La Novia Fugitiva y el Magnate Misterioso -
Capítulo 111
Capítulo 111:
Las caricias de sus lenguas alternadas con suaves y tiernas chupadas a los labios del otro duró un buen rato, de modo que el amor se sentía en el ambiente como si una nube de este los abrazara.
No obstante, eventualmente tuvieron que terminar el beso para poder tomar aire y recuperar la compostura. Sonrojándose, Celia cayó en los brazos de Tyson, y se abrazaron tan fuertemente que no había ni un milímetro de espacio entre ellos mientras disfrutaban del calor corporal del otro.
«No puedo resistirme si tomas la iniciativa», gruñó él en voz baja antes de capturar el lóbulo de la oreja de ella entre sus dientes.
Los ojos profundos que la miraban con adoración le robaron el aliento a Celia, y contrario a las palabras que su esposo le acababa de decir, la verdad era que ella era la que no podía resistirse a él.
A veces todo lo que necesitaba era una mirada o sus palabras para que ella se derritiera de amor por ese hombre; definitivamente quería entregarse a él por completo.
«Me equivoqué. En realidad no importa lo que hagas, no puedo resistirte». Dicho eso, él bajó la cabeza y la volvió a besar una y otra vez. Si bien esos fueron más ligeros, ella se conmovió y los respondió con dulzura.
Entre beso y beso, coquetearon un rato. De pronto una leve risa desde algún lugar detrás de Tyson los hizo separarse. No fue hasta ese momento que Celia cayó en cuenta de la gente que los rodeaba.
Resultaba que unas jovencitas los miraban audazmente, y poniéndose más roja que un tomate, Celia agarró la mano de Tyson y huyó del pasillo.
«Por un momento olvidé que estábamos en público. ¿Qué estoy haciendo?».
Su reacción divirtió mucho a Tyson, quien solo le acarició la mejilla antes de asentir lentamente.
“Está bien, no volveré a besarte en público; podemos hacerlo con más concentración cuando estamos en casa. ¿Qué opinas?».
Sentimientos en conflicto lucharon por dominar el corazón de Celia, pues se sentía tímida y enfadada a partes iguales. Dándole un codazo en el pecho al hombre, ella exigió bruscamente: «¿Por qué nunca puedes dejar de burlarte de mí?».
Agarrándole la mano, la hizo abrazarlo por la cintura.
“Siempre he hablado en serio desde que te conocí».
Ella reflexionó sobre sus palabras. Sin embargo, creía que Tyson parecía muy serio pero en realidad era bromista en privado.
«No quiero hablar más contigo», soltó ella con un delicado resoplido. Acto seguido, lo empujó por el pecho y se soltó de su abrazo antes de girarse y caminar hacia el estacionamiento subterráneo.
Tyson la siguió en silencio, y aunque no se mantuvo del todo cerca de ella, se aseguró de no perderla de vista.
Cuando ella estaba a punto de abrir la puerta del Volkswagen, Tyson la jaló hacia sus brazos.
Un beso ansioso y apasionado la recibió, y si bien fue tomada por sorpresa, ella se sintió cálida.
De hecho no luchó, sino que levantó la cabeza para darle más acceso a Tyson en su boca.
Pasó mucho tiempo antes de que se separaran, y jadeando, ella recostó su frente contra él para tratar de recuperar el control de sí misma.
Riendo, él le susurró al oído.
“Cariño, no hay nadie aquí. Podemos besarnos».
El rostro de Celia estaba tan rojo que era adorable. Golpeándolo en el pecho, ella murmuró: «Eres muy malo».
En respuesta a eso, él la abrazó con fuerza. Incluso con la ropa entre ellos, Celia todavía podía sentir aquello duro y ardiente que había entre las piernas del hombre.
«Cece».
Presionando sus labios contra su oreja, él dijo: «Quiero hacer algo malo. ¿Te gustaría probarlo conmigo?».
Sonrojándose aún más, ella lo miró y abrió la puerta del auto.
Antes de que Tyson pudiera tentarla más, se metió al asiento de copiloto con la cara hacia el otro lado. Ella no estaba realmente enojada con su esposo, sino que de hecho estaba escapando de él antes de sucumbir a la tentación y dejarse llevar por su pasión.
El hombre se limitó a ocupar el asiento del conductor sin molestar más a la mujer.
«Cece, ¿Quieres dar un paseo? Normalmente no tienes casi tiempo libre, así que te sacaré para que podamos relajarnos».
Sin apartar la mirada de él, Celia murmuró: «No, gracias. Estuviste manejando para clientes todo el día, así que será mejor que regresemos a casa y descansemos».
Cuando su ritmo cardíaco por fin desaceleró y logró controlarse, Celia recordó el problema que tenía. Ahora debía encontrar una excusa para salir sola y recuperar el anillo de su madre.
«Muy bien, tus deseos son órdenes para mí».
Una vez que llegaron a casa, Tyson preguntó: «Por cierto, después de que Flavia salga del hospital…».
Antes de que pudiera completar la oración, Celia, quien ya estaba unos pasos por delante de él, dijo con firmeza: «Se mudará al apartamento que alquilé hace un tiempo. Lo hice porque me quedaba cerca de la empresa donde trabajaba en ese momento».
Al ver que ella tenía tanta prisa por explicar, Tyson sonrió con impotencia y asintió.
«Está bien. Supongo que ya está resuelto eso».
Bien consciente de que era imposible que Celia le dijera la verdad ese día, Tyson no indagó.
¿Cuándo le diría ella a la cara que no era Cerissa, la Señorita Kane que todos conocían, sino Celia Kane, su hermanastra?
Él solo quería escuchar la verdad salir de sus labios para que el secreto que se cernía sobre ellos quedara enterrado.
Eran apenas las cuatro de la tarde. Celia fue a darse una ducha, y mientras tanto, Tyson preparó un plato de manzanas cortadas.
Una vez la mujer salió del baño, él agarró un trozo con un tenedor y se lo dio. Sin dejar de alimentarla, le preguntó: «Cece, ¿Qué te gustaría cenar?».
El detalle era que ella estaba preocupada pensando en cómo recuperar el anillo, y en el instante en el que Tyson hizo la pregunta, de repente se le ocurrió algo.
“Voy a cenar con Alita esta noche, así que tendrás que cenar solo. Puedes comer lo que prefieras tú».
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