La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 81
Capítulo 81:
“¿Qué fue lo que pasó? ¿Qué fue lo que salió mal para que lo arrestaran?”, preguntó Assim.
Farid dejó escapar el aire que retenía en sus pulmones, se sentó en la silla más próxima y meditó sus palabras.
“Señor…”, comenzó a decir Farid.
“Farid, Assim, empecemos por cambiar ese ‘señor’, ahora eres el esposo de mi hermana”, pidió Assim.
Farid asintió, era lo mismo que Hassan le había pedido, sin embargo, para él no era fácil acostumbrarse a tutearlos.
“Entonces, ¿Qué fue lo que pasó?”, preguntó Assim.
Farid suspiró de nuevo.
“Te lo haré corto, no tiene caso exponer todos los detalles. Solamente te diré, que mi madre acaba de confesar el peor de sus crímenes”, dijo Farid.
Assim estaba a punto de subirse por las paredes con tantas pausas.
“¿Qué ha sido?”, insistió.
“Asesinó al antiguo Emir, lo envenenó”, reveló Farid.
Assim abrió y cerró la boca como si fuera un pez fuera del agua.
“¡¿Qué?!”, exclamó.
“Lo que escuchas”, confirmó Farid.
“¿Y qué tiene usted que ver con eso?”, preguntó Assim.
“Ella ha asegurado que yo lo sabía y que he sido su cómplice”, explicó Farid.
Assim sintió que la tierra se abría bajo sus pies.
“¡Eso puede ser motivo de pena de…!”, Assim no fue capaz de decir toda la oración. Eso era terrible.
Farid asintió.
“No quiero que le digas a nadie, Assim, por favor”, pidió Farid.
“Pero señor…”, intentó protestar Assim.
“Hassan debe estar con Sienna y su hijo en estos momentos, no quiero que se entere”, dijo Farid con pesar.
“El Señor Hassan tiene que saberlo, no puede cargar solo con todo esto, Señor Farid. Ha arriesgado mucho por hacer caer a su madre, ha perdido mucho, no puede resignarse a perder la vida”, insistió Assim.
Sin embargo, Farid se rindió.
“Sin Callie, lo he perdido todo”, aseguró Farid sin ningún deseo de luchar, ni siquiera por su propia vida.
“Sin ella ya estoy condenado”.
Mientras tanto, Callie sintió una terrible opresión en el pecho, sus manos temblaron como si fueran hojas mecidas por un bravo viento y un escalofrío recorrió su columna vertebral al tiempo que un nudo se formaba en la boca de su estómago que amenazaba con ahogarla.
“¿Callie?”, llamó Scarlett a la joven.
“¿Estás bien?”, preguntó al ver que ella no respondía, pero que tampoco dejaba de temblar.
“No lo sé, tengo una sensación extraña en el pecho y el estómago”, susurró Callie al borde del llanto.
Callie de repente se sintió profundamente triste y perdida, era una sensación que jamás había experimentado en su vida, ni siquiera en los días más oscuros luego de su regreso de Dubái.
“¡Estás pálida y tiemblas como una hoja!”, exclamó Scarlett con preocupación.
Callie trató de serenarse, no sabía el motivo por el cual estaba viviendo aquel episodio, quizá eran nervios o tal vez la ansiedad por conocer a su bebé.
“Deberíamos ir a un médico, puede ser el bebé. Quizá quiera nacer”, dijo Scarlett sin dejar el tono preocupado.
Callie negó.
“Estoy bien, Scarlett, te lo aseguro”.
Scarlett no se veía muy convencida, pero tampoco podía obligar a Callie a ir a un médico si no lo deseaba, pues era evidente que de bien no tenía ni siquiera la respiración.
“Le llevaré un poco de té a Sienna y Hassan, si demoro y me necesitas, solo llámame”, pidió Scarlett antes de salir de la cocina.
Fue en ese momento que Callie se rompió, el llanto corrió libre por sus mejillas, mientras la opresión que sintió en la boca del estómago, subió y se instaló en su corazón. Era demasiado abrumador y lo peor es que no tenía ninguna explicación.
Callie acarició su v!entre, temiendo de repente que fuera su bebé, quizá Scarlett tenía razón y debía visitar al médico para hacerse un chequeo y asegurarse de que su bebé estuviera bien, por lo que se levantó de la silla, fue hasta la habitación por su bolso y cuando pensaba escapar sin decirle a nadie, fue interceptada por Scarlett.
“¿A dónde crees que vas?”, preguntó Scarlett al ver las intenciones de Callie.
Ella tragó saliva.
“Lo pensé mejor y quizá tengas razón. Iré donde el médico y descartaré cualquier peligro para mi bebé”, dijo Callie.
“Te faltan casi dos meses para dar a luz, no puedes arriesgarte. Espera, iré contigo”, se ofreció Scarlett antes de correr a su habitación y tomar su bolso.
Callie no tuvo tiempo de negarse y tampoco deseaba hacerlo. No quería estar sola en caso de que se tratara de algo malo y Scarlett había demostrado ser una buena amiga, tan especial y atenta como Sienna.
Pensar en Sienna le dio ánimos, quizá ella un día no muy lejano volvería a ser feliz, no con Farid, pero esperaba un día tener la oportunidad de rehacer su vida y darle a su hijo todo el amor de su corazón. Serían una pequeña familia de dos, pero felices.
Scarlett volvió, interrumpiendo los pensamientos de Callie, y salieron de la casa Mackenzie con rumbo a la clínica.
Entre tanto, Sienna miró con diversión a Hassan.
“No te atrevas a reírte”, le advirtió el Emir al ver la lucha que Sienna tenía para no romper en carcajadas.
“Lo siento, puedo enseñarte cómo hacerlo, si quieres”, susurró Sienna.
Hassan negó.
“He visto cómo lo haces, déjame intentarlo esta vez”, pidió.
Sienna se sentó a la orilla de la cama, mientras Hassan luchaba para poder ponerle el pañal a su bebé. Hassan había disfrutado de una rica ducha con sus padres y ahora esperaba que su padre pudiera ponerle el pañal, cosa que parecía misión imposible.
“Hassan”, lo llamó Sienna.
“Estoy terminando, Sienna, no me interrumpas”, dijo Hassan con seriedad, su concentración estaba puesta sobre el pañal.
Sienna no habló más y esperó a que Hassan terminara para ayudarlo con la ropita, sin embargo, no fue necesario.
Una vez que Hassan colocó el pañal, ponerle el pantaloncito fue lo más fácil y rápido que hizo.
“¡Listo! ¡He vestido a mi hijo!”, gritó emocionado, como cuando alguien logra una hazaña que se veía imposible.
“Te demoraste más de la cuenta”, lo molestó Sienna con diversión.
Hassan achicó los ojos.
“Soy un padre primerizo, ¿Qué esperabas?”.
“Eso no es justificación, yo también soy madre primeriza”, refutó Sienna.
Hassan tomó a Hassan entre sus brazos, sin mirar a Sienna, la joven de repente tuvo la impresión de haberse excedido, Hassan estaba haciendo su mejor papel, aprendía rápido y eso tenía que alabarlo, pues ella, a diferencia de él, tuvo uno que otro curso mientras esperaba la llegada del bebé; por el contrario de Hassan, que llegó a duras penas al nacimiento de su hijo.
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