La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 97
Capítulo 97:
“Mi pequeño y precioso Jade”, susurró Abdel al tenerla entre sus brazos. Jenna se había robado su corazón desde el día que abrió sus ojos al mundo.
Ella era su tesoro más preciado.
“No sabes cuán feliz me hace saber que estás recuperándote”, chilló la joven sin soltarse del brazo de su padre.
“Mi pequeña”, sollozó Abdel, sintiendo un nudo en su garganta.
“Estoy tan feliz de volver a verte”, dijo, acariciando la cabeza de su hija por encima del hiyab.
Ninguno en la sala se atrevió a interrumpir aquel momento entre padre e hija, las emociones corrían a flor de piel. Abdel seguía siendo un ejemplo de hombre y padre para sus hijos.
“Siento tanto no haberte protegido de todo esto, Jenna”, se lamentó Abdel.
“No ha sido tu culpa, padre”, lo consoló Jenna.
Abdel no insistió, sabía que ninguno de sus hijos lo miraba como el responsable del desastre en el que se había convertido su familia, pero la verdad era una: si él hubiese querido, habría detenido a Zaida a tiempo, sin embargo, la dejó ser, y el resultado fue dejar a sus hijos sin madre.
“No vamos a discutir por algo que ya no tiene arreglo. Disfrutemos de nuestros momentos juntos, recuperemos el tiempo que hemos perdido sin razón, sin beneficio para ninguno de nosotros. Después de la tormenta por la que hemos pasado, el cielo se abre para dejarnos ver su brillo y su calma”, dijo Abdel.
Todos asintieron ante las palabras de Abdel. Ahora, su única misión en la vida era ser felices y tratar de cambiar algunas cosas en beneficio de las mujeres y de sus hijos.
Esa era la prioridad de Hassan y Farid, pero aún faltaba un sendero por recorrer, quizá sería la última tempestad en el desierto.
“Assim”, llamó Jenna al separarse de su padre.
El hombre se acercó, inclinó su cabeza en señal de respeto antes de colocarse al lado de Jenna y tomar su mano.
Una acción que no pasó desapercibida por Abdel.
“¿Qué significa esto?”, preguntó Abdel con seriedad.
“Señor Abdel, me presento ante usted con todo lo que tengo, con todo lo que soy, y dispuesto a pagar el precio por mi atrevimiento”, dijo Assim, levantando la mirada.
“Amo a Jenna con todas las fuerzas de mi corazón y nada nos complacería más que nos diera su bendición…”
“Amo a Jenna con todas las fuerzas de mi corazón”, confesó Assim.
El salón quedó en completo silencio tras las palabras de Assim, como si todos hubieran dejado de respirar en el mismo instante en que él pronunció cada palabra.
Mientras tanto, Abdel miraba fijamente los dedos de Jenna enredados con la mano del consejero de su hijo.
“¿Amor?”, preguntó Abdel.
“Nos amamos, padre, y soy su esposa”, declaró Jenna.
El rostro de Abdel cambió de color al escuchar las palabras de su hija.
“¿Qué?”, exclamó.
“Nos hemos casado durante el tiempo que estuviste en coma, es una larga historia, padre”, se aventuró a decir Jenna.
Abdel enarcó una ceja.
“No tengo tiempo de sobra, pero me gustaría escucharte”, declaró Abdel, mirando a Hassan y Farid.
Los hijos mayores se encogieron de hombros, como quitándose la responsabilidad del caso.
“Señor Abdel”, intervino Assim.
“Quiero escuchar a mi hija”, lo interrumpió Abdel con prontitud. Quería saber lo que Jenna tenía para decirle.
La joven dio un paso adelante sin soltar la mano de Assim, en ese momento temía perderlo. Temía no poder convencer a su padre de darles su bendición.
“Te escucho, Jenna”, instó Abdel ante el silencio de la muchacha.
Jenna asintió, respiró profundamente y comenzó a relatar todo, desde el día que miró a Assim por primera vez, hasta todas las veces que lo siguió en secreto, buscando una sola oportunidad para hacerse notar.
Jenna evitó ver el rostro de su padre y esposo, pues no era digno de una dama perseguir a un hombre, sin embargo, ella solo podía pensar con el corazón y ver las cosas con los ojos del amor. En su memoria, ninguna acción fue mala, sino peligrosa si llegaba a ser descubierta.
“Fui yo quien lo persiguió. Cuando se dio cuenta de mis intenciones, Assim me evitó tanto como le fue posible, sin embargo, en mi obstinación lo puse en peligro un sinfín de veces”, confesó Jenna.
Abdel había escuchado la historia, pero algo le decía que no estaba completa.
Menos si había sido Zaida quien autorizaba esa boda.
Ella, entre todas las madres, jamás hubiese permitido que su única hija se casara con un empleado de la Casa Rafiq.
¡Imposible!
Abdel se giró para perder el contacto visual con Jenna, miró a un punto ciego y habló.
“No puedo darles mi bendición”, dijo.
“¡Padre!”, gritó Jenna, sintiendo que el corazón se le rompía en pedazos.
“No puedo darles mi bendición, cuando la historia está incompleta. Hay algo que no están diciéndome, así que esto no depende de mí”, expresó Abdel.
“Depende de cuán sinceros sean conmigo. No quiero más mentiras, recuerden que nada es duradero si sus cimientos son débiles y fácil de corromper”.
“Tiene razón, señor”
Assim dio un paso adelante, pese a que Abdel estaba de espaldas, seguía siendo más alto que el consejero y su porte el doble de majestuoso.
“Yo voy a contarle el resto de la historia y luego júzgueme por mis actos”, pronunció.
Jenna negó.
“Assim”, lo llamó, sin embargo, él no la miró.
“Tengo que hacerlo”, susurró.
Assim procedió a contarle toda la verdad a su suegro, no se guardó nada, expresó todo lo que su corazón guardaba, así como profesó su amor por Jenna en más de una ocasión.
Mientras Abdel seguía asombrándose por el nivel de maldad de Zaida.
Esa mujer no conocía los límites.
“Soy culpable, mi señor, y en mi defensa solamente puedo aceptarlo”, dijo Assim.
Jenna sintió un nudo en la boca del estómago que le impedía respirar con normalidad, pues la confesión de Assim podía ser el final de su relación, el fin de su matrimonio.
“Hassan”, mencionó Abdel.
“Me sentí traicionado cuando lo supe”, comentó Hassan.
“Sin embargo, no puedo juzgarlo cuando soy un hombre profundamente enamorado de su esposa. Quizá yo en su lugar habría hecho lo mismo por tener a la mujer que amo a mi lado, habría hecho lo mismo para salvarla”, dijo, sin mirar a su padre, sus ojos estaban puestos en Sienna.
“Te amo”, le susurró ella, para que nadie más escuchara.
Hassan le sonrió.
“No puedes juzgarlo con crueldad, padre. Es el esposo de Jenna y si ella es feliz, ¿No es eso lo más importante?”, cuestionó Hassan.
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