Capítulo 71:

Todo lo que él pudiera y deseara ver, que la necesitara para que nunca la dejara marchar.

La joven Najdi inició con un ritual de alimentos, le preparaba personalmente la comida e iba a la oficina de Hasan todos los días para dejarle la bandeja sobre el escritorio, pero lo único que conseguía de él era un simple:

“Gracias. Puedes retirarte”.

Nayla intentó mostrar su pasión por el arte, se ofrecía a tocar algún instrumento musical para él con el fin de ayudarlo con el estrés, pero la respuesta fue siempre la misma.

“Estoy bien, vuelve a tu casa”.

Hasan no deseaba ser duro con la joven, era evidente que no lo hacía por voluntad propia, él no era ciego.

Mientras tanto, en Nueva York, Sienna, Callie y Scarlett esperaban su turno para entrar con la doctora que las atendía. Las amigas se las habían arreglado para tener su cita el mismo día y de esa manera hacerse compañía. Sin contar con que, Scarlett se había convertido en un pilar muy importante en esa etapa de sus vidas.

No cabía duda de que la joven sería una maravillosa tía.

“¿Quién de las dos entrará primero?”, preguntó Scarlett mientras se comía una barra de chocolate con tal placer que Sienna tuvo que arrebatárselo y morderlo.

Sienna procuraba no comer muchos azúcares, su dieta era balanceada, pero ver a Scarlett comer, era un pecado capital.

“Tendrás que comprarme otro chocolate”, se quejó la chica.

Sienna asintió, mientras con discreción Scarlett le pasaba un chocolate a Callie, quien tenía una debilidad increíble por ellos.

“No sé qué haré con ustedes y cuando nazcan los bebés”, dijo Scarlett, imaginándose con dos pequeños niños en sus brazos.

Sienna, Callie y Scarlett entraron a la oficina de la doctora Romanov, como las tres mosqueteras que se apoyaban en todo y estaban la una para la otra.

“¿Quién será la primera en pasar?”, preguntó la doctora, viendo a las embarazadas.

Callie y Sienna se señalaron al mismo tiempo, riendo en el proceso.

Pese a todo lo malo que les había ocurrido, las mujeres trataban de ser felices y esperar a sus bebés con amor y en armonía.

“Vamos”, dijo la doctora.

Callie fue la primera en subirse a la camilla para la ecografía.

“¿Quieres saber cuál es se%o de tu bebé?”, preguntó la doctora Romanov.

Callie miró a Sienna y Scarlett, mientras trató de no llorar.

Este momento debió ser…

Ella negó, Farid no se merecía ni un solo pensamiento de su parte.

Su bebé era suyo y de nadie más.

“Quisiera esperar un poco más”, dijo Callie con un nudo en la garganta.

“Muy bien, será como tú digas. Lo importante es, que tu bebé crece en perfectas condiciones”, dijo la mujer.

Callie asintió, mientras Sienna se preparaba para su turno.

Ella tenía sentimientos encontrados, habían pasado muchos meses y su bebé estaba a nada de llegar al mundo y no sabía nada de Hasan.

“Sienna”, llamó la doctora.

La joven subió a la camilla, Scarlett la tomó de la mano y esperó a que la doctora esparciera el gel transductor sobre el v!entre de su hermana, ellas se miraron.

Scarlett apretó la mano de Sienna.

“Estoy contigo”, dijo.

Sienna le sonrió y asintió.

La doctora pasó el transductor por el redondo v!entre de Sienna, tenía ocho meses y medio, pero había decidido no saber el se%o del bebé.

Sienna lo había hecho con la intención de darle tiempo a Hasan de volver, pero parecía que no iba a suceder.

¿Cuánto tiempo más iba a esperar?

Su corazón se agitó dentro de su pecho y sintió el llanto inundar sus ojos y correr por sus mejillas.

“¿También prefieres que el se%o de tu bebé sea una sorpresa?”, preguntó la doctora Romanov.

Sienna asintió.

‘Dos semanas más’, pensó.

La doctora no insistió, le dio una toalla húmeda para limpiarse el gel y terminar la consulta.

Entre tanto, Hasan levantó la mirada para encontrarse con Assim.

“¿Trajiste todo lo que te pedí?”.

“Todo, señor”, respondió Assim, dejando una pila de documentos sobre el escritorio de Hasan.

“Somos cuñados, Assim, no me llames ‘señor’“, lo regañó Hasan.

Assim negó.

“Mi estatus no cambian, señor, y me siento mucho más cómodo así. Jenna es mi esposa, pero usted sigue siendo mi jefe”, aseguró.

“¿No hay manera de cambiar eso?”, preguntó Hasan, un tanto divertido.

“Me temo que no, señor”, respondió Assim.

Hasan negó y decidió cambiar de tema.

“¿Has conseguido lo que te pedí?”, preguntó.

“Sí, el cuerpo médico aterrizará en unos días. Es personal altamente capacitado”.

Aseguró Assim.

“Te estoy confiando la vida de mi padre, Assim”, dijo Hasan con tono serio.

“Por favor, no demore en revisar los pendientes, algunos son contratos firmados desde hace algunos años y otros fueron firmados antes de su accidente”, informó Assim.

Hasan asintió.

“Gracias, Assim, déjame solo”, dijo, desviando la mirada a la maceta de gardenias sobre el buró.

No sabía por qué, pero esa flor lo mantenía cuerdo y con esperanza de pronto recordar su pasado reciente.

Hasan enterró la cabeza en el trabajo nuevamente, revisó todas las carpetas.

Recordaba el momento que firmó cada uno de ellos, hasta que llegó a la pila del año que no recordaba, aun así, trató de entenderlos todos.

Él resopló al darse cuenta de que había una última carpeta y por la fecha supo inmediatamente de lo que trataba, iba a abrir el documento, pero la puerta se abrió y cerró al mismo tiempo, distrayéndolo.

Hasan apartó la mirada del documento y se fijó en Nayla.

No la había visto en todo lo que iba del día y lo agradecía, no le agradaba tener que estar cuidándose las espaldas a cada rato, pero su presencia a esa hora en su oficina, no podía traer nada bueno.

“¿Qué haces aquí?”, preguntó Hasan, luego del silencio que se instaló entre ellos.

“Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña”, susurró Nayla con una sonrisa en los labios.

Hasan cerró los ojos y suplicó al cielo tener paciencia.

Sin embargo, cuando los abrió, la paciencia se fue al diablo.

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