Capítulo 67:

“No, ¿Hay algo más que deba saber?”, preguntó Hasan, ante los cuestionamientos de su madre y hermano.

“Nada, no hay nada más que necesites saber, hijo. Ahora será mejor que descanses. Nosotros hablaremos con el doctor y trataremos de volver a Dubái hoy mismo”, dijo Zaida.

Hasan asintió, sin embargo, sentía que algo se le escapaba de las manos, algo no estaba bien.

Él se llevó la mano sobre el pecho, allí había un dolor agudo, como una espina que picaba, pero que no terminaba de enterrarse.

“¿Por qué me siento incompleto? ¿Por qué tengo la sensación de que estoy olvidando algo que no debo olvidar?”, se preguntó.

El sentimiento de angustia no se apartó de su pecho, el corazón se le oprimía, pero él no podía recordar.

“Con su permiso, señor Rafiq”, dijo una de las enfermeras, abriendo la puerta y entrando a la habitación.

“¿Qué día es?”, preguntó Hasan, queriendo ubicarse de alguna manera.

“Miércoles”, respondió la enfermera.

“¿De qué mes y año?”, preguntó Hasan, para confirmar las palabras de su hermano.

“Abril de 2023”, respondió la enfermera.

Hasan contuvo la respiración, había pasado un año.

¿Por qué no recordaba nada?

¿Qué había sido de ese año que se borró de sus recuerdos?

“Debe estar bromeando”, dijo Hasan.

La enfermera negó.

“No estoy autorizada para hablar de su caso, pero pensamos que tuvo un fuerte traumatismo en su cerebro, lo que le ha causado la amnesia retrógrada que presenta. No sabemos qué pasó tras el accidente, ni sabemos si alguien más lo atendió correctamente, por lo que, debemos esperar a su evolución y resultados de todos los análisis que hagamos”, explicó.

“¿Es definitivo?”, preguntó Hasan.

La enfermera miró a la puerta.

“No lo sé, quizá estando en su ambiente familiar, pueda empezar a recordar o con el paso del tiempo los recuerdos regresen”, explicó.

En ese momento, la puerta volvió a abrirse, dejando ver a Zaida y Farid acompañados del médico.

“Gracias por tus servicios, espera en el consultorio”, ordenó el galeno a la enfermera.

Hasan se bajó de la cama y esperó a que el doctor le confirmara las palabras de la enfermera.

“¿Y bien?”, preguntó ante el silencio prolongado en la habitación.

“El trauma que sufrió durante el accidente ha dejado secuelas, esperamos que los recuerdos vayan apareciendo poco a poco y con la ayuda de su madre y hermano, no tendrá ningún problema en su recuperación”, dijo el médico con amabilidad.

“Para ser un experto, su explicación es bastante simple, doctor”, refutó Hasan.

“¡Hasan!”, gritó Zaida.

“¿Podemos irnos?”, preguntó Hasan, ignorando el grito de su madre.

“Por supuesto, enviaré el resultado de sus estudios a su médico de cabecera. Ya me he puesto de acuerdo con su madre y hermano”, respondió el doctor.

Hasan asintió, recibió la ropa que su madre le entregó y se marchó al cuarto de baño para vestirse.

El dolor de cabeza le molestó, pero nada que no pudiera soportar. Salió del baño y se reunió con Zaida y Farid.

“¿Assim?”, preguntó.

“Estás volviendo de una experiencia desastrosa y todo lo que quieres saber es ¿Dónde está tu consejero?”, preguntó Zaida con celos en la voz.

“Tendrá que disculparme, madre, pero si hay alguien en quien puedo confiar ciegamente es en él”, respondió Hasan sin dudar.

Zaida apretó los puños.

“Assim estará a tu disposición una vez que volvemos a Dubái, no había razones para traerlo con nosotros”, mintió.

“Me alegra escuchar eso”, dijo Hasan, saliendo de la habitación.

Farid miró a su madre.

“¿Dónde está Assim?”, preguntó.

“En Dubái, lo despaché ayer por la noche, no tenía razones para estar aquí”, dijo Zaida.

Farid esperaba que Assim estuviera en una sola pieza y que su madre no hubiera cometido una tontería con tal de evitar que Hasan recuperara sus recuerdos con Sienna.

Él tenía que buscar una manera de hacerle saber de su existencia, sin que su madre se enterara.

“Hasan no debe recordar quién es Sienna, nadie puede hablarle sobre esa mujer”, pensó Zaida.

“No puedes prohibirnos tal cosa, Sienna es la mujer que Hasan ama”, replicó Farid, apretando los puños con fuerza mientras caminaba detrás de Hasan y su madre.

El viaje a Dubái no fue ni más largo ni más corto, sin embargo, Hasan sintió que se le hizo una eternidad. Los nervios a la hora del despegue y aterrizaje le hicieron sentir un miedo atroz que disimuló, cerrando los ojos y fingiendo dormir.

La sensación de pesadez no abandonó su cuerpo y lo acompañó de camino al Palacio Rafiq, un lugar que no sintió como su hogar.

“Hijo”, llamó Zaida.

Hasan dejó de pensar, ese hueco en su memoria era insoportable, la sensación de estar incompleto era abrumadora.

“Ven, tienes que descansar”, indicó Zaida.

“Deja que tu prometida se haga cargo de ti y te mime”.

“¿Prometida?”, preguntó Hasan, viendo a la mujer salir de detrás de su madre.

“Tú y Nayla están prometidos”, dijo Zaida con una sonrisa de complacencia en los labios.

Hasan miró a Nayla y una sensación de rechazo nació en su corazón.

“¿Esperas que me crea esto?”, preguntó con dureza.

“Hasan, no seas cruel con Nayla, tú no puedes recordar, pero es verdad lo que te digo. No hay razones para mentirte”, aseguró Zaida, mirando a su hijo, esperando que él aceptara sus palabras sin chistar.

Hasan sonrió ante las palabras de su madre.

“Lo último que recuerdo es que no tenía ningún interés sentimental en ella, la he visto como mi prima toda la vida y, aunque en nuestra cultura podemos contraer matrimonio, no me veo casándome con ella”, soltó.

“¡Hasan!”, gritó Zaida.

“No discutas con él, tía, es normal que Hasan no pueda recordar nuestra historia, ni el momento de nuestro compromiso, pero presionarlo no ayudará en nada. Deja que descanse, mañana será otro día”, dijo Nayla con timidez y sumisión.

Hasan se armó de paciencia, odiaba esa actitud en ella y no sabía exactamente la razón.

“Me iré a mi habitación, mañana espero ver a mi padre”, dijo, sin saber que su padre estaba en coma.

Zaida no respondió e hizo bien, pues Hasan se giró para verla.

“No he visto a Assim, díganle que lo espero mañana a primera hora en mi habitación”, ordenó.

Nayla miró a su tía, dejó su pose firme y se encorvó, las cicatrices aún le dolían y la mantenían postrada en la cama la mayor parte del tiempo.

“No creo que funcione, Hasan ni siquiera me miró”, dijo con voz rota y marcada por el llanto.

“No desistas, Nayla, porque esta es la única oportunidad que tendrás con mi hijo. Si no puedes ganar su corazón, no tendré ningún reparo en buscarle otra esposa”, dijo Zaida, antes de dejarla sola en el vestíbulo.

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