estar agradecida por eso?».
Dicho eso, la expresión de su rostro y los suspiros que exhalaba parecían indicar que Celia era una joven muy desagradecida.
Celia, por su parte, ya no quería soportar más esa actuación innecesaria y su paciencia había llegado al límite.
«Solo quiero el anillo de mi madre. Y, además, tengo otra cosa que discutir contigo».
Adrien se enfocó solo en la segunda parte de sus palabras. De inmediato, preguntó: «¿Qué pasa?».
Celia respondió en un tono neutro, que no era ni modesto ni arrogante: «Flavia está gravemente enferma y necesita un trasplante de riñón cuanto antes. Los gastos médicos son casi quinientos mil dólares. En estos momentos no tengo el dinero suficiente para costearlo, así que quisiera pedirte un préstamo».
Ella reflexionó durante unos segundos antes de agregar: «Puedes darme un recibo de préstamo y lo pagaré con intereses».
Mabel, al instante, intervino: «¿Medio millón de dólares? ¿Pero en qué estás pensando? Tú y tu esposo pobre no podrán pagar esa cantidad de dinero ni siquiera trabajando toda la vida. ¿Cómo pretendes devolver la deuda?».
Una luz de hielo cubrió los hermosos ojos almendrados de Celia al decir: «Estoy hablando con mi padre, será mejor que te calles».
Mabel, irritada, frunció el ceño todavía más: «¿Por qué eres tan engreída? ¿Por qué estás tan segura al pedir ayuda en esos términos?».
«Tuve que dejar la casa de la Familia Kane antes de mis dieciocho años por obligación. En todo este tiempo, no pagaron mis gastos de manutención, como correspondía. Por lo tanto, puedo presentar una apelación fácilmente. Además, puedo informar a los medios que el presidente del Grupo Kane abandonó a su hija y la verdad será revelada públicamente. Todos sabrán que su esposa fue anteriormente su amante y que su segunda hija era ilegítima».
Tras una pausa, Celia preguntó en tono amenazante: «¿No crees que esa noticia afectará significativamente el precio de las acciones de la compañía?».
La ira de Mabel era tan enorme que su rostro quedó pálido como un fantasma. Apretó los dientes enfurecida: «Sin duda has madurado. ¡Ahora tienes la audacia de amenazarnos!».
Celia, satisfecha, sonrió con sarcasmo y un poco de tristeza a la vez: «Solo debemos esperar y ver cómo ocurren las cosas. Tengo el tiempo y la energía suficientes para demandarlos».
Esas palabras provocaron en Adrien un fuerte dolor de cabeza. Cuando vio la leve sonrisa en el rostro de Celia y la profunda seguridad que emanaba, el hombre sintió un terror y una agitación increíbles.
«Ya veo que te importa muy poco el afecto y la lealtad familiar. ¡No eres más que una chica desagradecida!».
Cada vez que Adrien hacía mención de eso, Celia no podía evitar reír con ironía.
«¿De verdad eres capaz de manipularme reclamando lealtad familiar?», refutó Celia indignada.
Adrien, por supuesto, no tenía ninguna respuesta para contradecirla. Mabel, por otro lado, ya no quería continuar con esa conversación. Recogió la escoba del suelo y golpeó severamente a Celia con fuerza.
«¡Fuera de aquí! Si te atreves a demandarnos, ten la seguridad de que perderás todo».
A pesar de sus amenazas, Mabel no era rival. Totalmente descontrolada, la mujer la golpeó muchas veces hasta que Celia la lanzó contra el suelo.
Aun así, Mabel no se rindió. Llamó a los guardias de seguridad de la Familia Kane y señaló a Celia con un dedo tembloroso: «¡Échenla ahora mismo!».
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