Capítulo 118:

Adrien se sentía cada vez más avergonzado al escuchar las palabras de su hija, por lo que le dijo: «Cece, ¿No te parece que me estás poniendo las cosas difíciles? El anillo ya fue vendido, ¿Cómo podría recuperarlo tan pronto? Además, el Grupo Kane apenas acaba de volver a funcionar con normalidad, ¿De dónde sacaría el dinero para ir y comprarlo?».

Celia se burló al pensar en el nuevo bolso que Mabel exhibió ante ella hace un momento.

“¿Tienes dinero para regalarles bolsos caros a Mabel y Cerissa, pero no para rescatar el anillo de mi madre? ¿Crees que es justo lo que dices?».

Aunque aquello avergonzó y llenó de culpa al hombre, también se sintió ofendido por la actitud prepotente de Celia. Con rostro frío, levantó la voz y dijo: «El dinero es mío, así que puedo gastarlo como quiera. ¡No tienes derecho a decir nada sobre eso!».

La decepción hacia su padre creció en el corazón de Celia, pues nunca lo creyó tan sinvergüenza. La hizo sentir como si fuera un extraño para ella, y eso la llenó de asco.

«¿Aún recuerdas que fue mi madre la que trabajó duro contigo para construir el Grupo Kane? ¡Fue mi madre, Jenifer, no Mabel! ¡Mi madre sufrió las mismas penurias que tú!».

El nombre Jenifer fue como un detonante para Adrien, ya que sus ojos se abrieron de par en par. Su cara se puso roja, y gritó furioso: «¡No menciones a Jenifer delante de mí! ¡Me enfado aún más cuando la mencionas! ¿Crees que tu madre era una mujer buena y recta? No era más que una z%rra. ¡Ya tuve suficiente con que me engañara! ¡No vuelvas a recordármela!».

Estaba tan enojado, que el pecho le subía y bajaba a toda velocidad.

¿Cómo podía Celia soportar que su madre fuera insultada así por su propio padre?

Apretó los dientes y señaló con frialdad: «¡No manches la reputación de mi madre!

¿Tienes alguna prueba?».

«¡No tienes ni idea de la clase de persona que era tu madre!».

Mientras el hombre miraba el bonito rostro de Celia, que era casi la réplica exacta del de Jenifer, los recuerdos de ella pasaron por su mente.

La amaba y la odiaba, ¡Igual que lo que sentía por su hija!

Si Celia fuera su hija biológica, no odiaría a Jenifer tanto como lo hacía ahora, ni recordaría el insoportable pasado cada vez que viera su rostro. En su opinión, ¡La sola existencia de Celia era la evidencia de un pasado vergonzoso!

«De todos modos, aunque te diga la verdad, no lo entenderías». Adrien suspiró en tono ambiguo, y no dijo nada más.

Lo pasado, pasado está. Después de todo, Jenifer estaba muerta. Más le valía dejar que esos secretos se enterraran en el ataúd con ella y nunca fueran revelados.

Sin embargo, el extraño comportamiento y las palabras de su padre aturdieron a Celia. Ella creía que su amada madre nunca engañaría a su padre, pero entonces, ¿Por qué él dijo tal cosa? Le pidió que le mostrara evidencia, pero él solo respondió vagamente, como si no quisiera hablar del tema.

Su reacción la hizo sentir que algo estaba mal.

«¿Qué hacen? ¿Acaso se murieron todos?». Mirando a los atareados criados, Mabel gritó: «¡Deprisa, sáquenla de aquí!».

Los criados dejaron de lado lo que tenían en sus manos y estuvieron a punto de seguir la instrucción, pero como Adrien no dijo nada, tampoco se atrevieron a actuar de forma precipitada. Le miraron una y otra vez, esperando su aprobación. Al fin y al cabo, era él quien mandaba en la familia.

Ante la mirada agresiva de Mabel, Celia dijo: «Por cierto, el acuerdo que Mabel rompió no es más que una copia. El original sigue en mi poder, bien guardado. Si no me devuelves el anillo, te demandaré por el acuerdo. Ya que te retractaste de tus palabras, ¡No me culpes por contraatacar!».

El rostro de Mabel se tornó terrible, y señaló con rabia: «Te subestimé. P%rra, ¿Cómo te atreves a conspirar contra nosotros?».

«¡Bueno, aprendí la lección de ti!», exclamó la muchacha, y continuó con voz fría: «No sería tan cautelosa si no me hubieras tendido una trampa antes».

Al hablar parecía indiferente, pero, para sus adentros, se encontraba triste de algún modo.

¿Cómo es que las cosas entre ella y su familia llegaron al punto de tener que tomar precauciones y protegerse de su propio padre?

No obstante, no tenía otra opción. Después de todo, no podía confiar en este hombre, que la llevaba al límite una y otra vez.

«¡Sáquenla de aquí ahora mismo!», ordenó Mabel a los criados de nuevo, envuelta en furia.

Ellos temblaron de miedo y corrieron hacia Celia, pero, para sorpresa de todos, Adrien exclamó de la nada: «¡Alto!».

Ante las miradas sorprendidas de la multitud, se dirigió despacio a Celia y le dijo: «Cece, ven conmigo. Hablemos».

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