La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 112
Capítulo 112:
Aunque Tyson pensó que fue un poco repentino, no hizo ninguna pregunta y simplemente dijo: «Está bien, solo ten mucho cuidado y vuelve a casa temprano».
Celia miró la hora en su teléfono y descubrió que todavía no eran las cinco; era el momento perfecto para ir a la casa de la Familia Kane.
«Claro. Entonces saldré ahora mismo».
«¿Y en dónde vas a cenar? Puedo llevarte allí».
Celia respondió titubeando: «Está bien. Puedo ir allí yo misma. Tú estuviste trabajando todo el día, así que tienes que descansar. Es posible que Alita y yo solo hablemos de cosas de chicas, así que no es conveniente que estés allí».
La chica no quería que su esposo supiera que iba a volver a la casa de la Familia Kane para conseguir el anillo de su madre y pedir dinero prestado a su padre.
A decir verdad, tenía el presentimiento de que Tyson sospechaba de ella, pero afortunadamente Celia se salía con la suya cada vez que le mentía. No obstante, tarde o temprano tendría que revelarle la verdad; ella no quería pasar el resto de su vida con Tyson fingiendo que era Cerissa Kane.
El hombre sabía que había algo que tenía preocupada a su esposa, pero no lo señaló directamente, y en cambio, intentó sondearla de una manera distinta.
“Cece, ya pasaron varios días desde que nos casamos y nos fuimos a vivir juntos. ¿Tienes ganas de ir a visitar a tus padres?».
Celia respondió con frialdad: «No».
Tyson todavía sentía que algo andaba mal, así que preguntó con recelo: «¿Por qué no quieres visitarlos? ¿Pasó algo? ¿No echas de menos tu antiguo hogar?».
Celia no se dio cuenta de que su esposo la estaba poniendo a prueba. Conteniendo sus emociones, ella explicó: «Mi padre últimamente ha estado muy ocupado con los asuntos de la empresa, así que no quiero darle molestias. Iré a visitarlos otro día».
Tyson no preguntó más, pero comentó con un tono preocupado: «Procuren volver a casa lo antes posible después de cenar. Si puedes, envíame la ubicación e iré a recogerte. De esa manera podré estar más tranquilo».
«Lo consideraré más tarde», respondió Celia después de comer la fruta que él le puso en la boca. Luego, se cambió de ropa y dejó que su esposo la acompañara escaleras abajo.
Antes de subirse al taxi, la chica tomó la iniciativa de besarlo en la mejilla, y tal vez impulsada por la culpa, le dijo: «Cariño, espérame en casa. Volveré pronto».
«Está bien», Tyson accedió mientras abría la puerta y le ayudaba a abrochar el cinturón de seguridad. Luego, él le dijo al chófer: «Por favor, maneje despacio y con cuidado».
Cuando el auto arrancó, rápidamente memorizó el número de placa, fue al garaje y subió a su Volkswagen para seguir a su esposa en secreto; Tyson mantuvo una distancia prudente del vehícul donde viajaba la chica para que no se diera cuenta de que la estaba siguiendo.
Él tenía el presentimiento de que la razón por la que Celia salió fue porque estaba buscando una manera de obtener dinero para la operación de Flavia; esto era de entenderse, después de todo, esa era la mayor preocupación que la aquejaba actualmente.
Aun así, el hombre estaba preocupado y le interesaba descubrir qué método emplearía su esposa para conseguir los fondos.
Si bien era cierto que Celia podría considerarse una mujer muy inteligente, carecía de experiencia cuando se trataba de negociar con otras personas.
La chica estaba tan absorta pensando en cómo obtener el anillo que no se dio cuenta de que Tyson la venía siguiendo; tras indicarle al conductor que se detuviera frente a una pequeña residencia con una arquitectura al puro estilo occidental, ella pagó la tarifa y salió del auto. Una vez allí, Celia caminó hacia la entrada principal.
La puerta tenía una contraseña, pero dado que ella ya no vivía ahí, uno de los criados se encargaba de abrirle cada vez que regresaba. Sin embargo, en ese momento la chica estaba un poco ansiosa y de repente se le ocurrió ingresar la contraseña por sí misma para acceder a la residencia.
La madre de Celia fue quien creó la contraseña cuando aún estaba viva; los dígitos coincidían con la fecha en que nació su hija.
La chica presionó la secuencia de aquellos números tan familiares, pero la puerta no se abrió; ella no se dio por vencida y lo intentó varias veces, pero todos sus intentos fracasaron. Al final, Celia no tuvo más remedio que tocar el timbre mientras una sonrisa triste se dibujaba en su rostro.
Después de que Mabel se mudara a la residencia de la Familia Kane, hizo que reemplazaran a casi todos los criados anteriores. Aunque quedaron unos pocos, todos eran nadadores entre dos aguas y finalmente se convirtieron en peones de Mabel.
La criada que en ese momento fue hacia la puerta era una de ellos.
Cuando vio que se trataba de Celia, su rostro se llenó de desprecio y preguntó de manera tajante: «¿Qué hace usted aquí?».
«Necesito hablar con Adrien. Ya concerté una cita con él».
«Espere aquí. Lo confirmaré con el Sr. Kane», dijo la criada con evidente impaciencia.
Sin dejar pasar a Celia, la mujer se dio la vuelta y la dejó allí sola.
Como la criada volvió a cerrar la puerta, la chica tuvo que esperar. Después de un rato, y al ver que la mujer todavía no regresaba, Celia decidió intentar con otra contraseña; ella digitó los cumpleaños de Adrien y Mabel, pero ninguno funcionó. Luego, probó con el cumpleaños de Cerissa; fue allí cuando se oyó un clic y, acto seguido, la puerta se abrió.
Justo en ese momento, la criada iba llegando a la puerta lentamente. Cuando descubrió que la chica acababa de abrir la puerta por su propia cuenta, ella gritó: «¿Por qué abrió la puerta? ¿No pudo esperar a que yo volviera? La Señora Kane volverá a regañarme si se entera de esto».
Mirando la expresión de disgusto en el rostro de la criada, Celia finalmente se dio cuenta de que esta casa ya no tenía nada que ver con ella.
Sin embargo, a la chica no le importó en absoluto, ya que ahora tenía un nuevo hogar, uno que habían formado Tyson y ella.
«No soy tan paciente», le espetó Celia de mala gana mientras pasaba junto a la mujer y caminaba hacia la puerta de la sala. No obstante, justo cuando estaba a punto de ingresar, la criada la alcanzó y gritó: «¡Espere! Tome, use esto», la mujer le entregó un par de cubrezapatos y dijo: «Acaban de trapear el piso. No lo ensucie».
No solo el rostro de la criada, sino también su tono estaba lleno de desprecio.
Celia reprimió la ira que se estaba formando en su corazón, pero en lugar de tomar los cubrezapatos, simplemente preguntó con frialdad: «¿Dónde está Adrien?».
En cuanto terminó de pronunciar esas palabras, la chica escuchó unas carcajadas que provenían del piso de arriba; al alzar la cabeza, vio a Mabel y Cerissa bajando las escaleras juntas y tomadas de la mano.
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