La exesposa del CEO es una cirujana -
Capítulo 72
Capítulo 72:
“Papá, ya no soy esa jovencita. Soy la Doctora Shantelle Scott. Soy una de las mejores cirujanas de tórax que existen. Nunca volveré a ser como antes. Además, no voy a reconciliarme con Evan”, le dijo.
“Eso dices ahora, pero, ¿Y mañana?”, preguntó William.
“Si llega a eso, entonces déjame tomar mi propia decisión”, respondió Shantelle.
“¿Estás diciendo que…?”.
“No estoy diciendo nada sobre Evan y yo. Solo quiero que Evan forme parte de la vida de Lucas”, repitió ella.
“De nuevo, esta decisión no tiene nada que ver conmigo. Se trata de Lucas. Él ama a Evan, y su padre seguro también lo ama. ¿Cómo puedo quitarle eso, papá? ¿Alguna vez me privarías de tu amor?”.
Fue gracias a aquella frase que su padre terminó cediendo.
“Nos equivocamos al ocultar a Lucas de los Thompson. Los dos lo sabemos, cariño. Simplemente nos mentimos a nosotros mismos, pensando que no les importaría. No sabíamos cómo reaccionaría Evan, pero conocíamos perfectamente a Clara y a Erick. Nunca rechazarían a Lucas”, dijo Eleanor.
Los Scott permanecieron en el estudio durante otra hora hablando sobre el tema, pero al final.
“Quiero verlo por mí mismo. Quiero saber hasta qué punto Evan se toma en serio lo de ser padre”, dijo William.
Miró a Shantelle a los ojos.
“Quiero ponerlo a prueba, a mi manera”, sugirió.
Con una sola llamada telefónica, Evan se fue de Rose Hills al día siguiente. William le pidió a Evan que se uniera a ellos para cenar en la residencia de los Scott. Tenían una charla muy importante pendiente, pero William insistió en que debían empezar por la cena.
Cuando Evan llegó a la entrada, Shantelle le dio la bienvenida. Evan traía una botella de vino fino. Detrás de él, Miguel llevaba cajas de queso curado y algunos platos únicos de Rose Hills, las delicias que sus padres probablemente se habían perdido todos estos años.
“Shanty, buenas noches. Estás hermosa”, comentó él.
Shantelle sonrió. Shantelle pudo notar que él quería besarla, al menos en la mejilla, pero ella lo evadió, apurándolo hacia el comedor.
“Vamos. Papá está esperando”.
“Sinceramente, pensaba que tu padre y yo empezaríamos con una discusión… poniéndome contra la pared”, dijo Evan sin rodeos.
Dejó escapar un suspiro.
“¿Pero cenar? Creo que hice algo bueno”, agregó.
“Lucas habló muy bien de ti”, le aseguró Shantelle.
“Vamos. No sé qué estará tramando, pero insiste en que cenes con nosotros”.
Evan no tardó en llegar al comedor. Lucas corrió inmediatamente hacia él, saltando a sus brazos. Evan lo levantó y le dio unas vueltas.
“¡Papi, te extrañé tanto!”, gritó Lucas.
“Yo también te extrañé, Lucas. Papi tiene varios regalos para ti, pero los abriremos más tarde, ¿Está bien?”, reveló Evan.
Dejó a Lucas en el suelo y lo agarró de la mano. Era la primera vez que William y Eleanor presenciaban el afecto de Evan hacia Lucas, Inmediatamente, Evan vio como la expresión seria de William se volvía más gentil.
“Buenas noches, Tío William, Tía Eleanor. Ha pasado mucho tiempo. Me alegro de que estén bien. Gracias por cuidar de Lucas en mi lugar”, dijo Evan antes de tomar asiento junto a Shantelle y Lucas.
“Evan, si sobrevives a esta cena, para mi será la primera prueba de tu sinceridad”, sugirió William.
“Más tarde, sí apruebas, tendremos esa charla. Y créeme, tendremos una charla muy, muy larga”.
William se giró hacia las criadas.
“Traigan la comida”, ordenó.
La cena empezó con la ensalada habitual. Entre medias, Lucas y Evan conversaron. Lucas estaba siempre ansioso por hablar con su padre, lo que hacía que todos los demás se quedaran mirando.
William observó especialmente cómo reaccionaba Evan a cada historia de Lucas. Hasta el momento, no mostró ninguna reacción adversa.
“Compartí mis bocadillos con Max, papi, y tenías razón. Se siente bien compartir”, dijo Lucas.
“Eso está bien, Lucas. Recuerda, es”.
“Mejor dar que recibir”, el mismo Lucas terminó la oración, haciendo que ambos sonrieran.
“Buen chico”, comentó Evan, desordenando el cabello de Lucas.
Después de la entrada, llegaron sus platos principales. Evan notó que su comida era… diferente. Shantelle también echó un vistazo al plato de Evan.
“¿Qué está comiendo Evan, papá?”, preguntó levantando una ceja.
Evan miró a William, Luego volvió a mirar su plato. Era un plato de comida asada, larga y gruesa.
“Especialmente para Evan. Son criadillas”, reveló William.
“¿Criadillas?”, preguntaron Shantelle y Evan al mismo tiempo, sus rostros mirando el plato.
“Normalmente se cortan de forma delgada, pero me gustaría que le dieras un mordisco, para poner a prueba tus dientes”, dijo William.
“Eleanor y yo las descubrimos durante nuestro viaje a Argentina, justo después del crucero a la Antártida”.
“Suena exótico”, comentó Evan a regañadientes.
Intentaba lucir optimista, pero su instinto le decía otra cosa. Evan era una persona con clase. Había nacido en una cuña de oro y nunca le había faltado el dinero. Él era un alma generosa, pero nunca comía algo por debajo de lo normal, raro o demasiado exótico.
Cuando se trataba de la comida, Evan era muy quisquilloso. Los Scott lo sabían. No había forma de que probara algo… tan diferente, pero como el plato parecía bastante decente, empezó a cortarlo.
Se metió un pedazo en la boca y empezó a masticarla. Estaba muy duro.
“Mmmm. La textura es bastante diferente a la de la carne normal”.
Evan empezaba a sentir un peculiar sabor metálico por lo que no tuvo más remedio que preguntar.
“Tío William. ¿Qué… qué es exactamente una criadilla?”.
Los ojos de William se entrecerraron. Una sonrisa de satisfacción se formó en su rostro.
“Testiículos de toro”, reveló.
Los ojos de Shantelle se abrieron de par en par. Miró a Evan con horror y vio cómo él estaba a punto de vomitar.
“¡Si escupes eso, Evan! ¡No tendremos esa charla!”, le advirtió William.
“Acábate esa criadilla. Es una carne exquisita”.
“¿Qué pasa, papi? ¿No sabe bien?”, preguntó Lucas.
“¿Puedo probar?”.
“¡No!”.
Todos respondieron al unísono, mirando a Lucas.
Evan se tragó rápidamente la carne y tomó una copa entera de vino. Luego, se giró hacia Lucas.
“La verdad es que está bueno, hijo, pero esto es comida para hombres”.
“El tuyo es pollo”, sugirió y señaló el plato de Lucas.
Le costó mucho masticar, y Evan acabó tomándose la mitad de la botella de vino, pero eventualmente se terminó de comer los malditos testículos de toro.
Entre medias, tosió más de diez veces, conteniendo las náuseas, y a menudo se le llenaban los ojos de lágrimas.
“¿Estaba picante, papi?”, preguntó Lucas.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar