La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 93
Capítulo 93:
“Está bien, estoy hambriento”, mintió Assim, había comido en el avión, pero no era capaz de rechazar la cena de Jenna, a quien le había dedicado tan poco tiempo.
Jenna sonrió y se dirigió a la cocina para servir la cena. Cuando todo estuvo dispuesto en la mesa, llamó a Assim.
“Gracias”, dijo él.
Jenna elevó las cejas. “¿Por qué siento que estás nervioso?”, le preguntó de repente.
Assim suspiró.
“Hay cosas que tengo que platicarte, Jenna, pero, antes que nada, te pido que me perdones”, dijo.
Jenna parpadeó.
“¿Qué es lo que tengo que perdonarte?”.
Assim se aclaró la garganta.
“Desde nuestra boda hasta el día de hoy, todo ha sido abrupto y medias verdades”.
“¿Qué quieres decir?”, cuestionó Jenna.
“Han pasado muchas cosas, tu padre despertó del coma, Hassan y Sienna están juntos”, explicó Assim.
“¿Hassan recordó?”, preguntó Jenna.
Assim negó con la cabeza.
“Entonces….
Jenna lo instó a continuar.
Assim le contó a Jenna todo lo ocurrido en los últimos días, incluyendo la condena que pesaba sobre los hombros de la madre de Jenna.
“Por Alá, yo sabía que ella no era buena, pero no creí que fuera tan mala. ¿Cómo fue capaz de arrastrar a Farid con ella?”, preguntó Jenna entre sollozos.
“Le fallé a tu hermano, Jenna, pero te juro que lo hice por ti, por nuestro amor”, dijo Assim.
“¿De qué hablas?”, Jenna lo cuestionó.
“Hice un trato con tu madre, yo no le revelaría la verdad a Hassan, si a cambio, me dejaba casar contigo…”, confesó Assim.
Jenna se quedó de piedra al escuchar eso.
Ella había querido saber cómo es que su madre terminó aceptando su matrimonio con Assim, pero no se imaginó que era por un acuerdo.
“¿Es por eso que me mantuvieron alejada de Hassan?”, preguntó Jenna en tono bajo y herido.
“Sí, ese fue el motivo”, confirmó Assim.
“¡¿Cómo fuiste capaz de hacer una cosa como esa, Assim?!”, medio preguntó, medio gritó Jenna.
Assim intentó explicarse, pero Jenna estaba enojada por cómo había manejado las cosas a sus espaldas. Finalmente, Assim le dijo que si Jenna lo consideraba un mal hombre, él se alejaría de ella cuando volvieran a Dubái.
Jenna sintió que el corazón se le hundía en el pecho, pero estaba confundida.
Recordó cómo había sido ella quien persiguió a Assim todo el tiempo, ¿Podía ser tan dura con él cuando todo lo que hizo fue por mantenerla a su lado? Un escalofrío recorrió su cuerpo. ¿Cómo iba a poder mirar el rostro de su hermano sin sentirse culpable?
“Jenna”, la voz de Assim la sacó de sus cavilaciones.
“Toma un poco de té, te hará sentir mejor”, dijo Assim, entregándole la taza y alejándose de ella. Jenna sintió la barrera que Assim había erguido entre los dos, se estaba comportando como el consejero de Hassan y no como su esposo.
Assim se sentó frente a ella y esperó a que bebiera unos cuantos sorbos de la infusión que le había preparado. Él deseaba sostenerla entre sus brazos y prometerle mil cosas, sin embargo, no sabía cómo actuar.
“Gracias”, susurró Jenna, dejando la taza sobre la pequeña mesa en el centro de la sala.
“¿Te sientes mejor?”, preguntó Assim.
Ella asintió.
“Debemos volver a Dubái, tu padre espera verte y Hassan espera que le confesemos nuestra situación”, dijo Assim.
“Assim”, lo llamó Jenna.
Él la miró y Jenna tuvo ganas de gritar.
“Lo siento, Jenna”, dijo Assim.
El corazón de Jenna se estremeció. Quizá era muy tonta o estaba muy enamorada, pero ver la tristeza y el dolor en los ojos de su marido, le hizo sentirse terriblemente mal y desagradecida. Assim siempre la había tratado con respeto y cuidado, nunca la había ofendido.
“No quiero que exista más secretos entre nosotros, Assim, no quiero tener que ser la última en enterarse de todo. No es así como funciona un matrimonio, ¿Verdad?”, preguntó Jenna.
“Jenna”, dijo él.
“No puedo juzgarte duramente, quizá, en tu lugar habría hecho lo mismo”, confesó Jenna.
Assim se levantó de su asiento y se acercó a ella, arrodillándose delante de Jenna.
“Te prometo que no habrá más secretos entre nosotros, Jenna. Por mi vida te lo prometo”, dijo, tomando la mano de su joven esposa y dejando un beso en su dorso.
“Te estoy dando mi confianza y mi amor, no me defraudes, Assim”, pidió ella con un hilo de voz.
“Te lo prometo”, reiteró Assim, dejando otro beso sobre el delicado dorso de su esposa.
“¿Tenemos que volver?”, preguntó Jenna.
“Sí”, respondió Assim.
Ella asintió, lista para enfrentar lo que les esperaba en Dubái.
Mientras tanto, en el Palacio Rafiq, Abdel se preparaba para conocer a sus nietos. Cuando Hassan y Farid le habían dado la noticia, él se había emocionado.
La vida le estaba dando una segunda oportunidad y él solo podía agradecer a Alá por sus bendiciones.
Abdel no pudo evitar pensar en Zaida, su exesposa.
“Tienes que dejar ir el pasado si quieres recuperar tu vida y tu camino”, murmuró para sí. Pero era más fácil decirlo que hacerlo, treinta y un años de matrimonio destruidos en cuestión de meses.
Los toques a la puerta interrumpieron los pensamientos de Abdel. “Adelante”, ordenó.
“Señor”, Halima hizo una reverencia antes de levantar la mirada.
“Sus hijos esperan en el salón principal”, avisó.
Abdel asintió, tomó el bastón y salió de la habitación con Halima a su espalda.
Hassan y Farid se levantaron casi de inmediato al ver a su padre entrar al salón, Sienna y Callie hicieron lo mismo con cada bebé en sus brazos.
“Padre”, saludaron Hassan y Farid al unísono.
Abdel sintió que su corazón se hinchó de felicidad al ver a su familia reunida. Luego de todo lo ocurrido, ahora tenían una nueva oportunidad de empezar de cero.
“Hoy inicia una nueva etapa en nuestras vidas, una nueva historia nace con sus hijos y mis nietos”, dijo Abdel.
Sienna y Callie se pusieron de pie y caminaron hacia sus esposos, para entregarles a sus bebés.
“Padre, te presento a mi hijo, Hassan Rafiq Mackenzie”, pronunció Hassan, dejando a su hijo en brazos de su padre.
“Que Alá te proteja y bendiga tu vida, pequeño Hassan, fruto del amor de tus padres”, declaró Abdel, dándole un beso en la pequeña cabeza del niño.
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