Capítulo 11:

«Sí, creo que es una buena idea. Voy a tomar una ducha ahora», dijo Celia nerviosa.

Después de todo, caminar con un vestido de novia era bastante agotador.

«¿Dónde está el baño?», preguntó con timidez.

Tyson no le respondió, en cambio, tomó la iniciativa de ayudarla a levantar el ruedo del vestido.

“¿Por qué no nos duchamos juntos? Quiero decir, ahora somos marido y mujer de todos modos, y bañarnos juntos mejore nuestra relación».

El rostro de Celia se sonrojó al instante, y haciendo un gesto con la mano, dijo:

«Pues estoy acostumbrada a hacerlo sola».

Ante eso, Tyson sonrió, y en silencio, bajó el ruedo del vestido y señaló el baño.

Tras darle las gracias, ella corrió al baño. Sin embargo, desafortunadamente, tropezó con el largo vestido y se cayó.

Dado que pensó que iba a tener una mala caída, cerró los ojos horrorizada, pero al segundo siguiente, ya estaba en los brazos de Tyson.

Ella sintió cómo los labios del hombre le rozaron levemente la mejilla y su cálido aliento le sopló un poco la oreja.

“Novia mía, ¿Te me estás arrojando encima?».

Entonces ella explicó rápidamente: «No pienses mal de mí. Es que este vestido es demasiado largo, y no estoy acostumbrada».

«Oye, está bien. Permíteme ayudarte». Mirando lo roja que estaba, él la ayudó a levantar el ruedo del vestido de nuevo y la llevó hasta el baño del dormitorio principal.

Tan pronto como Celia estuvo allí dentro, cerró la puerta, se quitó el vestido de novia y se dio una ducha caliente.

El baño era muy sencillo e incluso un poco viejo, pero afortunadamente los artículos de aseo eran bastante completos. Una vez que terminó, estaba a punto de ponerse una bata de baño cuando de repente se dio cuenta de que se había olvidado llevarla consigo.

Ahora estaba desnuda y no se atrevía a salir.

A pesar de que ya era esposa del hombre que estaba afuera, le daba demasiada vergüenza estar desnuda frente a él, y no sabía qué hacer.

De pronto tocaron la puerta, lo cual le dio un susto. Luego se escuchó la voz magnética de Tyson: «No llevaste tu pijama contigo, ¿Verdad? Abre. Yo te la traje».

Abriendo apenas unos pocos centímetros, ella estiró la mano hacia afuera.

Tyson le dio la ropa sin mirarla. Celia suspiró aliviada porque él no se había aprovechado de su situación embarazosa. Tras ponerse la pijama, ella salió del baño y encontró a Tyson quitándose el traje.

Al contrario de su rostro pálido, su cuerpo era muy atractivo. Sus músculos estaban bien definidos, y se veían fuertes y sexys. Cualquiera definitivamente se sonrojaría al verlos.

Celia no pudo evitar quedarse observándolo. En ese momento vio una leve cicatriz en su cintura, e inmediatamente pensó en el hombre de la noche anterior, pues él también parecía tener una cicatriz en ese mismo lugar del cuerpo. Cuando estaba a punto de conectar los puntos, él ya se había puesto el pijama.

Ella solo sacudió la cabeza. Ya sabía que hombre y Tyson eran obviamente de dos mundos diferentes.

Tal vez ella todavía estaba confundida porque habían pasado demasiadas cosas recientemente, así que se convenció a sí misma de poner fin a cualquier duda persistente en su mente. Cuando volvió en sí, un brazo musculoso de repente la inmovilizó contra la pared, y ahora el rostro enmascarado de Tyson estaba muy cerca del de ella.

«Me has estado observando durante un buen rato. ¿Te gusta mi cuerpo?».

Celia se atragantó en el acto, y con la cara y orejas calientes y sonrosadas, murmuró: «Sí. No parece el de una persona frágil y enferma».

No bien ella dijo eso, Tyson de repente tosió.

Celia pensó que él estaba fingiendo, pero cuando vio su rostro pálido de nuevo tan cerca del suyo, se tragó sus palabras en silencio.

Acariciándole con gentileza el suave rostro, él dijo: «Qué bueno que a mi novia le guste mi cuerpo. Lo malo es que mi salud no está en su mejor momento, así que me temo que solo te decepcionaré».

Cuando Celia escuchó eso, de inmediato lo consoló: «Está bien. No me importa».

«Pero no te preocupes, pues aunque no tenga muy buena salud, sigo siendo muy bueno en la cama». Acto seguido, la miró y sonrió como si estuviera provocándola.

Entonces se inclinó más cerca de su oído y preguntó en voz baja y se&y: «¿Vamos a dormir juntos esta noche?».

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