La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 68
Capítulo 68:
Nayla apretó los puños, caminó hacia la salida, pero fue interceptada por Farid.
“¿Por qué haces esto?”, preguntó él.
“Es mi única oportunidad para quedarme con él”, respondió.
“¿No tienes miedo de ser castigada nuevamente?”, preguntó Farid.
Nayla tragó el nudo formado en su garganta.
“Mi tía no lo permitirá”, susurró.
Farid sonrió.
“A mi madre le tiene sin cuidado lo que pase contigo, te está usando para salirse con la suya, pero te apuesto que, si tiene que elegir entre tú y su pellejo, jamás te elegirá”, aseguró Farid.
Las palabras de Callie golpearon el corazón de Nayla y tuvo que hacer acopio de su fuerza de voluntad para no dejar escapar un g$mido de dolor.
“No voy a rendirme con Hasan, así exponga mi vida, él será mío”, aseguró, interrumpiendo los pensamientos de Farid y aprovechando su distracción para marcharse.
Entre tanto, Zaida miró a Assim, lo había encerrado en la sala principal, no podía darse el lujo de que Hasan y él se reunieran sin antes decirle exactamente lo que necesitaba que supiera.
“Mi hijo no recuerda nada de lo que ha sucedido en su vida en el último año, tienes prohibido decirle, hablar o mencionar el nombre de Sienna Mackenzie en su presencia”.
“No voy a mentirle al Señor Hasan, si él me pregunta, voy a contarle la verdad”, respondió Assim, arriesgando su vida.
“¡¿Te atreves a desobedecerme?!”, gritó Zaida, enojada.
“Lo siento, señora Zaida, no voy a mentirle”, respondió Assim.
Zaida lo miró con odio y rencor, no podía matarlo, porque Hasan se daría cuenta de que algo no marchaba bien, no podía arriesgarse.
“La vida de mi hijo ha estado en peligro, incluso ha recibido el castigo que era para esa bruja. ¿Cómo crees que me siento al respecto?”, preguntó Zaida.
Assim permaneció callado.
“Golpeaste a mi hijo, ese sería un buen motivo para enviarte a prisión”, dijo Zaida. “Él no va a defenderte, porque no lo recuerda”, añadió.
“Si él no lo recuerda, puedo alegar que no pasó”, refutó Assim.
Zaida gruñó.
“Dime Assim, ¿Cuál es el deseo más grande que tiene tu corazón?”, preguntó.
“Pídeme lo que sea, lo que quieras será tuyo, si guardas el secreto”.
La tentación era muy grande, Assim solamente quería una cosa. La añoraba como a nada en el mundo, pero las posibilidades eran pocas.
“¿Qué es lo que quieres? Será tuyo”, insistió Zaida.
Assim tragó el nudo formado en su garganta, cerró los ojos y habló:
“Quiero casarme con Jenna, ese es el precio que pueda pagar mi silencio”, declaró, arrepintiéndose en el mismo momento que lo dijo.
¿Qué es lo que había hecho?
¿En qué momento se dejó seducir por la oferta de Zaida?
La culpa azotó a Assim, más rápido que la mano de Zaida sobre su mejilla.
El rostro de Assim giró con violencia y él no se atrevió a mirar a la mujer. Se había expuesto y arriesgado la seguridad de Jenna por un momento de debilidad.
“Eres osado, Assim”, gruñó Zaida, apretando los puños y los dientes con fuerza, como si deseara partírselos en dos.
Assim tragó el nudo formado en su garganta, estaba dispuesto a arrodillarse y pedir clemencia por Jenna, sin embargo, sus intenciones quedaron en eso, intenciones, pues en el momento que sus rodillas amenazaron con doblarse, Zaida volvió a hablar.
“Jenna es el menor de mis problemas, lo que haga con su vida no es tan importante para mí”, declaró con una ceja elevada y una frialdad horrible, propia de una mujer cruel y despiadada.
“¿Qué?”, Assim no lograba entender, estaba lento y no era por la bofetada recibida y tampoco el dolor que aquejaba su labio partido.
“Si tengo que sacrificar a Jenna, para que mi hijo no vuelva a saber nada de Sienna, creo que valdrá la pena”, murmuró Zaida.
Assim tragó. “Júrame por la vida de Jenna, que no le dirás nada a Hasan, que jamás le hablarás de Sienna Mackenzie”, exigió Zaida.
“Júralo y tendrás a Jenna como esposa en menos de un mes”, lo tentó.
Assim cerró los ojos y pidió perdón, estaba siendo egoísta.
Era un traidor en toda la extensión de la palabra, pero lo hacía por amor.
Amaba a Jenna y esta era su única oportunidad de asegurarse el bienestar de la joven, una vez convertida en su esposa, sería suya para siempre y estaría lejos de la maldad de esa mujer.
“Assim”, llamó Zaida a punto de perder la paciencia.
“Lo juro”, murmuró.
“Juro no decirle al Señor Hasan nada sobre la señora Sienna, pero no prometo no decirle nada a la señora Sienna”, juró para Zaida y prometió para sí mismo. Encontraría una manera de reparar su falta, por el momento pedía que el cielo lo perdonara.
Zaida lo miró como si fuera una mancha en su zapato, se giró y se marchó del salón, dejando la puerta abierta. Assim bajó la cabeza y salió detrás de la mujer.
Desde ese día, la culpa cayó como losas pesadas sobre sus hombros y cada vez que miraba a Hasan y no respondía con claridad cuando él le preguntaba, el peso era mayor.
“¿Por qué tengo la sensación de que no me estás siendo sincero, Assim?”, preguntó Hasan aquella tarde, llevaba trabajando dos semanas, tratando de recordar, pero sin tener éxito alguno.
Todo lo que había en su cabeza era un manto gris que lo separaba del rostro que lo perseguía en sueños, estaba seguro de que se trataba de una mujer, pero no sabía quién era.
Una cosa era cierta, no era Nayla Najdi.
“Señor…”
Assim desvió la mirada por un breve momento, antes de responder, quedaban dos semanas para su boda con Jenna, Zaida manejaba el asunto con discreción, pero le había dejado el trabajo de informarle a Hasan, estaba seguro de que ella esperaba que fuera él quien no se lo permitiera.
“¿Desde cuándo hay secreto entre nosotros?”, preguntó Hasan un tanto divertido.
Assim negó.
“En realidad”, dijo, haciendo una pausa.
“No sé cómo vaya a tomarlo, señor, sin embargo, no puedo ocultarle más la verdad”.
Hasan dejó la pluma y esperó.
“En dos semanas, la señorita Jenna y yo, contraeremos matrimonio”, dijo Assim.
Silencio. Un silencio sepulcral se instaló en la habitación, no se escuchaba nada más que los latidos del corazón de Assim.
“¿Casarte con mi hermana?”, preguntó Hasan luego de un tiempo que pareció una eternidad.
“Nos concedió el permiso, hace unos meses, señor”, dijo Assim, era la única verdad clara que le estaba diciendo.
Hasan enarcó una ceja.
“¿Yo…?”, cuestionó.
Assim asintió, mientras un recuerdo llegó a Hasan.
.
.
.
Si encuentras algún error (contenido no estándar, redirecciones de anuncios, enlaces rotos, etc.), por favor avísanos para que podamos solucionarlo lo antes posible.
Reportar