Capítulo 64:

Esa mañana se había hecho la prueba, pero no había tenido el valor de ver el resultado.

Con manos temblorosas, Callie tomó la pequeña barra, casi dejándola caer por lo nerviosa que estaba.

“Tienes que ser valiente y confirmar tus sospechas”, se dijo, pero no era tan fácil.

Callie cerró los ojos por un breve momento antes de colocar la barra frente a su rostro y ver el resultado.

“Positivo, estoy embarazada. Estoy esperando un hijo de Farid…”, musitó Callie, con gruesas lágrimas deslizándose por sus mejillas.

“Estoy embarazada”.

“Estoy esperando un hijo de Farid”.

“Un hijo de Farid”.

Callie no sabía qué sentir o cómo sentirse en ese momento.

Llevó la mano a su v!entre, mientras las lágrimas se desbordaban por sus mejillas.

Volvió a ver el test, tenía ocho semanas de embarazo, y no pudo evitar recordar ese día en que dejó a Sienna para atender el llamado de Farid a su casa.

Cerró los ojos, golpeada por los recuerdos.

Como lo había imaginado, Farid no la había ido a recoger, sino que envió al chofer, quien la llevó en silencio a la casa de Farid.

Durante todo el camino, Callie intentó no prestar atención a las palabras que Sienna le había dicho, pero estaban latentes en su mente.

Al entrar a la casa, Farid se levantó al verla, la tomó entre sus brazos y reclamó su boca, sin mediar palabra.

Callie se dejó llevar por las emociones y los sentimientos, olvidando que Farid la había olvidado tan pronto llegaron a Dubái.

“Te extrañé”, dijo Farid, mientras se acomodaba la túnica. Había sido un encuentro ardiente, pero también fugaz.

Él tenía que volver al palacio.

Callie tragó el nudo en su garganta.

Ella también lo había echado de menos, tanto que se había entregado a él sin reservas.

“Callie, ¿Me extrañaste?”, preguntó Farid, acariciando su mejilla.

“Sí, tanto que no dudé en acudir a ti”, respondió, vacilante.

“¿Pero?”, insistió Farid.

“Si me extrañabas, ¿Por qué no me buscaste antes?”, cuestionó Callie, alejándose de su toque.

Farid intentó acercarse de nuevo, pero Callie se alejó un paso más.

“Respóndeme”, pidió.

“Mi madre se ha empeñado en que viaje a Abu Dabi para convencer a mi padre de retirar la demanda de divorcio”, explicó Farid.

“¿Eres su mensajero?”, preguntó Callie, con molestia.

“Soy su hijo, Callie, y aunque sea un hombre mayor, no deja de dolerme su situación”, respondió Farid.

“Pues merecido se lo tiene, ella sola ha cultivado su desgracia y si te descuidas, será la responsable de la tuya”, dijo Callie, con amargura.

“Es mi madre, son mis padres”, refutó Farid.

“Soy la mujer que quieres, ¿No? Quizá debería darte a elegir entre ella y yo”, señaló Callie.

Farid retrocedió los pasos que había avanzado.

“Si hay alguien que puede controlar a mi madre, soy yo, Callie. Estoy a su disposición, pero me aseguro de que sepa únicamente lo que no podrá ocasionar daño a nadie más”, explicó Farid.

“Sienna tenía razón, no seré tu prioridad y no quiero ser tu sucio secreto, Farid”, dijo Callie, girándose sobre sus talones y marchándose de la casa, con el corazón roto, pero no tanto como después de su último encuentro, tras la desaparición de Hasan.

Callie salió de sus recuerdos y se lamentó haber sido tan tonta con Farid, pues él solo la había utilizado.

“Lamento no haber escogido un buen padre para ti, pero te prometo que trataré de ser la mejor madre del mundo”, dijo, presionando su v!entre con ternura.

Ese bebé no era planeado, pero sería amado.

“Nadie te herirá como a mí”, prometió.

Callie estaba segura de eso, daría hasta la vida por protegerlo, pero también iba a asegurarse de que su hijo o hija tuviera voluntad propia y no se dejara manipular por nadie.

Mientras tanto, Sienna estacionó frente a la casa de su madre, el lugar donde había sido feliz durante muchos años y que, tras la muerte de su padre, se había convertido en su lugar menos favorito del mundo.

Sienna no podía olvidar la traición que su padre le había hecho, ni la presión que su madre ejerció sobre ella para casarse con Hasan.

Quizá algunas personas podrían pensar que debía estar agradecida, pues gracias a ellos había tenido a Hasan en su vida y ahora cargaba a su hijo en el v!entre.

Sin embargo, no era tan sencillo. Hasan pudo no haber sido un buen hombre, y sus vidas habrían sido un infierno.

“¿Sienna?”, la voz de Scarlett la sacó de sus amargos pensamientos.

“Scarlett”, susurró Sienna.

Había pasado mucho tiempo desde que se habían visto, una eternidad para ella.

“¡Sienna, estás de regreso!”, gritó Scarlett, saliendo de su estupor y corriendo para abrazar a su hermana.

Sienna la estrechó fuerte entre sus brazos y rogó al cielo para no romperse en miles de pedazos de nuevo.

Tenía que ser fuerte.

Tenía que soportar.

“Te escribí”, dijo Sienna a manera de respuesta.

“No pude acceder a mi cuenta de email, tuve algunos problemas, pero tengo una nueva. Te la pasaré”, respondió Scarlett.

Sienna asintió, no quería entrar en detalles, no por ahora.

“¿Estás sola?”, preguntó.

“Sí, volví hace poco, pero mamá se ha ido de paseo. Un tour en yate por el Mediterráneo, estará tres meses fuera”, avisó Scarlett.

Sienna trató de no enojarse ante las acciones de su madre, quien se había marchado sin importarle dejar a Scarlett sola.

“¿Vas a quedarte?”, preguntó Scarlett, frunciendo el ceño al reconocer el auto de Callie.

“¿Callie también volvió?”

“Lo hicimos juntas, hace un par de días”, respondió Sienna, caminando al interior de la casa, sintiendo que las fuerzas le fallaban.

“¿Estás bien?”, preguntó Scarlett, preocupada.

“Ven, tenemos que ponernos al día, tienes que contarme de tu vida”, dijo Sienna, evadiendo la pregunta.

Scarlett, ajena al dolor de su hermana, le contó lo que había hecho durante esos meses que estuvieron separadas.

Sienna tuvo que morderse el labio al enterarse de que Hasan se había hecho cargo de los pagos que su padre adeudaba y de los cuales ella desconocía su existencia.

Hasan también se había asegurado de que una parte de las ganancias de la ensambladora fueran depositados a nombre de Scarlett para los gastos de su universidad.

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