La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 86
Capítulo 86:
Nayla ni siquiera tenía aspiraciones de llegar a casarse, ningún hombre que supiera de sus cicatrices querría tocarla.
El dolor hizo su corazón estremecerse; todo por dejarse envolver y guiar por la persona incorrecta.
Entre tanto, Zaida cayó de rodillas en el piso de su celda, las lágrimas rodaron por sus mejillas, mientras el dolor en su pecho le hacía doblarse de dolor.
“Estás sola, Zaida. No tienes esposo, hijos, ni familia”.
Aquellas palabras se repetían una y otra vez en su cabeza y el dolor fue cada vez más intenso. Un grito desgarrador se abrió paso por su garganta.
Zaida lloraba producto de su propio fracaso, el no haber logrado manipular a todos a su antojo era lo que realmente la enfermaba.
Ella no tuvo el control como tanto pensó.
“Farid”, susurró entre el llanto y la rabia.
“Fuiste el principio de mi caída, pero yo seré tu final”, aseguró.
Ella no iba a irse sola, sabía que estaba condenada y Farid lo estaría con ella.
Sin embargo, Zaida desconocía que su hijo mayor había regresado a Dubái y se dirigía al palacio donde Farid aguardaba para su juicio y sentencia.
“Farid”, llamó Hassan.
El hombre levantó el rostro, se veía realmente lamentable.
La barba le hacía ver mucho mayor de los veinticinco años que tenía sobre sus hombros y demasiado flaco, como si no lo hubiesen alimentado.
“No debiste venir”, murmuró con pesar.
“Sé todo lo que has hecho, Farid, aunque eso no te exime de ciertas culpas, tampoco mereces estar aquí y aceptar una culpa que no es tuya”, refutó Hassan con cierto enojo.
“¿Encontraste a Sienna?”, preguntó Farid, haciendo omisión de sus palabras.
“Farid”.
“¿La encontraste?”, insistió.
“Sí”.
“Entonces, mi misión ha terminado. Perdí mucho en el camino, quizá a mí mismo”, dijo girándose para no ver a su hermano.
“No tengo nada más que hacer aquí, no tengo por quién vivir”, musitó.
“Quizá un hijo sea una razón suficiente para seguir viviendo…”, dijo una voz.
Farid se tensó como la cuerda de un violín al escuchar aquella voz, que pensó jamás volvería a escuchar.
Tenía tanto miedo de girarse y darse cuenta de que solo era producto de su imaginación.
Sería demasiado bueno para ser cierto, Callie no podía estar allí, ella…
“¿No es suficiente para ti, Farid?”, preguntó Callie, aferrando una mano sobre su v!entre y la otra en los hierros de la celda.
‘Una razón para vivir’, pensó Callie. Farid solo necesitaba una, una sola razón para seguir viviendo. Una sola esperanza.
“Dime que, si volteo a verte, no te esfumarás de nuevo”, pidió Farid en un hilo de voz.
Callie tragó el nudo formado en su garganta.
“¿Qué significaba eso?”.
“Prométeme que no te moverás de allí, que no desaparecerás como tantas otras veces”, suplicó Farid.
“Mírame”, pidió Callie con los nervios instalados en su pecho, manando de cada poro de su cuerpo.
Callie se había decidido en el último momento, casi cuando Hassan y Sienna estaban abordando el avión.
Su intención había sido olvidarse de Farid para siempre y hacer de cuenta que solamente había sido un loco sueño, una aventura que llegó a su fin, pero al sentir el movimiento del bebé dentro de su v!entre, supo que no era capaz de hacerlo.
No podía permitir que él fuese condenado por su propia cabeza y poco deseo de vivir, por lo que, había subido al auto y corrido la carrera más importante de su vida.
“No voy a irme”, dijo Callie.
Farid cerró los ojos, se giró tan lentamente que pareció una eternidad.
“Mírame”, insistió Callie, sintiendo el mismo miedo que Farid.
¿Estaba creyendo que esto era un sueño?
Farid abrió los ojos, la respiración se le cortó y su corazón pareció detenerse en ese preciso momento al ver el rostro de Callie delante de sus ojos.
El silencio se instaló entre ellos, sus miradas eran lo único que los conectaba, había una cantidad inmensa de sentimientos y culpas, que Callie no podría adivinar, pues ella tenía su propio calvario, uno, que Farid tampoco podía saber.
Los dos habían sufrido la separación, las duras palabras dichas por Farid, habían causado heridas profundas en el corazón de Callie, aun así, ella estaba allí, parada frente a él, dándole una razón para vivir aunque no fuera ella.
Farid, incapaz de verla a los ojos, consciente del daño que le había causado, deslizó la mirada y se encontró con algo que le hizo sentir más vergüenza y culpa.
Él tragó el nudo formado en su garganta y se acercó a las rejas que lo separaban de ella, de ellos.
“¿Estás embarazada?”, preguntó.
Su voz sonó tan baja y ronca, como si no hubiese pronunciado la pregunta en voz alta.
Callie asintió, en ese momento no era capaz de hablar, sus emociones la abrumaron tanto, que sintió que la tierra iba a abrirse bajo sus pies.
“Perdóname”, susurró Farid con el corazón en las manos, ni siquiera podía expresar lo que sentía en ese momento.
Callie siguió callada, no encontraba su voz.
Las palabras parecían haberse atorado en su garganta y sus ojos derramaron lágrimas.
“¡Alá, ¿Qué fue lo que hice?!”, preguntó Farid, al tiempo que sus rodillas cedían bajo su cuerpo y lo llevaran al piso, arrodillado delante de Callie.
Farid lloró de manera desconsolada, como jamás lo había hecho en la vida, ni siquiera, cuando supo que su madre lo arrastraría al infierno con ella.
“¿No vas a cuestionar tu paternidad?”, preguntó Callie, armándose de valor.
“¿No pondrás en tela de juicio mi embarazo?”.
Farid hubiese preferido recibir doscientos latigazos en ese preciso momento, porque las palabras de Callie le herían como si fueran puñales clavándose en su pecho, tocando su corazón con sus puntas filosas y rasgándolo sin piedad alguna, sin embargo, se sabía culpable y merecedor de aquel castigo.
“Callie…”, intentó decir.
“No voy a mentirte Farid, todos estos meses deseé no volver a verte jamás en mi vida, me juré que mi hijo no sabría de tu existencia. Las heridas que me causaste fueron grandes, profundas, tanto, que dudo un día las cicatrices lleguen a borrarse”, dijo Callie.
La vista de Callie se vio nublada por las lágrimas.
“Sin embargo, no puedo irme así, sin más”, confesó.
“Mi hijo y tú merecen saber el uno del otro, conocerse y amarse”, añadió.
“Lo siento, no sabes cuánto me arrepiento de haber hecho las cosas como las hice, si pudiera regresar el tiempo, te aseguro que lo haría mejor, Callie”.
Ella bajó el rostro por un momento, estaban a solas.
Ni siquiera se había dado cuenta del momento en que Hassan había dejado el sitio.
“Callie”.
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