Capítulo 80:

Descubrir la clase de mujer que era Zaida fue un golpe bajo, pero lo que realmente le molestó fue no haberse dado cuenta antes de todo el mal que había dejado a su paso. Sus

marcas en la espalda, ahora tenía una explicación lógica, era el castigo que Sienna debió recibir. Aquella verdad le agitó la sangre de nuevo.

“Volaré a Dubái y terminaré con todo esto”, dijo con decisión.

El miedo se adueñó del corazón de Sienna.

“Hassan…”, dijo ella.

“No puedo quedarme de brazos cruzados y dejar que esto siga siendo así. Mi padre necesita justicia. ¡Ella trató de matarlo bajo mis propias narices!”, el grito que salió de sus labios era una mezcla entre la rabia, el dolor y el llanto.

“Entiendo tu dolor y tu rabia, Hassan, pero no has recuperado tus recuerdos. Tienes mi versión, pero ¿Será suficiente ante la corte?”, cuestionó Sienna.

Hassan se sentó, porque era incapaz de seguir de pie.

“Consultaré con mis abogados, hablaré con quien tenga que hablar”, dijo, sin embargo, Hassan ignoraba totalmente lo que sucedía en Dubái.

“Quizá puedas revertir lo de mi entrada a tu país, yo puedo declarar”, se ofreció Sienna en un momento de locura.

¡Acababa de dar a luz!

Hassan la miró.

“¿Harías eso por mí?”, preguntó.

“Todos necesitamos justicia, Hassan. Tú por poco te pierdes el nacimiento de nuestro hijo y yo viví los peores momentos de mi vida cuando te creí perdido. Pasé todo el embarazo deseando volver a verte. No había esa necesidad, ninguno de los dos merecía esto, Hassan”, dijo Sienna.

Él asintió.

“Entiendo cada una de tus palabras, Sienna, sin embargo, no puedo arriesgarte. Acabas de dar a luz, lo más recomendable sería esperar los tres meses para que puedas viajar. Por ti y por nuestro bebé, estoy dispuesto a esperar y retrasar el castigo que mi madre merece”, dijo Hassan.

Sienna estuvo de acuerdo, el plazo de tres meses podía ser muy útil en la recuperación de Hassan, ahora que estaban juntos, todo podía ser más fácil.

Entre tanto, Hassan tuvo que contener la ira que nacía en su corazón.

Tal como Sienna había mencionado, se había perdido muchos momentos importantes en su vida, gracias a las mentiras de su madre; no había estado en ningún chequeo médico, tampoco había sentido a su bebé moverse dentro del v!entre de Sienna.

¡Se había perdido ver a su esposa embarazada!

Tantas cosas, que jamás podrá perdonar a Zaida, ni a Farid, ni a Assim, porque todos le habían engañado. Todos habían llevado agua a sus propias cubetas sin importar dejar seca la suya.

El sentimiento de traición se agigantó en su corazón y el dolor volvió a barrer por cada poro de su cuerpo.

¿Tan mal hermano había sido con Farid para que le omitiera la verdad?

¿Tan mal había tratado a Assim para que le ocultara su pasado?

Un pasado que sabían cuán importante era para él.

“No estás solo, Hassan, Hassan y yo estaremos a tu lado”, susurró Sienna.

El dolor se acrecentó en el corazón de Hassan, pues el hecho de no recordar a una mujer como Sienna era una falta que no podía perdonarse fácilmente, pero suponía que tenía que darle tiempo al tiempo y compensarla de una u otra manera por su amor.

“Gracias, Sienna”, susurró.

“Te prometí muchas cosas, Hassan, y te aseguro, que jamás soltaré tu mano”, dijo Sienna, buscando abrazarse al cuerpo del Emir.

Hassan no supo cuánto necesitaba ese abrazo, hasta que sintió la calidez extenderse por todo su cuerpo e inundarle el corazón.

Un pequeño destello llegó a su mente, eran él y Sienna abrazados en alguna parte del mundo, él no podía saber exactamente dónde, pero no importaba. Sus recuerdos parecían empezar a llegar como pantallazos de una película, solo esperaba, que no fuera de terror.

Horas más tarde, en Dubái, Assim entró al palacio, el silencio fue lo primero que lo recibió, antes de que una de las empleadas se acercara a él.

“¿Dónde está el Señor Farid?”, preguntó Assim.

La mujer negó.

“Fue llevado por los miembros de la corte de la Sharia junto a la señora Zaida, me temo que ambos serán condenados”, dijo la mujer en un bajo murmullo.

Assim apretó los puños hasta que sus nudillos se tornaron pálidos por la presión.

“¡Esto es una locura, no era así como debían suceder las cosas!”, exclamó con rapidez.

La mujer lo miró, pero no dijo nada, no tenía idea de lo que Assim hablaba.

“Fueron llevados desde hace tres días y nadie sabe nada de ellos, Assim, quizá sería bueno que usted llame al Señor Hassan, solamente él podrá resolver toda esta situación. Lo que han hecho con el Señor Farid y con la señora, es un atropello. Parece que no conocieran el poder de la Familia Rafiq”, dijo la muchacha.

Assim no respondió, giró sobre sus talones y salió en busca de Farid, él no podía ser arrastrado por Zaida, esa hiena debía pagar sola.

Entre tanto, Farid miró con añoranza la única foto que conservaba de Callie, su joven y hermosa rubia.

La echaba de menos, pero sabía que ella jamás iba a perdonarle las horribles palabras que le había dicho con el fin de alejarla.

Por mucho que le doliera aceptarlo, Callie Costner siempre estaría mejor sin él.

Le ahorraría la vergüenza de saberse unida a un posible condenado. Era mejor así, ella podía seguir con su vida y olvidarse para siempre de él.

Farid no tenía idea de que Callie no iba a olvidarlo fácilmente y menos cuando esperaba un hijo suyo, un bebé del cual quizá jamás llegara a conocer su existencia.

El hombre se mesó el cabello con frustración y dejó que sus lágrimas se rodaran por sus mejillas, la había perdido, jamás volvería a tener una sola oportunidad con ella.

“Pude haberle dicho la verdad, debí manejar el asunto con más cabeza que corazón, pero no había muchas opciones. Callie y Sienna son lo bastante necias y decididas, tanto, que hubiera sido imposible que aceptaran marcharse sin exponer sus vidas. No podía permitir que el hijo de Hassan corriera peligro, mi madre jamás se hubiese tentado el alma para tratar de impedir su llegada al mundo. Ella no habría tenido en cuenta que era hijo de Hassan, su odio injustificado e irracional por Sienna la cegaba de tal manera que, con tal de hacerla sufrir, no le hubiese importado hacer sufrir a Hassan en el camino”, pensó Farid.

Sin embargo, ni aquel pensamiento alejó el dolor de su corazón y el llanto de sus ojos.

“Te deseo toda la felicidad del mundo, Callie, aunque no sea conmigo. Te mereces un hombre mejor que yo”, susurró Farid.

“¡No puedes impedirme el paso!”, la voz de Assim desde el pasillo, le hizo ponerse de pie y limpiar sus lágrimas, no podía permitir que nadie lo viera así de vulnerable y destruido.

“No puede pasar sin una previa autorización”, la voz del guardia también llegó a los oídos de Farid.

“Tengo firmado un permiso por el señor Jahir, ¿Cuál es el problema?”, preguntó Assim con seriedad.

El silencio se hizo, mientras Farid esperaba poder ver a Assim, tenía que mover sus cartas con el fin de impedir que Zaida tuviera una sola oportunidad de ser libre.

Entre tanto, Assim esperó paciente a que el guardia le autorizara su ingreso, no podía creer que estuvieran en aquella situación y lo peor es que, seguía siendo Zaida la culpable de todo.

“¡Señor!”, gritó Assim en el momento que pudo ver a Farid.

“Assim”, respondió Farid.

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