La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 85
Capítulo 85:
“El Señor Farid no tiene deseos de vivir, él asegura que desde que perdió a la señora”, dijo Assim viendo a Callie.
“Él se ha condenado”.
Hassan apretó los puños.
“Todos ustedes se han equivocado, estar del lado a mi madre fue su primer error. Si cedes ante un chantaje la primera vez, lo harás siempre. No sé cómo se han dejado manipular por una mujer como ella”.
“Señor…”, intentó Assim.
“Zaida Rafiq no tenía el poder hasta que mi padre, mi hermano y tú se lo dieron”, reclamó Hassan.
Assim bajó la mirada.
“El Señor Farid es quien más ha sacrificado”, insistió Assim, mirando a Callie, quien intentaba respirar.
“No puede dejarlo solo, no debe”, añadió.
Hassan se alejó de Assim, porque estaba más que tentado a estamparle otro puñetazo en el rostro, por idiota.
“Debieron decirme y juntos hubiésemos llegado a una solución”.
“Por favor, Señor Hassan, además su padre ha despertado y quiere verlo”.
Hassan se tensó como la cuerda de un violín.
“Señor, por favor, vuelva”, pidió Assim.
Assim se acercó a la mesa para encontrarse con Callie, luego de que Hassan guardara silencio.
“Señora”.
Callie tembló al escucharlo.
“Por favor, tiene que venir conmigo, quizá si él la mira, sus deseos de vivir regresen. No puede dejarlo morir sin saber lo que ha pasado, todo lo que él ha hecho”, suplicó Assim.
Callie cerró los ojos y una cascada de lágrimas cayeron por sus mejillas, mientras Assim contó todo lo que había sucedido. Cómo habían logrado hacer caer a Zaida por su propia boca y lo que ella hizo para vengarse de Farid.
Todos escucharon atentos, mientras Callie trataba de procesar los hechos. Assim hablaba únicamente de lo que conocía, pero no de lo que Farid le había dicho y hecho sentir, sin embargo, ¿Tendría el corazón para dejarlo morir?
¿Podría ver la cara de su hijo cuando fuera mayor y no llenarse de culpa? Callie dudaba que fuera capaz de hacerlo.
Assim entró en pánico, pensó que su viaje había sido en vano y que ninguno movería un solo dedo para salvar a Farid de las falsas acusaciones de Zaida, quizá él tenía razón y ya no había motivos o razones por los cuales luchar.
“Volaré a Dubái”, dijo Hassan.
“Señor”.
“No voy a dejar que pague siendo inocente”, gruñó.
Assim asintió.
“Es urgente, él puede ser condenado de un momento a otro. Han pasado más de cuatro semanas y él no quiere ver a nadie. Se negó a que pidiera ayuda, estoy aquí sin que él lo sepa”.
“Sienna”, llamó Hassan.
Ella no se apartó del lado de Callie, pero no tuvo ningún reparo en responder.
“Iremos contigo, no te dejaré ir solo”, aseguró con decisión.
Hassan sabía que no iba a poder negarse, por lo que se dirigió a Assim.
“¿Traes el avión privado?”.
“Sí”.
“Perfecto”, respondió.
Todo el enojo que Hassan sintió por Farid no desapareció, aún tenía que arreglar cuentas con él, pero por el momento tenía que hacer algo para salvarlo. No podía dejar que pagara siendo inocente, sus diferencias las arreglarían después.
Las siguientes tres horas fueron una locura total, Hassan y su familia dejaron la ciudad de Nueva York al mediodía, el Emir no pudo evitar sentir cierto temor al estar en el aire, pero ver a Sienna a su lado le hizo mantener la calma.
Mientras tanto, en Dubái, Zaida miró a su hermana y a Nayla junto a ella.
“¿Qué hacen aquí?”, preguntó de manera brusca. Zaida se había negado a recibir visitas, no deseaba que nadie le viera en aquella lamentable situación.
“Te traje algo de comida”, respondió Azahara.
“No la necesito”, espetó con brusquedad.
Azahara la miró.
“Ni siquiera estando en una situación como esta, puedes cambiar y arrepentirte del mal que has hecho. ¿Por qué condenas a tu hijo de esta manera?”, preguntó la menor.
“No lo entenderías, no tienes hijos”, gruñó Zaida.
Azahara respiró un par de veces, sabía que las palabras de Zaida tenían como único fin herirla profundamente por su falta de capacidad de tener hijos.
“Tienes razón, no tengo hijos biológicos, pero tengo a Nayla”.
Una carcajada burlesca salió de la boca de Zaida.
“Jamás será lo mismo”.
“También tienes razón en eso, no es lo mismo, pero la siento mía. Me equivoqué al dejar que la corrompieras y manipularas. Nayla recibió un castigo duro por tu causa. Las cicatrices que lleva en la espalda serán para siempre”.
Zaida miró a Nayla de nuevo, la joven no la miró ni una sola vez, entonces, ¿Para qué vino?
“No fue mi culpa”.
“¡Claro que lo fue!”, gritó Azahara.
“Eres una mujer terrible, Zaida, no tienes sentimientos. Ningún tipo de amor alberga tu corazón”.
“Vete”, pidió Zaida.
“Te quedaste sola, sin tu marido, sin hijos y sin el poder del que tanto te vanagloriaste. Personas como tú no deberían existir en este mundo”.
Zaida apretó los puños al escuchar las palabras de su hermana.
“No eres quién para decirme nada, ¡vete, Azahara! ¡Vete!”, gritó.
Azahara negó.
“Arrepiéntete y has algo bueno por Farid, no lo condenes a morir junto a ti. ¡Es tu hijo! ¡Sangre de tu sangre y carne de tu carne!”.
Zaida se giró en la celda y le dio la espalda a su hermana y sobrina.
No quería verlas.
“¡Lárguense de aquí!”, insistió.
Nayla tomó el brazo de Azahara.
“Será mejor que nos vayamos, madre, no tiene caso seguir aquí”, dijo.
Para Nayla había sido difícil entender su error, pero con la ayuda de su madre lo había conseguido y se había arrepentido del mal que había causado a otras personas por culpa de la manipulación de Zaida.
Ella no había tenido criterio propio, se había dejado envolver por las palabras bonitas de su tía, por la promesa de convertirse en la esposa de Hassan. Se dejó seducir y el precio que pagó lo llevaría eternamente sobre su espalda.
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