La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 95
Capítulo 95:
“Dile al chofer que te lleve a casa de mi padre. Estaré al pendiente”, pronunció Hassan, dejando una clara advertencia en sus palabras.
Azahara asintió, tomó la mano de Nayla y salieron del salón.
“No sé si hemos hecho lo correcto”, pronunció Hassan al verlas salir.
“Todos merecemos una segunda oportunidad, Hassan. Ahora depende de ellas hacer buen uso de esa oportunidad”, dijo Sienna.
Hassan asintió.
“¿Hassan?”, preguntó al no verlo en su cuna.
“Con Scarlett y Amir”, respondió Sienna.
“¿Crees que pueda mirarlo un momento más?”, preguntó Hassan, haciendo que Sienna arqueara el ceño.
“¿Qué piensas hacer?”, preguntó Sienna, dando un paso atrás cuando Hassan avanzó en su dirección.
“Recuperar el tiempo perdido”, pronunció Hassan antes de tomar la cintura de Sienna y pegarla a él como si fuera una segunda piel.
“Hassan…”, murmuró Sienna.
“Te amo”, dijo Hassan, tomando los labios de su esposa en un apasionado beso.
Mientras tanto, Callie dio un paso para alejarse de Farid, después de que técnicamente la secuestrara en su habitación.
“Amir no puede quedarse solo por mucho tiempo”, dijo Callie ante el incómodo silencio entre los dos.
“No está solo”, respondió Farid.
“No puedes abusar de Scarlett cada vez que quieres ‘secuestrarme’”, refutó Callie.
“Le he prometido un zafiro si cuida de Amir, mientras volvemos”, explicó Farid.
Callie abrió y cerró la boca como si fuera un pez fuera del agua.
“¿Estás loco?”, preguntó la joven, sin poder creer que Farid hablaba en serio.
“Sí, estoy loco por ti, Callie”, confesó Farid.
Callie se alejó cuando él trató de agarrarla.
“No, señor, no te será muy fácil convencerme. Me he casado contigo porque no tuve más opciones”, dijo.
Farid sintió las palabras de Callie como dagas en su corazón.
“Eres cruel”.
“Todos lo somos alguna vez, Farid”, refutó Callie, caminando hacia el ventanal.
Ella apretó los puños, porque se sentía sensible, quería lanzarse a los brazos de Farid y decirle que todo estaba olvidado.
Sería tan fácil hacerlo, sin embargo, Farid había prometido conquistarla, pero hasta ahora no había sucedido nada.
“Te amo, Callie”, dijo Farid, sin acercarse, respetando la línea invisible que su esposa había marcado entre ellos.
Callie luchó para no sonrojarse, pero falló, la manera que Farid pronunciaba ese ‘te amo’ le había hecho estremecer de pies a cabeza; de hecho, ella estaba segura de que sus barreras pronto iban a derretirse como margarina en la sartén.
“Volveré con Amir”, dijo Callie, huyendo de la terraza a toda prisa.
Callie corrió por los pasillos del palacio, el corazón le palpitaba fuerte dentro de su pecho como si fuera a salirse de su cuerpo.
“Tienes que ser fuerte, Callie, no puedes caer a las primeras muestras de cambio. Quien quiere celeste que le cueste”, murmuró, mientras trataba de controlar su respiración.
“¿Callie?”, llamó Scarlett, saliendo de la habitación con Amir entre sus brazos.
“¿Estás bien?”, preguntó ante el silencio de la mujer.
“Estoy bien, gracias por cuidarlo, me haré cargo yo”, dijo Callie, extendiendo sus manos para tomar a Amir entre sus brazos y mecerlo cuando el niño amenazó con despertarse.
“¿Segura de que estás bien?”, insistió Scarlett al verla ligeramente roja. La chica colocó su mano sobre la frente de la joven madre.
“¿Qué haces?”, preguntó Callie, ligeramente espantada.
“Asegurándome de que no tengas fiebre, tienes las mejillas rojas”, explicó Scarlett.
Callie se sonrojó más si es que eso era posible.
“No tengo fiebre, te lo aseguro”, dijo.
Scarlett se encogió de hombros.
“Si me necesitas solo llámame”, indicó antes de volver a la cama para tomar entre sus brazos a Hassan, su pequeño sobrino, que se había quedado profundamente dormido, como si adivinara que sus padres se habían perdido en alguna de las muchas habitaciones del palacio.
Entre tanto, Azahara y Nayla fueron llevadas a sus nuevas habitaciones.
“Estas habitaciones están conectadas entre sí, el Señor Hassan lo ha dispuesto de esa manera, si hay algo que no sea de su agrado, solo tiene que informarnos”, dijo la muchacha.
Azahara negó.
“Todo está bien, muchas gracias por ocuparse de nosotras”, expresó.
La joven se sonrojó ligeramente, pues estaba acostumbrada a recibir órdenes y no agradecimientos.
“Estoy a sus órdenes, señora, señorita”, dijo con prontitud.
“Gracias, puedes retirarte”, pidió Azahara, esperando quedarse a solas con Nayla.
“Mamá”, llamó Nayla, acercándose a Azahara.
“¿Cómo te sientes?”, preguntó Azahara.
“Terriblemente mal, hice cosas que no debí y al final te arrastré conmigo. No llevo tu sangre, sin embargo, dejaste a mi padre por mí. No te merezco como madre”, sollozó Nayla.
Azahara abrió sus brazos y Nayla no dudó en aferrarse a ellos.
“Estaré contigo siempre, Nayla. Las dos nos equivocamos”, la consoló Azahara.
Nayla asintió. “Estaremos bien, cariño”, dijo Azahara, abrazando con fuerza a su hija del corazón.
Entre tanto, en la celda de la prisión, se podían escuchar los lamentos de Zaida. Había sido castigada hasta que perdió el conocimiento, y la rutina se repetiría hasta que la vida abandonara su cuerpo, hasta que su corazón dejara de latir.
Zaida abrió los ojos y, pese al castigo que sufría, nada ablandaba su negro corazón.
‘Voy a morir, pero antes convertiré sus vidas en un infierno… es hora de que Azahara sepa la verdad, de que su hijo no murió…’, pensó Zaida, con una mirada llena de maldad.
“Necesito hacer una confesión”, pidió Zaida con voz sollozante, esperando convencer a su verdugo.
Entre tanto, el avión que transportaba a Jenna y Assim aterrizó en el aeropuerto de Dubái cuando el sol se estaba ocultando.
La pareja se dirigió a la salida, donde un auto los esperaba.
“Jenna”, llamó Assim al darse cuenta de que la manga de la túnica de Jenna le temblaba con violencia.
“Lo siento, estoy muy nerviosa”, respondió Jenna, agarrando sus manos entre sí.
“Tranquila, confiemos en que tu padre no se molestará”, dijo Assim.
“¿Qué pasa si pide la anulación de nuestro matrimonio?”, preguntó Jenna.
Los labios de Assim formaron una línea recta.
Ellos no habían consumado su matrimonio, así que podía existir la posibilidad de que Abdel solicitara una anulación, sobre todo por la manera en que se dieron las cosas.
“No pasará, tu padre es un hombre sensato y sé que comprenderá nuestra situación”, dijo Assim, aun con sus dudas.
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