La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 70
Capítulo 70:
Sienna miró el mensaje, no sabía si debía o no abrirlo, ¿Qué era lo peor que podía pasar? Ella ya había sufrido lo indeseable, estaba segura de que ya nada iba a destruirla.
Ella leyó atentamente, mientras un vacío se formó en la boca de su estómago, su garganta se apretó, hasta el punto de dejarla sin aire.
“No trate de volver a este país, no habrá manera de que le permitan su ingreso, por favor señora. Manténgase alejada de este lugar, por su bien y por el de su hijo. No regrese jamás”, leyó Sienna en el mensaje de Assim.
Sienna cerró los ojos y lloró, lloró tanto como creyó que ya no era posible hacerlo, aquel mensaje era el único que había recibido de Assim en tantos meses.
“Solo queda esperar”, murmuró con la voz ronca por el llanto.
Esperar era lo único que Sienna Rafiq podía hacer.
Entre tanto y a muchos kilómetros de distancia, Hasan cerró los ojos y deseó poder escuchar esa voz que le pedía volver, sin embargo, no le fue posible.
Él suspiró, temía volverse loco si no es que ya lo estaba.
¿Sería la voz dulce y aterciopelada un producto de su imaginación o era la voz de la mujer que decía amarlo?
¿Cómo podía diferenciar un sueño de un recuerdo?
¿Qué tanto le debía a la vida que lo castigaba de aquella manera?
Hasan no obtuvo respuesta y así continuó las siguientes dos semanas.
Todas las noches iba al invernadero y trataba de recordar, forzar su memoria le provocaba dolores de cabeza intensos, pero, aun así, no se daba por vencido.
Aún buscaba a la mujer de sus sueños.
“Hasan”, llamó Zaida esa mañana.
La mujer había adoptado una nueva estrategia con el fin de lograr convencer a su hijo de que sus acciones todas eran por el bien de su familia.
“¿Vas a decirme dónde está mi padre?”, preguntó Hasan, era uno de los temas de conversación y motivo de discusión entre ellos.
Zaida asintió.
“No he querido decirte nada, no porque tenga razones ocultas, hijo”, dijo.
“No lo parece, evadiste el tema desde la primera mañana que desperté en Dubái, ¿Qué esperas que piense?”, cuestionó Hasan, mirando por el ventanal.
Zaida caminó un par de pasos y se colocó a su lado.
“No quería alterarte, por lo que, decidí esperar a que te recuperaras, pero no puedo con el peso de tus acusaciones sobre mis hombros”.
“¿Dónde está?”, preguntó Hasan, poco dispuesto a escuchar todo el drama que sabía vendría con las palabras de su madre.
“Tu padre venía contigo el día del accidente”, dijo Zaida.
El corazón de Hasan se agitó dentro de su pecho y malos pensamientos lo asaltaron, tanto, que sintió que el aire se le escapaba de los pulmones.
“¿Qué?”.
“Lo encontramos antes de ti, Farid lo trajo de regreso a casa, sin embargo, Abdel no tuvo tu suerte y su caso era mucho más delicado que el tuyo”.
“¿Murió?”, preguntó Hasan con voz ahogada.
“No, pero ha estado en coma todo este tiempo, el médico no da muchas esperanzas. Incluso, ha recomendado que como familia decidamos lo que haremos”, respondió Zaida.
“¿Qué quieres decir?”, preguntó Hasan.
“Podemos mantenerlo con vida como hasta ahora o desconectarlo y dejarlo descansar…”, explicó Zaida.
Hasan se giró para ver a su madre.
“¡Por supuesto que no vamos a desconectarlo! ¡Debiste decírmelo antes, madre!”, gritó Hasan, mirándola con enojo.
“Hijo…”, intentó decir Zaida.
“De haberlo sabido, habría movido cielo, mar y tierra para llevarlo a otros países, quizá exista un mejor diagnóstico”, dijo Hasan.
“¡Han venido los mejores del mundo, todos opinan lo mismo!”, gritó Zaida, sintiéndose herida.
Sin embargo, Hasan no se fijó en su rostro.
“Será mejor que te vistas, hoy es la boda de Jenna y Assim”, dijo Hasan.
Zaida apretó los dientes.
“La felicidad de tu hermana es lo único que le da paz a mi corazón, Hasan. A tu padre le habría encantado verla así de feliz y dichosa”, se obligó a mentir.
“Por supuesto que habría sido muy feliz”, respondió Hasan, cortante.
Zaida respiró con discreción y salió de la habitación de su hijo para vestirse.
La boda de Jenna era algo que le tenía sin cuidado, su preocupación era ese muro que Hasan tenía erguido entre ellos.
La fiesta de matrimonio se realizó en el palacio, no fue un evento que se anunciara en ningún lado.
No se hizo eco, pues Assim no pertenecía a ninguna familia de renombre y Zaida no deseaba que su apellido se vinculara con el del consejero.
A Assim eso le tenía sin cuidado, su mayor interés era convertirse en el esposo de Jenna y sacarla del palacio, mantenerla en un lugar seguro, lejos de la hiena de Zaida.
“¿Has hecho lo que te pedí?”, preguntó Farid, acercándose a Assim.
“Esta mañana, me aseguré de no dejar rastro alguno”, respondió Assim.
“Bien, ya sabes cuál es el siguiente paso, Assim, no me falles por favor”, pidió Farid, clavando la mirada en su cuñado.
“Haré todo lo que esté en mis manos para cumplir con lo prometido, señor, ¿Usted hará lo mismo?”, preguntó Assim.
“Es lo único que puedo hacer, falta poco, Assim, falta poco”, aseguró Farid antes de alejarse.
Farid corrió al cuarto de baño, las arcadas se escucharon pronto, mientras su frente se perlaba de sudor.
¿Qué era aquel horrible malestar que lo acompañaba desde hace varias semanas?
Farid había consultado a su médico de cabecera, incluso había asistido a otros cuantos, pero ninguno fue capaz de encontrar el motivo de sus náuseas y vómitos, pues solo eran por la mañana y cuando se sentía estresado por los recuerdos.
Entre tanto, Hasan miró a su padre tendido en una cama, conectado a varios cables y máquinas. El corazón le dolió.
“Haré todo cuanto pueda, padre, pero te prometo que volverás a abrir los ojos, de todos, eres el único que puede decirme la verdad. Solo tú puedes hacer que recuerde lo que se ha borrado de mi mente”, dijo Hasan, luchando para no derramar las lágrimas que llenaban sus ojos.
“Me duele que no confíes en mí y en mis palabras, Hasan. ¿Cuál ha sido el mal que yo te he hecho para merecerme este trato?”, preguntó Zaida desde la puerta de la habitación.
Hasan no apartó la mirada de su padre.
“Tú sabrás lo que has hecho, madre, no puedo recordar, pero mi corazón se niega a aceptar y dar por hecho lo que sale de tu boca”, respondió Hasan.
Zaida cerró los ojos y lloró.
“Eres cruel conmigo y Nayla, esa muchacha solo ha cometido el pecado de amarte, de entregarte todo de sí, Nayla es tu prometida y la tratas como una desconocida”, dijo Zaida.
“El perder la memoria no me convirtió en un idiota. Sé que hay una mujer que espera por mí, que me pide volver a ella, pero esa mujer no es Nayla Najdi”, aseguró Hasan, girándose para ver a Zaida.
“No sé quién sea esa mujer, como se llame o dónde viva, pero te prometo que voy a encontrarla”, aseguró, pasando de Zaida y dejándola sola en la habitación.
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