Capítulo 74:

“Por supuesto, sin esperar nada a cambio”, respondió.

“Yo…”.

William miró a Evan a los ojos.

“Quiero ver mi antigua casa”, dijo.

“De inmediato, Señor”, confirmó Evan.

“Y también me gustaría ver a Erick y a Clara”, pidió William.

A Evan se le encogió el corazón. Sabía que reencontrarse con los Scott haría felices a sus padres. Se le llenaron los ojos de lágrimas.

“Les… les encantaría verlo. Gracias, Tío William, Sin duda alegrará a mi padre. Mi padre… merece ser feliz”, respondió.

“¿Vamos a ver la casa de papi, mami?”, preguntó Lucas.

Bostezó, seguía cansado por haberse despertado a las cuatro de la mañana.

“Si, cariño. Vamos, pero como tu abuelo decidió tomar este viaje de forma repentina, no vamos a quedarnos mucho tiempo, ¿De acuerdo?”, explicó Shantelle mientras abrochaba el cinturón de seguridad de Lucas.

“Solo por un día”.

“¿Solo por un día?”, preguntó Lucas con el ceño totalmente fruncido.

Miró hacía los asientos de atrás.

“Papi, ¿Solo un día?”, preguntó.

Los Scott se dirigían a Rose Hills en un avión privado que había encargado Evan. Solo estarían de visita un día, Por lo tanto, Evan tenía que hacer su viaje lo más rápido posible sin sacrificar las comodidades de viaje.

Salieron de Warlington exactamente a las cinco de la mañana y llegaron a Rose Hills antes de las siete. Se dirigieron directamente a la antigua propiedad de los Scott, como primer destino en el itinerario.

El viaje hacia la vieja mansión fue largo. No había tráfico, pero la expectativa mantenía a los Scott en silencio, con el corazón latiendo aceleradamente por la emoción.

El grupo viajó en dos camionetas. Shantelle iba con Lucas y sus padres en una, mientras que Evan iba en otro vehículo con Howard, su viejo Chófer familiar.

Pronto llegaron a una comunidad que les resultaba familiar, y a las puertas de la antigua mansión de los Scott. Uno a uno, bajaron del coche, estudiando el césped y la fachada de la propiedad.

Para Shantelle, todo se veía igual; los árboles, el paisaje y las rosas. Le parecía que eran las mismas flores, pero no podía ser. Considerando el cambio de estaciones, algunas debían de haber muerto con los años. Quienquiera que se ocupara de la casa se había dedicado a plantar las mismas flores.

“Vaya”, dijo Eleanor.

Sus ojos se abrieron de par en par con asombro mientras se dirigía a las hileras de rosas de un lado.

“Se ven iguales a las últimas que cultive. Bien hecho, Evan”, dijo.

“Recibí mucha ayuda”, admitió Evan.

Por otro lado, William no dejaba de mirar la fachada de la mansión. Parecía como nueva. Asintió con la cabeza.

“¿Pintaste la casa de nuevo?”, dijo

“Con los años, sí, Tío. Aparecieron algunas grietas, pero también las mandé a arreglar”, respondió Evan.

“¡Vaya! ¡Qué grande y genial!”, gritó Lucas.

Se giró hacia Shantelle.

“¿Esta es nuestra casa, mami?” preguntó Lucas.

Shantelle tomó a Lucas de la mano. Le sonrió

“Esta solía ser mi antigua casa, le dijo.

“Sigue siendo tu hogar, Shanty, el tuyo y el de tus padres”, interrumpió Evan.

Le sonrió y ella le devolvió la sonrisa. Evan le ofreció la mano a Shantelle.

“¿Entramos?”, preguntó.

Shantelle le miró la mano y se quedó pensativa unos segundos. Antes de que pudiera decidir, Lucas tomó la mano de Evan y la estrechó con la de Shantelle.

Lucas sonrió a sus padres, mirando una y otra vez a su madre y a su padre. Se rio entre dientes.

“Las mamis y los papis se toman de la mano todo el tiempo. Lo veo en la escuela”, expresó Lucas.

Shantelle apartó la mirada, pero ya se sentía incómoda, con las orejas calientes. Ella y Evan habían entrado por la puerta, agarrados de la mano.

Era debido a Lucas, que no dejaba de fijarse en sus manos. Le provocaba sentimientos encontrados, de esos que Shantelle no quería entretener.

Evan, en cambio, estaba encantado. Solo era una mano, pero era suficiente para sentir un cosquilleo de felicidad que le llegaba directo al corazón. Disfrutó del contacto de su suave mano con la suya. Notó que su palma estaba fría y se alegró de tener la oportunidad de mantenerla caliente.

“¡Guau, qué bonito!”.

Lucas se asombró tanto del candelabro de la sala que dejó de vigilar la mano. Inmediatamente, Shantelle trató de retirar su mano.

“Ya no está mirando”, dijo.

“Ah”, dijo Evan con pesar.

Aun así, agarró la mano de Shantelle. Le acercó la mano a la cara.

“Tienes las manos frías”, le dijo.

Le sopló aire en la mano, cubriéndola con sus palmas.

“Mucho mejor”

Él podía jurar que vio a Shantelle sobresaltarse un poco, luego se puso rígida y jadeó. Él no estaba seguro si su reacción era positiva o negativa, pero aún así continuó.

“Dame la otra mano”.

Shantelle vaciló. Miró hacia donde estaban sus padres y, al verlos enfocados en los muebles que había más adelante, le dio la otra mano a Evan. Tenía las manos frías, pero no sabía si era por el clima.

Él le sopló en las palmas y le calentó la piel.

“¿Mejor?”, preguntó cuando la soltó.

“Gracias”.

Shantelle asintió sin decir nada más y retiró la mano. Se giró hacia Lucas.

“Ten cuidado, Lucas”, le dijo

Luego dejó a Evan y siguió a los demás.

“Ya sé que no son los mismos muebles, Evan, pero sí que se parecen a los viejos”, comentó Eleanor con una gran sonrisa, totalmente complacida por lo que había visto hasta el momento.

Desde la sala hasta las habitaciones del segundo y tercer piso, los Scott notaron que todo estaba conservado como Evan lo recordaba. Las camas, los armarios, la manera en que todo estaba colocado estratégicamente, todos los detalles eran casi perfectos, trayéndoles recuerdos felices.

“Ay, ésta era mi habitación”, recordó Shantelle cuando llegó a dicha habitación.

“¡Y se ve igualita!”, agregó Eleanor.

Se acercó a la ventana y tocó las cortinas.

“La tela es… también es la misma”, dijo.

Lo que llamó la atención de William fue cómo su estudio tenía su retrato en la pared, el mismo que solía estar allí. Era una foto de él con su uniforme de Doctor, los brazos cruzados sobre su pecho y la barbilla alzada con orgullo.

Después de recorrer las habitaciones de los niveles superiores, Evan siguió a William hasta el estudio.

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