Capítulo 105:

Los compañeros que presenciaron la escena se acercaron corriendo a Kiley y la ayudaron a levantarse, preguntando: «¿Te encuentras bien?».

Gimiendo, ella se levantó tambaleándose en estado de perplejidad. Los vidrios rotos del suelo habían perforado su piel. Múltiples heridas se veían en su muslos y rodillas sangrando profusamente.

El rostro de Kiley estaba totalmente contraído por el dolor y el miedo del accidente.

Sorprendidos, algunos espectadores discutían entre ellos en voz alta.

«¡Dios mío! ¡Kiley está gravemente herida! Los cortes en sus piernas se ven muy graves».

«Celia está en problemas. Creo que el departamento de recursos humanos la va a llamar para hablar seriamente».

Al escuchar las discusiones que la rodeaban, Celia no entró en pánico. En cambio, mantuvo la calma mientras se defendía: «Todos estuvieron aquí cuando ocurrió, así que debieron haberlo visto con claridad: fue Kiley quien vino a agarrar mi teléfono y se cayó al suelo sola. Yo no le hice nada, ni siquiera me moví».

Varias colegas que tenían una buena relación con Kiley querían defenderla y acusar a Celia, pero Derek se adelantó de inmediato.

«Bueno, yo mismo he sido testigo de todo el incidente y lo que dice Celia es cierto. Además, la cámara de vigilancia ha grabado todo y puede comprobarse la verdad fácilmente. Si la empresa quiere investigar este asunto, testificaré y les contaré exactamente lo que vi».

Kiley estaba tan enojada que no le importaba nada de lo que dijera Derek. Solo señaló a Celia con un dedo tembloroso y gritó: «¿Te atreves a acusarme cuando soy yo quien resultó gravemente herida? ¡Eres demasiado malvada! ¡No permitiré que te salgas con la tuya tan fácilmente!».

En ese momento, una compañera de buen corazón llamó a una ambulancia y otra persona le entregó un pañuelo para que se limpiara la sangre mientras la consolaba:

«Kiley, cálmate, por favor. Todo va a estar bien».

Ese acto de bondad hacia ella motivó a Kiley a que actuara con mayor exageración mientras sostenía el pañuelo y lloraba ruidosamente, con las lágrimas derramándose por sus mejillas sin control.

«¿Que me calme? ¿Cómo puedo calmarme cuando me han hecho algo como esto? ¡Todo es culpa de Celia! Mi amabilidad ha sido considerada como malicia, y ella trató de manchar mi reputación, sin mencionar que también me lastimó. ¡Es ella quien debe compensar mis heridas y pagar sus malas acciones!».

Celia estaba tan enojada en ese momento que una expresión de furia incendió su rostro: «Tienes lo que te mereces. ¡Nada de esto tiene que ver conmigo!».

Kiley, al escucharla, rugió furiosa: «No creas que puedes hacer lo que quieras solo porque cuentas con el apoyo de Brea. ¡Te lo advierto: este asunto no ha terminado!».

La voz de la mujer alterada se hacía más y más fuerte, lo que causó que una multitud de empleados se reuniera a su alrededor cuchicheando sobre lo que había pasado.

«Kiley está causando problemas de la nada. Ya todos sabíamos cómo es su verdadera naturaleza. ¡Ella realmente se lo merece!».

«¡Pero esta vez, ella amablemente le hizo algunas sugerencias a su compañera!

Celia es demasiado arrogante. ¡Solo le gusta causar problemas!».

Derek, que escuchaba indignado las conversaciones, no podía permitir que se estableciera un escándalo de ese tipo en la oficina, de modo que se comportó como gerente y exclamó en tono autoritario: “¡Todos ustedes, cállense ya! ¡Regresen a sus puestos de trabajo ahora mismo!».

Como su cargo laboral era superior al de los demás, la multitud poco a poco se quedó en silencio al verlo tan enojado.

En pocos minutos llegó la ambulancia y varias compañeras ayudaron a Kiley a subir al vehículo para dirigirse al hospital.

Derek, entonces, le pidió a la señora de la limpieza que se encargara de arreglar el desastre causado y limpiara la sangre de los vidrios y el suelo. Una vez que el drama hubo terminado, todos se alejaron del lugar y retomaron sus trabajo.

Celia se frotó la frente muy irritada sintiendo que lo ocurrido fue realmente molesto.

Al percatarse del complicado estado de ánimo de la mujer, Derek caminó hacia ella y la consoló: «Cece, la gente puede distinguir el bien y el mal. Todo el mundo sabe quién tiene razón y quién está equivocada sobre lo que acaba de ocurrir. Además, si nadie te cree, la cámara de vigilancia y yo podemos probar claramente tu inocencia. ¡No te preocupes!».

Celia forzó una sonrisa y respondió con impotencia: «Sí, lo sé. Pero aunque tengo la conciencia tranquila, sé que muchos de mis compañeros no pensarán lo mismo y creerán que soy la culpable. No quiero darles importancia a las opiniones de los demás, pero de verdad no puedo evitar sentirme afectada por eso. Además, este es mi lugar de trabajo día a día y seré objeto de culpa por parte de los demás si esta situación no termina de aclararse».

Luego de suspirar profundamente luciendo abatida, Celia agregó: «Todo parece convertirse en un gran problema de repente cada vez que estoy involucrada. Ha pasado muy poco tiempo desde que llegué aquí y mira lo que ha ocurrido. ¿Qué pensará la empresa de mí?».

Derek le dio una palmadita en el hombro y afirmó sin rodeos: «No seas tan dura contigo misma. La única razón por la que algunas personas te atacan de ese modo es porque tienen celos de ti, has demostrado ser demasiado talentosa y sobresaliente. ¡Pero eso no significa que seas culpable de lo sucedido!».

Los ojos de Derek rebosaban calidez cuando, luego de sonreírle, concluyó: «Solo tienes que ser tú misma, no quiero que te limites por nadie ni por nada».

Celia se quedó aturdida por un momento cuando esas palabras le recordaron a Tyson.

Ella recordó con claridad que, una vez, Tyson le había dicho cosas similares. Él afirmó que ella siempre debería creer en sí misma y que podría hacer lo que quisiera todo el tiempo, pues era su naturaleza.

Al pensar en Tyson, el estado de ánimo de Celia mejoró significativamente y no pudo evitar sonreír.

«Derek, muchas gracias por decirme eso».

Derek, al ver su hermosa sonrisa complacida, se quedó atónito. El corazón del hombre comenzó a latir con fuerza dentro de su pecho al sentirse profundamente conmovido. Lo único en lo que podía pensar en ese momento era en sus terribles ansias de sostenerla entre sus brazos y confesarle directamente su amor.

Sin embargo, no se atrevió a apresurar las cosas ni a actuar con impulsividad. Al menos, no podía hacerlo en ese momento sin saber qué sentía Celia hacia él.

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