La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 72
Capítulo 72:
Nayla dejó caer la prenda de su cuerpo y quedó desnuda parada frente a Hasan.
“Tómame”, pidió, casi suplicó.
Hasan se puso de pie, caminó con lentitud, como si fuera una fiera en plena cacería.
Como un león asechando a su presa antes de lanzarse a la yugular y despedazarlo por completo.
“Quiero ser tuya y pasar el resto de mi vida junto a ti”, susurró Nayla, ante el silencio de Hasan.
Nayla dio un paso al frente, cerrando el poco espacio entre ellos y buscó la boca del hombre.
Deseaba probar el sabor de sus labios, sentir su cuerpo junto al suyo, aunque solo fuera por una sola vez.
Sin embargo, no llegó ni a tocar los labios de Hasan, pues él se apartó de su camino.
“¿Cuánto tiempo más?”, preguntó Hasan, agachándose para recoger la bata y colocarla sobre los hombros de Nayla.
“¿Qué?”.
“¿Cuánto tiempo más vas a humillarte de esta manera, Nayla? ¿Cuánto tiempo más piensas que voy a soportar tu acoso y tu desvergüenza? ¿Tan poco amor propio te tienes?”, preguntó Hasan con dureza.
Nayla dio un paso atrás, el dolor atravesó su corazón como filosas dagas que la hicieron sangrar.
“Hasan…”.
“No te amo, no me gustas, Nayla”.
“¡Eso es porque no puedes recordarme!”, gritó Nayla, con el llanto surcando sus mejillas, gritó como si sus palabras fueran reales.
“No necesito recordarte, Nayla, porque estoy seguro de que no somos nada. Mis recuerdos se borraron, pero lo que siento en mi corazón sigue allí latiendo fuerte y no es por ti”, soltó Hasan sin piedad.
“Me hieres, Hasan”.
“Entonces, ámate un poquito más y no le ruegues a un hombre que no siente nada por ti”, pidió Hasan.
“¡Vete!”, le ordenó.
Nayla salió corriendo de la habitación, había agotado todos sus recursos, pero tenía una sola satisfacción en su vida, si Hasan no era para ella, Zaida tampoco lo tendría…
Ella no iba a poder imponerle ninguna mujer en su vida.
Entre tanto, Hasan volvió a sentarse detrás de su escritorio, la ira ardía en su interior y el deseo de lanzarlo todo al piso fue grande, pero no era necesario.
Él retomó su trabajo y abrió la carpeta que estaba pendiente, leyó los acuerdos y las estipulaciones con detenimiento.
“Acuerdo matrimonial entre la hija del señor Steven Mackenzie y Hasan Rafiq”, leyó.
Hasan sintió una punzada en el corazón.
‘Mackenzie’, pensó.
…
Hasan revisó los documentos, él no recordaba haber firmado ese documento.
El original debía tener el nombre de la chica, jamás haría un trato a ciegas y menos, un contrato de matrimonio.
El Emir se concentró en buscar la hoja original, de hecho, esos papeles no debían estar en su escritorio, no era algo que tenía que revisar ahora, pero a falta de mayor información decidió investigar por su cuenta.
Hasan tecleó el nombre de Steven y esperó a que la página desplegara la información sobre el empresario norteamericano, lo que él no se esperaba era saber de su muerte y lo peor, no era reciente. Steven había fallecido casi dos años atrás, entonces, ¿Había cumplido ya el acuerdo?
¿Se había casado con la hija de Mackenzie y era la mujer que no podía recodar?
Él lo pensó por varios minutos, existía la posibilidad de que fuera así o también de haber llegado a un acuerdo favorable con la hija del difunto…
“Vamos a ver”, susurró mientras buscaba la información que necesitaba, tenía que conocer a la mujer con quien se había comprometido, sin embargo, no llegó a leer ni ver nada más, en ese momento Zaida entró a la habitación con el semblante serio que gritaba «problemas».
“¿Qué se supone que hiciste?”, le cuestionó.
Hasan cerró las páginas y la laptop, respiró profundo y miró a su madre.
“Estoy trabajando”, dijo como única respuesta.
“No puedo creer que sigas despreciando a Nayla, no encontrarás otra mujer como ella”.
“Estoy seguro de eso, madre”.
Zaida apretó los puños.
“No tienes ninguna clase de consideración, no me tienes respeto, Hasan”.
“Te estoy teniendo toda la consideración del mundo, pero no soy un santo y mi paciencia tiene un límite, madre. Un límite que Nayla rebasó hoy con tu valiosa ayuda”.
“¡Hasan!”.
“Grita todo lo que quieras, eso no cambiará nada, madre, te lo dije y se lo dije a Nayla. No estoy interesado en ella”.
Zaida apretó sus puños, se giró y salió de la oficina.
Hasan miró a su madre y salió detrás de ella, tenía cosas que hacer antes de tomar una decisión con respecto al contrato que había firmado en Nueva York.
Los días para que llegara el cuerpo especialista de médicos pasó, Hasan se ocupó personalmente de atenderlos y conducirlos a la habitación de su padre, pese a la renuencia de su madre y tal como lo sospechaba, su padre no había recibido la atención adecuada.
“¿Qué es lo que podemos hacer, doctor?”, preguntó Hasan, una vez que estuvieron solos.
“Sería bueno trasladar a su padre a un hospital privado, donde garantizaremos su seguridad, mientras trataremos de enmendar el error que se ha cometido en su tratamiento.
“¿Cree que él pueda despertar?”.
“No puedo darle garantías, señor, han pasado muchos meses, pero mientras haya vida hay esperanza y nada es imposible si tiene fe”, declaró el galeno.
Hasan asintió.
“¿Cuándo podremos llevarlo?”, preguntó.
“Mañana mismo”, aseguró el médico.
Hasan estuvo de acuerdo e informó a Assim de la situación y a su hermano, Farid, a quién pocas veces veía.
“¿Estás bien?”, preguntó Hasan cuando Farid estaba a punto de marcharse.
“¿Por qué lo preguntas?”.
“Te ves terrible, ¿No estás durmiendo bien?”.
Farid asintió.
“Los médicos no encuentran razones para mis malestares y no parecen tener prisa por mejorar”.
“Quizá sea la conciencia la que te remuerde, Farid, no creas que no me he dado cuenta de que me ignoras para no responder mis preguntas”, lo atacó Hasan.
Farid negó.
“He hecho lo que está en mis manos para ayudarte, Hasan, he renunciado a más de lo que puedas imaginar por ti”, dijo.
“Entonces dime, ¿Qué es lo que no puedo recordar? ¿Qué es lo que nuestra madre no quiere que descubra?”, preguntó Hasan, acercándose a Farid.
“No puedo decírtelo, no por el momento, pero si te sirve de consuelo, ve a Nueva York, allí encontrarás las respuestas que buscas”, dijo Farid, y antes de que Hasan pudiera preguntar más, fue él quien abandonó la habitación.
“Ve a Nueva York”.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar