La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 92
Capítulo 92:
Farid apretó los puños, consciente de sus errores.
“Sé que te causé mucho daño, Callie, y que no me alcanzará la vida para curar tus heridas y borrar tus cicatrices, pero no tenía otra opción. En ese momento, no sabía quién estaba y no estaba de mi lado. Había mucho en juego, muchas vidas corrían peligro”, explicó, intentando que Callie entendiera sus razones.
Callie se limpió las lágrimas que se derramaron por sus mejillas, consciente de que aún había mucho por resolver entre ellos.
“Sí, Amir”, confirmó Farid.
Callie asintió, apartó la mirada porque era incapaz de mantenerse serena. Su corazón latía fuerte dentro de su pecho y sus manos sudaban.
Ella no quería perdonarlo fácilmente, quería que en verdad Farid le demostrara su amor.
Mientras tanto, en la biblioteca, Hassan se reunió con Assim. Assim le informó que debía ir a buscar a su esposa Jenna, ya que el padre de Hassan preguntaba por ella. Hassan accedió, pero le advirtió que Assim tendría que hablar con su padre sobre su matrimonio cuando regresara.
Sienna, al ver a Hassan, cuestionó si no estaba siendo demasiado duro con Assim. Le hizo ver que Assim, a pesar de sus errores, había demostrado su lealtad al ayudar a Farid y estar pendiente del padre de Hassan.
Hassan atrajo a Sienna entre sus brazos, cerrando los ojos y aspirando el aroma a jazmín de sus cabellos. Sienna le hizo reflexionar sobre el sufrimiento que todos habían vivido y la oportunidad de ser felices.
Ante las palabras de Sienna, Hassan la atrajo más hacia él, quedando muy cerca de su rostro.
“¿Siempre eres así?”, preguntó, refiriéndose a ella como:
‘Una esposa rebelde’.
Antes de que Sienna pudiera responder, Hassan la besó apasionadamente, arrastrándola hasta colocarla sobre el escritorio.
Sienna, sin poder contener su deseo, correspondió el beso con la misma intensidad, dejándose llevar por el amor que sentía por su esposo.
Sienna g!mió al sentir su espalda chocar con la dura madera del escritorio, pero nada la hizo separarse del apasionado beso que compartía con Hassan.
Fue hasta que él abandonó sus labios y se deslizó por su mentón, dejando un sendero de besos húmedos y ardientes por su cuello, mientras sus manos abrían los botones de la blusa de Sienna.
Un ronco g$mido escapó de los labios de Hassan al encontrarse con los pechos grandes y pesados de Sienna, pues el embarazo le había sentado de maravilla.
Él besó aquellos pechos con gozo, cuidándose de no tocar los pezones, pues para él eran sagrados, la fuente de alimento de su hijo.
En su lugar, se deslizó por el v!entre de su esposa, acariciando y lamiendo cada centímetro de piel.
El cuerpo de Sienna deseaba más que aquellas caricias.
Ella ardía en deseo, quería sentir más que toques y caricias, deseaba fundirse de nuevo y ser un solo ser con Hassan.
Pero él tenía otros planes, siguió deslizándose por la piel de Sienna, abriendo la pretina de su holgado pantalón y deslizando la prenda por sus largas y esbeltas piernas, dejando un sendero de besos en el muslo interno.
Hassan se deleitó en el cuerpo de Sienna, volviendo sobre el mismo sendero de besos y colocándose entre las piernas de su amada, haciéndola temblar de anticipación. Sienna se mordió el labio, dándose cuenta de que estaban en la biblioteca, con la puerta sin seguro y la posibilidad de que alguien pudiera entrar.
Pero sus pensamientos fueron interrumpidos por el g$mido que escapó de sus labios cuando sintió la lengua de Hassan deslizarse por su feminidad, barriendo todo razonamiento y haciendo que solo existieran ellos dos, amándose.
Las manos de Hassan recorrieron los muslos internos de Sienna, mientras su lengua trabajaba arduamente sobre su cl!toris, humedeciéndolo y haciéndolo crecer ante la estimulación. Sienna era una víctima feliz del placer que le brindaba su esposo.
Hassan la llevó por los caminos del placer, haciéndola sentir viva, mientras él renacía a su lado. Un cúmulo de recuerdos se fueron adueñando del Emir, recuerdos que había creído haber perdido para siempre.
Cuando Sienna alcanzó su primer orgasmo, Hassan lamió con dedicación sus jugos antes de colocarse entre sus piernas y ayudarla a sentarse.
Sienna se perdió en su mirada, sus ojos brillantes, sus respiraciones agitadas, pero nada fue impedimento para que continuaran amándose.
Hassan la tomó de la nuca y estampó sus labios sobre los de Sienna, uniéndose en un apasionado beso, mientras él se hundía en el interior de su esposa.
Un grito ahogado se convirtió en un ronco y erótico g$mido, que llevó a Hassan al borde de su pasión.
Él arremetió contra el cuerpo de Sienna, consciente de su rudeza, pero Sienna no se quejó ni una sola vez, se aferró a sus hombros y enroscó sus largas piernas sobre su cintura, presionando sobre sus nalgas y llevándolo a lo más profundo de su ser.
“¡Hassan!”, gritó Sienna al sentirse invadida por la hombría de su marido. El Emir se detuvo un breve momento, pero luego reanudó un loco movimiento de caderas, encontrándose en cada arremetida, como si lo hubiesen estado practicando.
Hassan levantó el cuerpo de Sienna y la sentó a la orilla del escritorio, ella g!mió al sentir el placer atravesarle el cuerpo, mientras él la tomaba entre sus brazos y la cargaba para llevarla al sillón y dejarla sobre su cuerpo, como si fuera una amazona.
“Sienna”, susurró Hassan con la voz cargada de deseo y pasión.
Ella lo miró y le sonrió.
“Te amo”, dijo antes de volver a unir sus bocas en un apasionado beso, mientras Sienna se movía al compás del placer, cabalgándolo como si no existiera un mañana.
Finalmente, alcanzaron el clímax juntos, y en ese momento, una oleada de recuerdos golpeó la mente de Hassan.
Él recordó el momento en que vio a Sienna por primera vez, su primera noche de pasión, su reencuentro como prometidos y su boda abrupta.
Todos los recuerdos cayeron en su lugar, y un fuerte g$mido de felicidad y agonía escapó de sus labios.
“Te amo, Sienna, te amo. Gracias por esperarme”, dijo Hassan, escondiendo su rostro en el cuello de su esposa, mientras permanecía enterrado en ella.
“Hassan…”, susurró Sienna, su corazón saltando de alegría al saber que su amor había superado la prueba más grande, pues lo que momentáneamente la mente olvidó, no pudo hacerlo el corazón.
Su amor era mucho más grande, más intenso y profundo que el tiempo, la distancia y los recuerdos. Era Amor del bueno.
Sienna limpió con delicadeza las lágrimas de felicidad de Hassan, bajó sus labios y con ternura besó los labios de su esposo.
Después de todo, tenían que recuperar el tiempo perdido.
Horas más tarde, Assim llegó a donde se encontraba Jenna. Sabía que tendría que explicarle todo lo que había hecho para poder casarse con ella, temiendo que Jenna no pudiera comprenderlo. Pero no tenía más remedio que hablar con ella y contarle la verdad.
“¡Assim!”, exclamó Jenna al verlo parado en la puerta de su residencia, él no le había dicho que venía.
“Jenna”, pronunció él con un nudo en la garganta.
Assim dejó caer su bolsa de viaje y corrió para abrazarla, buscando sus labios para darle un beso.
“¿Por qué no llamaste?”, preguntó ella cuando se separaron.
“Quería sorprenderte”, susurró él.
Jenna sintió su corazón agitarse.
“Y los has logrado, ¿Tienes hambre?”, preguntó Jenna, sin dejarle responder añadió:
“He preparado una deliciosa cena, también he comprado una botella de vino. No tiene alcohol”, se apresuró a decir, pues en su país no era permitido ingerir bebidas.
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