Capítulo 82:

“Lo sien…”, Sienna no terminó la frase, pues los labios de Hassan se adueñaron de los suyos.

Sienna se quedó de piedra por un momento debido a que fue sorprendida por las acciones de Hassan, sin embargo, no tuvo ningún reparo en corresponder el beso, apenas salió de su shock inicial.

Hassan profundizó el beso en el momento que sintió los labios de Sienna moverse sobre los suyos, su lengua se internó en la dulce cavidad de su esposa, mientras una serie de recuerdos acudían a su memoria.

Imágenes vividas de él y Sienna juntos, besándose, tocándose… el pequeño g$mido de Sienna y el ronroneo de Hassan, le hizo abandonar los adictivos labios de su esposa.

“Eso fue…”, comentó a decir Sienna.

“Reparador, creo que he encontrado la manera de recuperar mis recuerdos”, dijo Hassan con tal seriedad, que Sienna no podía esperar a saberlo; sin embargo, Hassan se tomó su tiempo, se llevó a Hassan a su cuna, lo acomodó de manera perfecta sobre la blanda superficie y lo cubrió con la pequeña manta.

Mientras tanto, Sienna estaba que se subía por las paredes ante el silencio de Hassan.

“¿Y bien?”, exigió saber.

Hassan no respondió, por lo que Sienna se acercó a él, dispuesta a hacerse notar. De repente ella se detuvo y una duda le asaltó.

¿No le había gustado el beso a Hassan?

Entre tanto, Hassan se giró y la tomó entre sus brazos, la arrastró hasta la pequeña pared y colocó su rodilla entre las piernas de Sienna, sorprendiéndola mucho más.

Ella no tuvo tiempo de nada, pues la boca de Hassan se apoderó de la suya y le dio un beso que le hizo temblar de pies a cabeza, su cuerpo se calentó, fue como volver a la vida.

Como un ave fénix que estuvo en el nirvana y que hoy renacía con una nueva y vital energía.

Entre tanto, otro puñado de recuerdos acudió a la cabeza de Hassan y así fueron los siguientes días que pasaron.

Los días que pronto fueron convirtiéndose en semanas, cada beso que la pareja se daba, era un recuerdo que se desbloqueaba.

Hassan no sabía cómo funcionaba la mente y ahora no quería saberlo tampoco, le bastaba con tener de regreso momentos especiales en su vida y que en todos y cada uno de ellos, Sienna fuera la protagonista.

Por supuesto que, eso no quería decir que no deseaba recuperar los malos recuerdos, aunque si pudiera elegir no lo haría.

Lastimosamente, eran necesarios, aún tenía que enfrentarse con su madre y lo haría sin vacilar.

La maldad en ella era demasiada y le parecía que la llegada de Sienna a Dubái solo fue la excusa que tuvo para sacar todo lo podrido que llevaba dentro.

Hassan no terminaba de comprender cómo lo había engañado tanto tiempo, pues sus memorias del pasado seguían intactas y su madre había sido una buena mujer hasta el día después del funeral de su abuelo paterno.

Él había creído que era debido a su nuevo papel como esposa del Emir, quizá solo se había engañado todo ese tiempo.

“¡Hassan, date prisa, se nos hace tarde!”, gritó Sienna desde el pasillo.

Un mes después, la familia se había preparado para la inauguración de la sala de guardería.

Sienna estaba muy orgullosa de sus logros.

Logros, que había compartido con Callie y Scarlett, pero que había contado con el total apoyo de Hassan en su última etapa, de hecho, Hassan había sido el donador de todos los muebles que se utilizarían en el área de recién nacidos y los juegos instalados para niños menores de cinco años, también había dispuesto un pequeño comedor para que las madres pudieran compartir con sus hijos a la hora del almuerzo y no solo las madres tendrían acceso a esa oportunidad, sino también los padres que ejercían el doble papel en la vida de sus hijos.

Ellos también tendrían el mismo trato.

“¡Voy, cariño!”, gritó en respuesta Hassan, mientras colocaba el zapatito a Hassan, su pequeño con un mes de nacido era un gusanito.

¡Era imposible que estuviera quieto!

“No me hagas esto, tesoro, tu madre va a gritarme de nuevo y no podré defenderme y decir que tú no cooperabas”, dijo Hassan con un tono de voz al borde de la desesperación.

Hassan miró a su padre, mientras se llevaba el dedo índice a la boca y hacía sonidos propios de bebés, como diciendo:

“Me importa poco, arréglate como puedas, mamá se enojará contigo, no conmigo”.

Claro que eso solo era el pensamiento de Hassan, pues el pequeño Hassan, solo disfrutaba de hacer perder la paciencia a su padre.

“Eres igual que tu madre”, murmuró Hassan, cuando por fin logró ponerle el zapatito a su hijo.

“¿Quién es igual a su madre?”, la voz de Sienna hizo temblar a Hassan.

¿Por qué tenía tan mala suerte con los dos amores de su vida?

Sienna esperó la respuesta de su marido.

“Hassan es igual de terco que tú”, dijo Hassan arriesgándose al ataque de su esposa.

“¿De verdad?”, preguntó Sienna con una pequeña sonrisa en los labios.

Hassan asintió.

“Yo creyendo que es igual a ti”.

Hassan la miró y esperó, nada bueno podía estar pasando por la mente de Sienna cuando lo miraba así.

“Es voluntarioso como tú, impaciente como tú. De mí solamente tiene esos hermosos cabellos de oro. Hassan grita ‘soy un Rafiq’ por cada poro de su cuerpo, no me vengas con que se parece a mí solo porque no puedes con él”, refutó Sienna.

Hassan sonrió.

“¿En realidad se parece a mí?”, preguntó, lejos de sentirse ofendido, Hassan estaba orgulloso de escuchar a Sienna decirle que su hijo se parecía a él.

“Totalmente”

Afirmó Sienna.

Hassan tomó a Hassan en brazos, le dio un beso en la frente antes de entregárselo a Sienna.

“Llévalo un momento, me haré cargo de la pañalera”, dijo.

Sienna asintió complacida, jamás estaría preparada para ver a un Emir cargar la pañalera de un bebé, entonces tampoco había estado preparada para verlo tan entregado a su hijo y a ella, pero Hassan rompía todos los moldes y lo mejor, que lo hacía con ella.

La pareja salió de casa para reunirse con Callie y Scarlett en la ensambladora y celebrar su primer cambio en la empresa.

Mientras tanto y a muchos kilómetros de distancia, Abdel Rafiq abrió los ojos.

“¡Señor Abdel!”, gritó Assim al verlo parpadear.

El hombre había pensado que solamente había sido un reflejo cuando lo miró parpadear la primera vez, pero ahora, que Abdel abría los ojos se sintió aliviado.

Necesitaba tanto el consejo de un mayor.

Abdel, sin embargo, no respondió al llamado de Assim, se sentía aturdido y melancólico.

“Señor…”, intentó Assim.

Assim presionó el botón que el cuerpo médico había instalado en la habitación de Abdel en caso de cualquier emergencia.

Los médicos hicieron acto de presencia con prontitud y Assim no tuvo más remedio que esperar afuera, mientras pensaba en su siguiente movimiento.

El ex consejero se paseó por el pasillo, mientras analizaba la posibilidad de que fuese Abdel quien lo ayudara a convencer a Farid de defenderse.

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