La exesposa del CEO es una cirujana
Capítulo 134

Capítulo 134:

Cuando ella volvió a apoyarse en su pecho, él mantuvo la sonrisa mientras miraba el techo de su alojamiento.

“Esta noche es la mejor noche de mi vida”, declaró.

“Querrás decir que anoche lo fue. Ya son…”.

Shantelle se giró hacia el reloj de pared.

“Las dos de la madrugada”, dijo.

“Deberíamos dormir un poco”, dijo bostezando.

“Estoy tan feliz que no puedo dormir”, dijo Evan.

Podía escuchar cómo la respiración de Shantelle se volvía más constante, así que supo que se estaba quedando dormida.

“Te amo, Shanty”, le dijo.

Como ella no respondió, le hizo cosquillas para despertarla.

“Respóndeme. Quiero escuchar tu respuesta”, le preguntó.

Shantelle ya estaba cansada.

“No, no voy a repetirlo. Se te va a poner duro otra vez”, dijo frunciendo el ceño.

Se rehusaba a hacerlo ya que Evan seguía con el miembro duro después de dos rondas de hacer el amor.

Dijo que tenía algo que ver con la forma en que ella le decía te amo.

Al final, Shantelle le dio una mamada.

Ella hubiera querido que volvieran a hacer el amor, sin embargo, aún no conocían la condición de su embarazo.

“Está bien, estoy totalmente satisfecha con tu boca, esposita”, sugirió Evan, haciendo quejar a Shantelle.

Ella le dio una fuerte bofetada en el pecho.

“¡Evan! Ya basta. Antes no eras así”, dijo.

“Entre el viejo Evan y el de ahora, ¿Cuál te gusta más?”, preguntó Evan.

Un siseo salió de los labios de Shantelle y ella entrecerró los ojos hacia él. Tenía que admitir que le encantaba el nuevo Evan.

Claro, el nuevo Evan tenía un deseo sexual loco, pero eso también significaba que quería más de ella, lo que de hecho le gustaba a Shantelle.

Ser llenada por Evan la llevaba a un océano de placer que no podía describir.

“Por supuesto, el nuevo Evan, pero recuerda, vamos a tener un bebé. Tenemos que cuidar del bebé y también de mi salud. Vas a tener que hacer algunos sacrificios”.

“Y eso incluye contenerte si es necesario. Además, habrá un tiempo en el primer trimestre en el que sentiré asco por casi todo, esto lo digo por experiencia propia. En los próximos días, puede que no me guste tenerte dentro de mi boca”, dijo Shantelle.

Los ojos de Evan se abrieron de par en par. Se aclaró la garganta.

“Entonces, el primer trimestre son tres meses, ¿Cierto?”, preguntó.

“Si, pero la etapa de náuseas y vómitos será entre las seis y las dieciocho semanas”, respondió Shantelle.

El hombre sacó cuentas y pensó en sus alternativas.

“Bueno, será tu pecho entonces. Podría venirme entre ellos”, le propuso mirando Shantelle.

Shantelle se rio y también resopló. Evan, por su parte, siguió buscando diferentes partes de su cuerpo en las que podría liberarse.

“Siempre puedes ayudarme con la mano. Incluso intentamos hacerlo con ropa cuando tenías la regla. Fuiste increíble. O sino, pude venirme entre tus nalgas. Sabes que me encanta tu trasero”.

“Bueno, me alegro de que tengas todo eso resuelto. En cuanto a mí, solo tienes que hacer una cosa”, le recordó Shantelle.

“Es un placer para mí meterme entre tus muslos, esposita”, sugirió Evan, lo que provocó más risas de Shantelle.

“Me alegro de que me conozcas bien”, comentó Shantelle.

“Por supuesto”, le aseguró Evan.

Pronto, Shantelle bostezó.

“Vamos a dormir, ¿Sí? ¿No tenemos que irnos del complejo mañana por la mañana?”, dijo Shantelle.

“De acuerdo. De acuerdo”, respondió Evan. Acarició la cabeza de Shantelle.

“Buenas noches, esposita. Te amo”, le dijo.

“Te amo, Evan. Buenas noches”, respondió Shantelle.

“Se me puso duro de nuevo”, se burló Evan.

“No escuché nada. Ya estoy durmiendo”, dijo Shantelle, dejando a Evan riendo entre dientes.

Al día siguiente, todos partieron del complejo justo después del desayuno.

Partieron de la misma manera en que llegaron, montados en un yate. Durante todo el viaje, Lucas durmió sobre el pecho de Shantelle.

Lucas se dio un chapuzón de última hora en la playa antes de partir, lo que lo dejó cansado.

Shantelle estaba acariciando la cabeza de Lucas y cantándole una canción cuando de repente sonó su teléfono del trabajo.

Su padre, William, tomó la llamada por Shantelle. Sin embargo, el centro llamaba por una operación de pared torácica.

William solo se especializaba en cirugías cardíacas, así que le devolvió el teléfono a su hija.

Como no quería molestar a Lucas, Evan tuvo que acercar el teléfono a los oídos de Shantelle. En voz baja, dio instrucciones al cirujano encargado sobre un paciente con un colapso pulmonar debido a una hemorragia interna.

“Si, ocúpese primero de la hemorragia para que pueda respirar y revise las costillas rotas. Por lo que me dice, creo que el paciente necesita una alineación de costillas mediante placas”, dijo Shantelle suavemente, manteniendo el volumen de su voz bajo.

“De nada, Doctor Cheng. Por supuesto. Estoy de acuerdo”.

Finalmente, cuando la llamada terminó, Shantelle suspiró.

Aunque contrataron cirujanos torácicos de planta, era normal que preguntaran por una segunda opinión.

Como cirujana jefa del centro, era su trabajo aconsejarlos.

Se giró hacia Evan, quien estaba sentado a su lado.

“Quizás vuelvan a llamar o enviar un mensaje de texto si tienen preguntas sobre la intervención. Me avisas”, le dijo.

Evan asintió y se echó hacia atrás. Luego observó cómo Shantelle masajeaba la espalda de Lucas.

Una hora más tarde, el centro cardiopulmonar le envió un mensaje de texto.

Evan se dio cuenta rápidamente y le dio el teléfono a Shantelle. Por desgracia, Lucas se quejó al notar el movimiento.

“¿Qué dice? Ábrelo, esposito. Estoy cargando a Lucas”, sugirió Shantelle.

Evan miró a Shantelle.

“¿Cuál es tu contraseña?”, le preguntó Evan.

Fue como si Shantelle recordara algo penoso, haciendo que su cara se sonrojara. Miró a Evan y pensó si responderle o no.

Sin embargo, Evan ya había sacado el teléfono.

“¿Cuál es la contraseña, esposita?”, volvió a preguntar.

“Es 9021989…”, respondió ella suavemente.

Los ojos de Evan se abrieron de par en par.

Una sonrisa se dibujó en su rostro mientras desbloqueaba el teléfono de Shantelle. Le leyó el mensaje.

“La operación salió bien. Ahora están alineando las costillas del paciente”.

“Qué bueno”, respondió.

.

.

.