Capítulo 106:

Después de pensarlo por un buen rato, Celia decidió no darle más vueltas al asunto.

No le importaban las habladurías, y tampoco tenía miedo de luchar contra gente como Kiley. Sin importar qué clase de trucos pudiera tener bajo la manga, no necesitaba molestarse por una mujer así; además, había videos de vigilancia que servían como prueba de lo ocurrido, por lo que sabía que no debía temer.

Nunca se disculparía con Kiley, y tampoco le daría un solo centavo para compensarla.

Derek respiró hondo y analizó la situación.

«Celia, las heridas de Kiley se ven bastante graves. Tenemos que esperar los resultados oficiales una vez que vuelva del hospital y, aunque las cámaras de vigilancia captaron todo, no sé qué pasará. Debes prepararte mentalmente para afrontar lo que sea que venga».

La muchacha asintió sin dudarlo.

“Lo sé. Kiley puede demandarme si quiere, pero no le tengo miedo».

Ella sabía que no había hecho nada. Kiley podía mentir y torcer la verdad a su antojo, mas no le serviría de nada, porque ella tenía pruebas.

No obstante, Derek seguía mirándola con profunda preocupación.

«No llevo mucho tiempo trabajando aquí, pero, por lo que sé, nunca había ocurrido algo así, por lo que no estoy seguro de qué tipo de medidas tomará la empresa al respecto. Pero, no te preocupes, haré todo lo que pueda para ayudarte. Me aseguraré de que esto no se salga de control y afecte tu carrera».

Celia lo miró con una expresión agradecida, y le dijo: «Gracias, Dereck. Siento mucho haberte causado problemas».

«No digas eso, por favor. Al contrario, me alegro de poder serte de ayuda; después de todo, soy uno de tus pocos amigos aquí en la empresa».

Curvó sus labios en una sonrisa para tranquilizarla, pero enseguida notó que el rostro de la muchacha se puso un poco pálido, por lo que se preocupó.

“Celia, ¿Qué pasa? Te ves pálida. ¿Te sientes cansada? ¿Por qué no vuelves a casa por hoy y descansas? Puedes tomarte el resto del día libre».

«No, gracias, estoy bien», contestó ella de inmediato, tomó un sorbo de agua y añadió despacio: «Recién entré a trabajar. No creo que sea una buena idea que me tome una licencia tan pronto».

«Pero, tras lo ocurrido, no creo que estés en condiciones de seguir trabajando. Deberías ir a casa y descansar. No te ves muy bien, y quedarte aquí podría afectar tu rendimiento laboral».

Ella sabía que no estaba bien para trabajar, así que, tras la insistencia ajena, cedió y se tomó el resto del día libre.

A pesar de no haber hecho nada malo, estaba cansada y molesta.

Antes no se habría preocupado por esas cosas; sin embargo, últimamente todo parecía acumularse, y ya estaba cansada de eso.

De repente, quiso ver a Tyson y arrojarse a sus brazos. Quería contarle sobre su día, y de todos esos problemas que había estado ocultando. Ansiaba ese abrazo suyo que siempre la tranquilizaba.

Justo después de pensar en eso, se dio cuenta de que cada vez se volvía más dependiente de él.

La parte racional de su cerebro le dijo que no debería molestarlo mientras trabajaba, pero no pudo resistirse a enviarle un mensaje.

«Cariño, ¿Estás en el trabajo, o en casa?».

Tyson respondió enseguida: «Estoy trabajando, Cece. ¿Pasó algo?».

«Me tomaré la tarde libre. Hay algunas cosas que quiero decirte, pero te esperaré en casa. Como todavía estás trabajando, lo mejor será que hablemos más tarde. No te preocupes por mí y cuídate, ¿De acuerdo?».

El muchacho sintió que algo no iba bien, por lo que contestó: «¿Estás en casa? El destino del pasajero al que llevo está cerca de tu empresa, ya casi llegó allí».

«Acabo de salir de la compañía. Estoy en el cruce de peatones donde me dejaste esta mañana», contestó ella.

«Espérame. Ya voy para allá». Aunque Celia aún no había visto a su esposo, sintió que su ánimo se aligeró tras solo esos mensajes.

Era genial tener a alguien que de verdad se preocupara por ella sin importar el momento. Sentirse amada e importante fue un bálsamo para sus emociones.

En cuestión de nada, Tyson llegó en el Volkswagen y se estacionó al costado de la carretera.

Cuando salió, Celia corrió hacia él y lo abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su pecho.

«Te extrañé mucho», musitó.

Para él era muy extraño verla en un estado tan vulnerable, lo que lo hizo emocionarse un poco.

Sostuvo con delicadeza su rostro entre sus manos, y le dio un beso en la frente como consuelo.

«Entremos primero al auto, Cece. Aquí hace mucho calor, podrías descompensarte».

La condujo hasta el vehículo, le abrió la puerta y la ayudó a entrar.

Después de abrocharle el cinturón de seguridad, se inclinó y besó su mejilla con suavidad.

«Toma, te traje tu bebida y bocadillos favoritos. Ahora, cuéntame, ¿Qué pasó? Me rompe el corazón verte así».

Celia sintió que un pesado nudo se le subía a la garganta, y apenas pudo contener las lágrimas que inundaron sus ojos.

Tyson nunca dejaba de hacerla sentir que la amaba incondicionalmente, y eso era algo cálido y satisfactorio que jamás había experimentado antes.

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