Capítulo 77:

“Es porque el amor no tiene explicación, Hasan”, dijo Sienna, estirando su mano libre para tocar la mano del Emir.

“El amor es un sentimiento que te llena de calidez el corazón y el alma, es el que te deja soñar y mantener la esperanza”.

Hasan miró la mano de Sienna sobre la suya, la miró a ella y se sintió en el lugar correcto. Ella era la correcta.

“No sé cuánto tiempo me lleve recordar, Sienna, no sé siquiera si eso sea posible. Aun así, quiero pedirte un favor”, dijo Hasan.

Ella asintió, tenía un nudo atravesado en la garganta que le impedía responder con palabras.

“No sueltes mi mano”, pidió Hasan.

Sienna asintió.

“Te lo prometo, te tomaré hasta de las patas. Te amarraré a la cama si es necesario, pero no te dejaré ir”, aseguró la joven con los ojos inundados por el llanto.

Hasan le sonrió, mientras Sienna deseaba que él la tomara entre sus brazos y le hiciera sentir segura, pero todo sería un proceso y por muy lento que fuera, no se apartaría de él.

“He estado pensado”, dijo Hasan de repente, captando la atención de Sienna de nuevo.

“¿Qué?”, preguntó Sienna.

“Ya que no tienes un nombre para nuestro bebé, podemos hacer una fusión de nuestros nombres”, sugirió Hasan.

Sienna se mordió el labio, ese ‘nuestro bebé’ sonó hermoso en sus labios.

“¿Ajá?”, lo instó a continuar.

“Hasan y Sienna. ¿Qué tal Hassan?”, preguntó Hasan.

Sienna lo pensó, era un nombre oriental en todo caso, pero… su hijo, era el primogénito del Emir y por esta vez ella podía complacerlo.

Además, el nombre realmente le gustaba.

“Hassan Rafiq Mackenzie”, susurró Sienna.

Hasan asintió y esperó a que Sienna le diera el visto bueno, esperó ansioso, quizá temeroso de que no lo aceptara.

“Me gusta cómo suena”

Admitió Sienna, llevándole alegría al corazón del hombre.

“Gracias”, susurró Hasan.

“El bebé se ha dormido, ¿Podrías llevarlo a su cuna?”, preguntó Sienna, no sabía qué responder ante el agradecimiento de Hasan.

“Por supuesto”.

Hasan tomó el bebé y lo llevó a la cuna, luego se acomodó de regreso en el sillón y esperó a que Sienna se quedara dormida para acompañarla.

Al día siguiente, Hasan se despidió de Sienna, apenas Callie y Scarlett llegaron.

“¿Volverás?”, preguntó ella con cierto miedo.

“Siempre volveré”, respondió Hasan, sin darse cuenta de que aquella fue la última frase que había pronunciado antes del accidente.

“Ve con cuidado”, pidió Sienna con un hilo de voz.

Hasan asintió y se marchó, llamó a su chofer y se dirigió al hotel donde había hecho su reserva y al que no había ido a dormir y en el que tampoco dormiría.

El Emir se dio una rápida ducha, se vistió con tejanos y una camisa tipo polo, antes de salir del hotel de nuevo.

Su destino fue el Ayuntamiento de Manhattan, donde había contraído matrimonio con Sienna Mackenzie, creía en ella, pero también necesitaba todos los elementos para poder recordar. Esa era ahora su prioridad.

Sienna y su hijo.

Hasan no demoró mucho tiempo en el lugar, el certificado de matrimonio estaba en sus manos y en efecto, Sienna Mackenzie era su esposa ante las leyes de ese país. ¿Se había casado con ella bajo sus costumbres y leyes?

Tenía que averiguarlo, pero para eso, debía volver a Los Emiratos, cosa que de momento no pensaba hacer.

No deseaba tener ningún enfrentamiento con su madre, pues no estaba seguro de poder comportarse como un hijo y juzgarla por su engaño.

Entre tanto, Zaida miró a Farid con cierto enojo.

“¿Qué es lo que estás haciendo?”, preguntó.

“Asegurándome de que no vuelvas a ser un peligro para nadie más, jamás”, respondió Farid con seguridad.

“¿Me has traicionado?”, cuestionó Zaida.

Farid negó.

“Me habría gustado que las cosas fueran distintas, madre, pero tu maldad ha sobrepasado cualquier límite. Impedir la recuperación de mi padre solo fue la gota que derramó el vaso”.

“¡Abdel iba a divorciarse de mí!”, gritó Zaida ante la acusación de su hijo.

“¿Y por eso querías verlo muerto?”, preguntó Farid.

“Te lo dije antes, prefiero ser una viuda que una mujer repudiada. No voy a convertirme en el tema de conversación de nadie, Farid”, reiteró Zaida.

“¡Hasta el punto de convertirte en una asesina!”, exclamó Farid.

“Soy capaz de todo con tal de mantener mi lugar en la sociedad, Farid, pensé que lo entendías y compartías mis ideales”, aseveró Zaida.

“Lo tuyo no pueden considerarse ideales”, refutó Farid.

“Farid”.

“Lo has hecho todo mal, desde un principio”.

“Si no estás conmigo, estarás contra mí y sabes muy bien de lo que soy capaz”, le advirtió Zaida.

Farid asintió.

“Tienes razón, soy el único de tus tres hijos que sabe de lo que eres capaz de hacer. Mandaste echar a Sienna y Callie del país como si fueran unas criminales, ¡Cuando la única criminal en esta historia eres tú!”, acusó Farid.

El golpe que sonó en la habitación hizo temblar a más de uno. Zaida miró a Farid y por un momento quiso matarlo.

Farid se limpió la sangre que corrió por su mentón, el anillo que su madre tenía en la mano le había roto el labio y magullado su piel, pero eso era nada en comparación a todo lo que tuvo que soportar para llegar a este momento.

“Obligaste a Assim a callar la verdad, engañaste a Hassan haciéndole creer que su prometida era Nayla, y a esa pobre mujer le hiciste pagar una condena que debió ser tuya”, alegó Farid.

“Hagas lo que hagas, no conseguirás nada, Farid. Voy a hacer que Hassan te borre de nuestro árbol genealógico, que te desconozca como hermano y te deje a tu suerte”, aseguró Zaida con furia.

Farid sonrió.

“Para hacer todo esto, tendrías que tener a Hassan a tu lado”.

“No dudes que lo estará, cuando se entere de la clase de hermano que tiene”, aseguró Zaida con furia.

“¿Sabes dónde está Hassan ahora?”, preguntó Farid con un rostro de placer.

“Con tu padre”, respondió Zaida sin dudar.

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