Capítulo 98:

“Mi hermano tiene razón, padre. No podemos premiar a Assim por todas sus buenas acciones que pusieron su vida en peligro, pero ¿Queremos condenarlo por una sola mala decisión?”, cuestionó Farid. “¿Dónde quedaría la justicia?”

Abdel miró a sus hijos y en el fondo de su corazón se alegró profundamente de que ninguno de ellos hubiese heredado la maldad de su madre.

Eran hombres de bien, justos y nobles como el resto de su familia. ¿Qué mejor bendición podía tener que no fueran ellos?

Una lágrima traviesa rodó por las mejillas del hombre.

“¡Padre!”, gritaron al unísono.

Él negó.

“No puedo ser cruel cuando se trata de ustedes”, confesó Abdel.

Mientras tanto, Sienna y Callie observaban todo, sintiéndose orgullosas de sus maridos. Sus hijos tendrían un buen ejemplo a seguir.

“Padre”.

Jenna se acercó a él con Assim prendido de su mano. Ella se arrodilló junto a su esposo y agachó la cabeza.

“Por Alá, deseo que tu matrimonio sea próspero y lleno de amor, hija mía”, pronunció Abdel, colocando sus manos sobre la cabeza de los esposos.

Abdel pudo haberse negado y maldecido a Assim por su atrevimiento, pero entonces, ¿Qué lo haría diferente de Zaida?

¿Qué iba a diferenciarlo a él si caía en el mismo juego?

“Gracias”, susurraron la pareja, sacando a Abdel de sus cavilaciones.

“No tienes nada que agradecer, hija, solo sé feliz”, dijo Abdel.

Assim hizo una larga reverencia antes de ponerse de pie y ayudar a Jenna.

No tenía palabras para expresar el cúmulo de sentimientos y emociones que le embargaban, hasta hace unos segundos había imaginado el dolor de la separación.

Había sido terrible el solo pensamiento.

“Señor”, llamó Assim.

“Cuídala, Assim, tendré mis ojos puestos en ti…”, advirtió Abdel.

Era una advertencia, todos sabían que no era necesaria hacerla, pero no estaba de más prevenir, que lamentar.

Los presentes dejaron escapar el aire de sus pulmones, ese aire que no sabían que retenían, pero la actitud de Abdel les había dado tranquilidad.

Las cosas ahora podían empezar a ser diferentes.

También eran conscientes de que personas malas y con negras intenciones había muchas, sin embargo, confiaban en la fuerza del amor.

Cuando la sala se quedó vacía y Abdel se quedó solo, pensó en todo el tiempo que pasó tratando de cambiar a Zaida, tontamente creyó que su amor bastaría para llenar de luz su negro corazón.

“Ya no serás una sombra en mi vida, Zaida, nunca más tendrás el poder para destruirme”, susurró Abdel en tono bajo y con determinación.

Mientras tanto, Hassan y Farid llamaron a Assim y Jenna a la biblioteca, la joven no sabía lo que sus hermanos traían entre manos.

Jenna miró a sus cuñadas, sin embargo, tanto Sienna como Callie se encogieron de hombros, haciéndole saber que no tenían idea de lo que sus esposos se traían entre manos o, al menos, fingieron bien no saber.

“Jenna”, llamó Hassan.

La joven dio un paso al frente, no se atrevía a levantar la mirada, por temor a ser regañada y castigada por su hermano mayor.

El que su padre le perdonara, no la exoneraba de las represalias de sus mayores.

“Mírame”, pidió Hassan con seriedad.

Ella se armó de valor para obedecer.

“Señor”, Assim intentó intervenir, sin embargo, la mano en alto de Farid, le hizo callar.

“Calla y observa”, indicó.

Assim asintió, pese a su deseo de proteger a Jenna.

“Abre la mano”, ordenó Hassan.

Jenna lo hizo, no entendía nada de lo que su hermano le pedía, ¿Estaba jugando con ella? ¿Qué es lo que pretendían hacer?

Jenna cerró los ojos cuando la mano de Hassan se acercó a la suya y dejó algo sobre la palma de su mano.

“Espero que un piso en Burj Khalifa, sea lo suficientemente privado para su luna de miel”, dijo.

Jenna abrió los ojos y miró con sorpresa la llave en su mano.

“¿Burj Khalifa?”, cuestionó Jenna.

“Sí, será tu nuevo hogar. Es un regalo de bodas, no puedes despreciarlo”, le advirtió Farid.

Jenna se acercó a sus hermanos y los abrazó. Se sentía bonito, no había nada más hermoso que sentir el amor de la familia.

“Gracias”, dijo.

“Solo sé feliz y disfruta de tu vida, Jenna”, le pidió Hassan.

Ella asintió y se despidió de sus hermanos, mientras volaba a su nuevo hogar a escribir su historia de amor.

Farid y Callie también dejaron la habitación para volver junto a Amir.

“Has hecho lo correcto”, dijo Sienna, mientras los miraba marchar desde el balcón.

“Solo deseo que ella conozca el amor, que sea feliz tal como lo soy contigo”, declaró Hassan, colocándose detrás de ella.

“¿Qué haces Hassan?”, preguntó Sienna cuando él dejó un beso sobre su cuello.

“¿No escuchaste lo que dijo mi padre?”, cuestionó Hassan.

“¿Qué de todo?”, inquirió Sienna.

“Sobre el tiempo, la vida es muy corta para no aprovechar cada segundo de ella”, respondió Hassan.

Sienna se giró para verlo.

“¿Qué quieres decir?”, preguntó.

“Quiero decir…”, dijo Hassan, haciendo una pausa y bajando sus labios por encima de los labios de Sienna, rozando con su cálido aliento su piel.

“Aprovecharé cada oportunidad para hacerte el amor”.

“¡Hassan!”, gritó Sienna, al tiempo que sus bocas se unían en un apasionado beso.

Sienna metió los dedos entre los cortos cabellos de Hassan y lo atrajo a ella, como si su vida dependiera de ello.

Hassan tomó la cintura de su esposa y la pegó a él para que sintiera los estragos que hacía con su cuerpo.

“Hassan”, murmuró Sienna, tratando de coger aire.

“Cásate conmigo, átame a ti para siempre, Sienna”, pidió Hassan, mirándola a los ojos fijamente, diciéndole con la mirada cuánto la amaba.

Ella no respondió con palabras, lo hizo con acciones…

‘Acepto’, pensó mientras sus cuerpos se unían en uno solo.

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