La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 90
Capítulo 90:
“No lo estoy, Sienna, lo que tengo es miedo de que me pida algo que no puedo darle”, explicó Callie.
“¿Ya no lo amas?”, preguntó Sienna.
Callie quería decir:
‘Ya no’.
Pero sería una mentira total, por mucho que se empeñó en esos meses por olvidarse de Farid, sus esfuerzos fueron en vano, porque su corazón traicionero volvió a la vida cuando lo miró en la celda.
“No se trata de si lo amo o no, Sienna, se trata de confianza. Él pudo haber actuado de manera distinta, no lo sé. Tampoco puedo juzgarlo con dureza, no estoy en sus zapatos, ni en su mente, ni en su corazón”.
“Todo tiene una explicación, Farid, hizo lo que creyó que era mejor para nosotras. De lo contrario, Zaida hubiese acabado con nosotras. Tenía el poder, la ventaja de estar en este país…”, reflexionó Sienna.
Callie asintió.
“Tienes razón, hablaré con Farid y será lo que el cielo quiera que sea”.
“No existen las casualidades, Callie”, dijo Sienna.
Callie dejó la taza sobre la mesa, se puso de pie y salió de la habitación.
La joven pensó que debía buscarlo en su habitación, pero Halima le había dicho que la esperaba en la terraza, así que decidió ir a su encuentro, sin embargo, Farid no la dejó ir muy lejos antes de unirse a ella.
“Vamos juntos”, dijo Farid.
Callie asintió, mientras su corazón golpeaba contra su pecho.
“No creo que tengamos mucho que decirnos”, se apresuró a decir.
“Callie”, la llamó Farid.
“Todo lo que nos une ahora es nuestro hijo, Farid. Yo no soy la mujer idónea para ti, no encajo en tu cultura, ni en tus requisitos para ser una esposa v!rgen y sumisa”, expresó Callie.
Las palabras de Callie golpearon a Farid como bofetadas.
Farid, con una mezcla de miedo y asombro, observaba a Callie mientras ella contenía un dolor profundo. “Jamás debí pronunciar aquellas palabras, Callie, no sabes cuánto me arrepiento de haberlas siquiera pensado”, dijo con remordimiento.
“Sin embargo, las dijiste”, le recordó Callie, su voz teñida de decepción y angustia.
“Solo quería protegerte y proteger a Sienna, mi madre estaba dispuesta a hacer cualquier cosa, cualquier tipo de daño y yo no podía permitir que el hijo de mi hermano corriera peligro”, explicó Farid, intentando justificar sus acciones pasadas.
Callie, aunque herida, no podía negar la validez de sus palabras; ella tampoco deseaba nada malo para Sienna y Hassan.
“Perdóname, Callie, sé que será muy difícil volver a ganarme tu confianza, pero te juro que haré todo lo posible, hasta lo imposible para que me vuelvas a querer”, imploró Farid, la sinceridad en su rostro era evidente.
En ese momento, Callie sintió un dolor agudo, el cual la hizo tambalear.
“¡Callie!”, gritó Farid al verla doblarse.
“He roto fuente”, susurró Callie, y Farid, aunque asustado, no podía ocultar su asombro ante la inminencia del nacimiento de su hijo.
El bebé no podía esperar, y Farid, enfrentando la realidad de las rígidas costumbres de su país, sabía que tenían que actuar rápido.
“No puedes dar a luz en un hospital, Callie”, dijo, explicando la complicada situación que enfrentaban debido a su estado civil.
“¡Dios, no estoy para reglas y costumbres! ¡El niño viene y le importa tres pepinos si estoy o no casada!”, exclamó Callie, frustrada y asustada por el dolor y la inminente llegada de su bebé.
Entendiendo la gravedad del asunto, Farid propuso una solución desesperada pero necesaria. “Cásate conmigo”, pidió, consciente de que su hijo no podía nacer fuera del matrimonio en su cultura. Callie, sorprendida y adolorida, no sabía qué responder.
Sienna y Hassan entraron en la habitación justo cuando el médico familiar y Jahir, el Emir de Abu Dabi, hicieron acto de presencia.
“¡Callie!”, exclamó Sienna al ver a su amiga en semejante estado de dolor.
En un susurro cargado de ansiedad, Callie reveló a Sienna que Farid quería casarse con ella antes del nacimiento del bebé.
Sienna, pragmática y pensando en el bienestar del niño, instó a Callie a considerar la propuesta.
“Las leyes son así”, le recordó, enfatizando la dura realidad de su situación y la importancia de proteger al bebé ante todo.
Callie, ante el dolor y la presión de la situación, tomó una decisión práctica, aunque no ideal.
“Dile que acepto, pero que se dé prisa, mi bebé no esperará un mes para los preparativos”, gruñó.
Sienna asintió, comprendiendo la urgencia y transmitió el mensaje a Farid. En medio del caos, la seguridad del bebé se convirtió en la prioridad, dejando a un lado los sentimientos complicados y las leyes restrictivas que ahora los rodeaban.
La discusión de los hombres se detuvo cuando el médico se acercó a Callie. Como miembro activo del Consejo, Jahir podía oficiar una ceremonia relámpago para que Farid y Callie se casaran.
Nadie pondría en duda la veracidad de su matrimonio si el acta estaba firmada por él.
“¡Date prisa, Farid, no tengo todo el día!”, gritó Callie desde su posición, sintiendo una nueva contracción.
Farid corrió al lado de Callie y la ayudó a llegar a la cama.
Ninguno de los dos esperaba tener una boda civil en esas circunstancias, pero cuando Jahir, como Emir de Abu Dabi, les hizo las preguntas de rigor antes de celebrar el matrimonio, ninguno puso objeción. Después de quince minutos, Farid y Callie estaban oficialmente casados.
Callie no sabía cómo había soportado tanto tiempo, cuando cada segundo parecía una eternidad.
“Firmen el acta y enviaré los documentos a Abu Dabi para que sean legalizados tan pronto como sean recibidos”, expresó Jahir.
Farid asintió, y de un momento a otro, el caos se desató cuando un grito desgarrador salió de la garganta de Callie, mientras presionaba la mano de Farid con tal fuerza que parecía capaz de romperla.
“Necesito que abandonen la sala”, pidió el doctor, mientras las mujeres del servicio entraban con lo que él les había solicitado antes de acudir a la habitación, como médico y como testigo de la unión.
Hassan, Sienna y Jahir abandonaron la habitación tan pronto como se les fue indicado.
Sienna se quedó frente a la puerta, mientras Hassan despedía a su primo, agradeciéndole todo lo que había hecho por ellos.
Entre tanto, Farid no se alejó de Callie, y ella tampoco se lo pidió. Todo lo que la joven deseaba era que su bebé llegara con bien.
Farid, emocionado y nervioso, no se apartó del lado de Callie.
Acababa de pasar por una situación difícil que lo había enfrentado a la muerte, y ahora se preparaba para el nacimiento de su hijo, un bebé del cual no había tenido conocimiento hasta hace unos días, pero a quien ya amaba con todo su ser.
La emoción y el nerviosismo abrumaron a Farid por partes iguales, su corazón resonaba como un tambor dentro de su pecho.
Tomó la mano de Callie y le dejó un beso sobre su dorso.
“Estoy contigo”, dijo, como si necesitara expresarlo.
Callie asintió, su frente perlada de sudor y sus labios apretados en una fina y recta línea.
“Respire, Señora Rafiq, respire”, habló el doctor, tratando de tranquilizarla.
“No puje hasta que se lo ordene, de esa manera no perderá fuerzas de manera innecesaria”, añadió el galeno.
Callie asintió con un movimiento de cabeza, mientras sentía la presión de la mano de Farid sobre la suya.
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