La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 75
Capítulo 75:
La enfermera asintió y una de ellas volvió sobre sus pasos y arrastró a Hasan a una pequeña sala, le entregó el equipo que debía usar y sin decirle nada lo dejó allí para que se vistiera.
Hasan no entendía nada de nada, sin embargo, se vio haciendo lo que la mujer le había pedido y cuando salió, fue arrastrado por la misma mujer a la sala de partos.
Sienna estaba nerviosa, existía la posibilidad de que Hasan se negara a estar en el nacimiento de su hijo, pero confiaba en que su corazón no se resistiera y llegara a su lado en aquel importantísimo momento para ellos.
Pese a su dolor, Sienna sonrió cuando vio a Hasan caminar en su dirección.
“Sienna”.
Hasan estaba nervioso y emocionado por partes iguales, eran sentimientos que la razón no comprendía, pero que emocionaban a su corazón y en ese momento no deseaba ninguna explicación.
“Hasan”, susurró Sienna con el llanto brotando de sus ojos, dolía, pero también se sentía dichosa.
“Respira, Sienna, respira”, habló la doctora, tratando de calmarla.
“No pujes hasta que te lo ordene”, dijo la doctora.
Sienna asintió ligeramente con un movimiento de cabeza, su mirada estaba puesta en Hasan quien la miraba de una manera que solo él podía hacerlo.
Sienna quería gritarle, quería decirle que lo amaba y agradecerle por volver, pero sabía que no era la manera y tampoco era el momento.
“Ahora, Sienna, ¡Puja!”, pidió la doctora Romanov.
“¡Puja con todas tus fuerzas! ¡Respira, coge aire en los pulmones y puja!”, gritó.
Sienna siguió las instrucciones de su doctora y pujó con todas las fuerzas que tenía, y con cada segundo que pasaba.
Sintió que se le quebraba cada hueso del cuerpo al mismo tiempo.
El dolor que le atravesó le hizo apretar los dientes, las venas de su cuello se marcaron y sus ojos dejaron caer un sendero de lágrimas en el momento en el que el llanto irrumpió en la sala.
Hasan sintió las lágrimas desbordarse por sus mejillas, mientras miraba al pequeño bebé en manos de la doctora.
Un cúmulo de emociones lo embargó y sintió una extraña calidez calentar cada hueso de su cuerpo.
“Felicidades, señores, tiene un hermoso bebé y con unos pulmones bastante fuertes”, anunció la doctora.
Sienna cerró los ojos, sus lágrimas no se detuvieron y cuando los volvió a abrir, se fijó en Hasan y el bebé en sus brazos.
Su corazón latió locamente dentro de su pecho, aquella visión que solo perteneció a su sueño por tanto tiempo, hoy la veía convertirse en una realidad. Hasan no la recordaba, pero ella haría todo lo que estaba en sus manos para hacerle recordar su historia de amor…
Entre tanto, Hasan no tenía palabras para describir lo que estaba sintiendo, el bebé debía ser un extraño para él, ¿Por qué lo emocionaba al punto del llanto?
¿Qué tenían Sienna y su hijo que le provocaba caer de rodillas y llorar como un bebé?
“Son síntomas propios del embarazo, Señor Rafiq, están ustedes esperando un hijo”.
El recuerdo que llegó a su mente le hizo balancearse sobre sus pies, por lo que le entregó el bebé a la doctora y cuando ella le pidió retirarse, él lo hizo, salió de la sala, pero no dejó el hospital.
Hasan caminó por los pasillos, se lamentaba no tener a Assim a su lado, pero habían sacado a Jenna de los Emiratos para instalarla en otro país, por lo que su cuñado llegaría unos días más tarde.
Él necesitaba saber cuál era el lazo que lo unía a Sienna, tenía la impresión de que era algo fuerte e irrompible, pero tenía miedo de equivocarse y pelear por un lugar que no era el suyo.
Hasan se tomó la cabeza, el dolor empezó a convertirse en intenso, por lo que se obligó a llegar a la sala de espera y sentarse.
Callie se fijó en él y el miedo recorrió su cuerpo, jamás imaginó que volvería a encontrarse cara a cara con un miembro de la Familia Rafiq.
Su instinto de supervivencia le gritaba a todo pulmón que se marchara, que huyera del lugar y se alejara de Hasan, pero su lealtad para con Sienna la obligó a mantenerse quieta.
“Hasan, ¿Eres tú?”, preguntó.
El Emir elevó la mirada y se encontró con otra hermosa rubia y también estaba embarazada.
“¿Nos conocemos?”, cuestionó, y Callie no supo qué responder. Estaba sorprendida con la pregunta de Hasan.
¿No la recordaba?
¿Había perdido la memoria?
“Te he preguntado si nos conocemos”, habló Hasan, tratando de controlar su dolor de cabeza, aunque eso parecía ser misión imposible.
Hasan sentía que la cabeza iba a partírsele en dos, sentía los latidos como si fuera un corazón y la mujer delante de él no ayudaba.
Lo miraba como si fuera un demente que no fuera capaz de recordarla.
El Emir se fijó mejor en ella, cabellos rubios y un v!entre bastante abultado.
Por un momento pensó que quizá ella era la mujer que él estaba buscando, sin embargo, no sentía ninguna fuerza atrayéndolo a ella.
“¡Callie!”, el grito de alguien más les hizo girar en dirección de la joven.
La muchacha corrió hasta situarse delante de ellos, mientras sus ojos se detenían delante de Hasan.
“¿No estabas muerto?”, preguntó Scarlett sin poder evitarlo.
La impresión y el asombro pasaron por el rostro de Hasan con rapidez.
¿Esas mujeres lo conocían?
¿Por qué creerían que estaba muerto?
“Hasan”.
Sienna también lo había llamado por su nombre cuando había irrumpido en la oficina sin llamar a la puerta, su impresión fue tanta que… que entró en trabajo de parto.
¿Sería posible que…?
“Tuve un accidente”, dijo, tratando de averiguar si hablaban de lo mismo. Hasan se fue con pies de plomo, no saber quiénes eran esas mujeres le provocaba cierto recelo, sobre todo, porque ellas parecían conocerlo bastante bien.
“Entonces, sí eres tú, ¡el esposo de Sienna!”, gritó Scarlett, ganándose varias miradas de reproche por parte de las personas en la sala de espera y de las enfermeras, que con una seña le mostraron el rótulo de silencio colgado en el sitio.
Scarlett se sonrojó, sin embargo, Hasan ni siquiera se fijó en ella, sus pensamientos se dispersaron, mientras trataba de encajar la noticia.
¿Sienna y él estaban casados?
El corazón de Hasan latió fuerte y de manera descontrolada, tanto que, por un momento pensó que se le iba a salir del pecho.
“Scarlett”, la regañó Callie, al darse cuenta de que Hasan, en efecto, no recordaba a Sienna. La joven no podía imaginar el nuevo dolor que iba a experimentar su amiga al descubrirlo, pero quizá podía ayudar si le contaba a Hasan la naturaleza de su relación.
“La mujer que acaba de dar a luz y yo…, ¿Estamos casados?”, preguntó.
“Esa mujer se llama Sienna, es mi hermana y sí, es tu esposa”, respondió Scarlett con rapidez.
“No estás ayudando, Scarlett, espera”, dijo Callie, mirando a Hasan con detenimiento, podía tratarse de otra persona con un parecido al Emir, aunque lo dudaba, su parecido con Farid no sería una casualidad.
Pensar en Farid, le hizo recordar que debía tener cuidado con lo que dijera, ella podía hablar de Sienna, pero no de ella.
Capítulo76
“Entonces, ¿Nos conocemos?”, volvió a preguntar Hasan, mientras sentía que iba a desmayarse por el inmenso dolor de cabeza que tenía.
“Yo no tengo el honor de conocerte, pero Callie sí, estuvo con Sienna en Los Emiratos y tuvieron que huir de ahí como si fueran delincuentes gracias a la hiena de tu madre.
“¡Scarlett!”, gritó Callie asustada y mortificada por las palabras de la joven.
La chica se encogió de hombros.
“Solo he dicho la verdad”, se defendió.
Entre tanto, Hasan se puso de pie y se alejó de las mujeres, no quería darles un susto de muerte en caso de llegar a desmayarse.
Buscó a una de las enfermeras para solicitarle algún medicamento para ese terrible dolor de cabeza. Necesitaba tener la cabeza despejada para tratar de comprender lo que la chica le había dicho.
Hasan necesitaba tiempo para procesar que posiblemente era un hombre casado y padre de un bebé recién nacido.
Las emociones lo abrumaron, pero también sintió una calidez embargarle.
Recordó la última conversación que sostuvo con Farid:
“Entonces dime, ¿Qué es lo que no puedo recordar? ¿Qué es lo que nuestra madre no quiere que descubra?”.
Farid le había respondido:
“No puedo decírtelo, no por el momento, pero si te sirve de consuelo, ve a Nueva York, allí encontrarás las respuestas que buscas”.
Hasan se preguntó si era a esto a lo que Farid se refería.
¿Era Sienna Mackenzie la respuesta a todas sus preguntas?
Su corazón le gritaba que sí, aunque su razón le pidiera ser cauteloso.
“Ve a Nueva York, allí encontrarás las respuestas que buscas”, resonaron las palabras de Farid en su mente.
El Emir no volvió a la sala de espera, dejó que el analgésico hiciera efecto primero y luego pensó en su siguiente paso.
Farid le había dicho que viniera a Nueva York y ya estaba allí, ahora solo le restaba encontrar lo que buscaba.
Entre tanto, Sienna fue trasladada a una habitación privada.
La joven estaba impaciente por volver a encontrarse con Hasan, aunque en su situación actual era muy difícil que él se quedara, quería pensar que su amor era lo bastante fuerte como para retenerlo allí afuera.
“Su hermana y su amiga, esperan en la puerta para verla”, avisó la enfermera, que amablemente le había traído a su pequeño para ser alimentado por primera vez.
“Por favor, déjelas pasar”, pidió Sienna, su corazón se arrugó, quizá Hasan ya no estaba en la clínica y no se volverían a ver en mucho tiempo.
Scarlett fue la primera en entrar y lo hizo como si fuera un huracán, su atención fue robada por el pequeño niño en los brazos de su hermana.
“¡Es hermoso!”, gritó emocionada al ver al pequeño de cabellos de oro.
Sienna asintió y sonrió, trató de ocultar su tristeza.
“Hasan fue atendido por el personal de enfermería, al parecer tenía un fuerte dolor de cabeza, pero no se ha marchado”
Avisó Callie al interpretar la tristeza en los ojos de su mejor amiga.
Sienna cambió su semblante de manera instantánea.
“¿De verdad?”
“Sí, pero al parecer, no nos recuerda”, dijo Callie, mirando a la joven madre.
Sienna tragó saliva.
“Hasan perdió la memoria. Cuando fue encontrado, él no recordaba nada de lo que habíamos vivido. Han pasado casi seis meses y al parecer sus recuerdos siguen sin aparecer”.
“¿Lo sabías?”, preguntó Callie.
Sienna asintió.
“Assim me lo hizo saber hace poco tiempo, no sabes el deseo que sentí de correr a su lado, pero comprendí y atendí la petición que me hizo. No debía volver a Los Emiratos si quería mantener a mi hijo a salvo”, contó.
Sienna les relató el contenido del correo y lo que fue para ella volver a ver a Hasan sabiendo que él no la recordaba. Las mujeres conversaron por un largo tiempo, hasta que ambas se despidieron. Sienna no deseaba que ninguna pasara una mala noche en el incómodo sillón de la habitación.
Scarlett tenía clases al día siguiente y Callie, con su embarazo de casi siete meses, no podía pasar en vigilia toda una noche.
“¿Estás segura de que no quieres que me quede?”.
Se ofreció Scarlett desde la puerta.
Sienna asintió.
“Ve a descansar que cuando esté en casa, dudo mucho que lo hagas”, bromeó.
Scarlett fingió un temblor de cuerpo que arrancó una ligera carcajada en Sienna, un sonido que hizo estremecer el cuerpo de Hasan, quien estaba cerca, esperando poder entrar a la habitación sin que nadie se interpusiera en su camino.
Él tenía que saber.
“Vendré mañana a primera hora, cualquier cosa no dudes en llamar. Te amo”, dijo Scarlett.
“Te amo”, le respondió Sienna.
Sienna se acomodó mejor en la cama y miró a su pequeño hijo, acarició con delicadeza y amor su rostro redondito y sus manos regordetas.
“Eres la cosita más hermosa y perfecta del mundo mundial, te pareces tanto a él”, musitó, sintiendo un nudo en su garganta y un gran vacío en su pecho.
Hasan se detuvo en la puerta y escuchó la conversación de Sienna, esperó a que alguien respondiera, sin embargo, la voz de la joven era lo único que se escuchaba en la habitación.
“Ojalá nos recuerde pronto”, musitó Sienna.
Hasan entró a la habitación y Sienna se sorprendió al verlo delante de ella de nuevo.
“Pensé que te habías marchado”, dijo con voz ahogada, conteniendo las ganas de llorar.
“Quizá debí hacerlo, estoy cansado y el dolor de cabeza me nubla el pensamiento”, dijo Hasan, mirándola con intensidad.
Sienna tragó.
“Puedes ir y descansar”, respondió ella, mientras el pequeño bebé se movía entre sus brazos. Sienna no le había buscado un nombre a su hijo, esperando el momento en que Hasan volviera a ellos, sin embargo, parecía que él no tenía ningún interés en…
“¿Puedo cargarlo?”, preguntó Hasan.
Sienna se emocionó y tendió sus brazos, mientras Hasan se acercaba a ella para tomar al pequeño entre sus brazos.
Un sinfín de emociones atravesaron el rostro de Hasan, mientras Sienna era simplemente una espectadora al borde del llanto.
Era la imagen más nítida y perfecta que podía tener de padre e hijo.
“Es rubio”, musitó Hasan, mientras acariciaba la pequeña manita del bebé.
“Es lo único que sacó de mí. Él se parece a su padre”, aseguró Sienna.
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