La esposa rebelde del árabe -
Capítulo 63
Capítulo 63:
“¿Qué haces aquí?”, preguntó Sienna, intentando mantener la compostura mientras acariciaba la gardenia.
Assim le informó que el nuevo Emir había ordenado su expulsión del país. Tenía tan solo seis horas para partir.
La risa de Sienna llenó el invernadero, una risa que pronto se transformó en llanto.
Alejarse de Dubái significaba dejar a Hassan atrás, algo a lo que se negaba rotundamente.
“Hablaré con Farid, él no puede hacerme esto. ¡Soy la esposa de su hermano!”, exclamó desesperada. Pero Assim fue claro: Farid era ahora el Emir y tenía el poder de ejecutar dicha orden.
Si insistía, Sienna podría incluso enfrentarse a la prisión. Al procesar la realidad, Sienna se sumió en una profunda oscuridad.
En su mente, Hassan la llamaba, pero estaba atrapada en un sendero oscuro y desconocido.
Su corazón latía con fuerza, el aire se volvía irrespirable, y el miedo a asfixiarse en aquella soledad la embargaba.
“Despierta, Sienna, has dormido mucho tiempo”, escuchó una voz familiar en la oscuridad, una voz que la instaba a regresar por su bebé. Sienna intentó correr hacia la voz de Hassan, pero se sentía estancada, sin avanzar.
“¡No te vayas! ¡No me dejes, Hasan! ¡Vuelve, vuelve!”, gritó, pero la voz se desvaneció y Sienna cayó de rodillas, su corazón desbordado de dolor.
Callie, junto a la cama de Sienna en el hospital, intentaba despertarla de la pesadilla. Sienna finalmente abrió los ojos, confundida y agobiada, sin recordar cómo había llegado allí.
“¿Qué me ha pasado?”, preguntó, su mente aún nublada y su cuerpo débil.
“Te has desmayado”, explicó Callie, y Sienna se percató de que no estaban en el palacio.
“¿Dónde estamos? ¿Dónde está Hasan?”, insistió, buscando respuestas.
“Sabes lo que pasó con Hasan, no te hagas más daño, Sienna”, contestó Callie, su voz cargada de tristeza.
Sienna, enfrentándose a la cruel realidad, preguntó nuevamente dónde se encontraban.
“Hemos regresado a Nueva York”, reveló Callie, marcando el fin de un capítulo y el inicio de uno aún más incierto.
El silencio que siguió fue abrumador. Callie, luchando por contener las lágrimas, recordó la persecución que habían sufrido al salir de los Emiratos, y cómo, si no fuera por Assim, podrían haber terminado en la cárcel.
“¿Qué?”, murmuró Sienna, aún tratando de procesar la noticia.
“¿Dónde estamos?”
Insistió, sintiendo el peso de la desorientación y el miedo.
“Estamos en el hospital, has estado inconsciente los últimos dos días. Temía por ti y por el bebé…”, confesó Callie, mostrando una fortaleza que escondía su propio dolor.
Sienna tocó su v!entre, sintiendo la pequeña curva que se marcaba. Todo le parecía borroso, su mente estaba vacía.
“¿Qué ha dicho el médico?”, inquirió, buscando en Callie alguna certeza en medio del caos.
El médico había indicado que el bebé de Sienna estaba bien, pero que debía alimentarse mejor y descansar tanto como pudiera.
Le sugirió que permaneciera en el hospital por un par de días o semanas, para asegurarse de que todo marchara bien con el embarazo.
Sienna asintió en silencio, recordando la petición de Hassan de que cuidara de su bebé. La mención de las gardenias en la habitación le hizo estremecer el corazón, pues eran una conexión con su esposo ausente.
“¿Mi madre sabe que volvimos?”, preguntó Sienna en tono bajo. Callie le respondió que no, pues Fiona no le daría tregua y querría saber lo ocurrido.
Sienna apartó la mirada de Callie, fijándose en la pequeña maceta con la gardenia sobre el buró.
“No podíamos venirnos sin ella”, dijo Callie, y le recordó a Sienna que Assim le había enviado documentos que debía revisar y firmar, pero que por ahora lo importante era que se concentrara en su embarazo.
Sienna asintió, sin apartar la mirada de la gardenia.
Esa flor, luchando por sobrevivir en un hábitat que no era el suyo, le recordaba a su propia situación.
Ella también debía luchar por seguir adelante, por su hijo y por la promesa hecha a Hassan.
Los siguientes días no fueron fáciles para Sienna, quien luchó contra el deseo de rendirse y dejarse morir.
Pero cada vez que sentía que no podía comer, pensaba en su hijo y en la promesa hecha a Hassan, así que se obligaba a alimentarse y beber suficientes líquidos, lo que finalmente le permitió recibir el alta médica.
Cuando Callie le preguntó si la llevaría a casa de su madre, Sienna pidió quedarse con ella, sintiéndose aún no preparada para enfrentar a su propia familia.
Pero la reacción de Callie en el baño, con los síntomas de náuseas y malestar, hizo que Sienna se preguntara si su amiga también estaba embarazada.
Callie, después de vomitar, salió del baño sin querer preocupar más a Sienna.
Pero la culpa invadió a Sienna, quien temía que su propia situación hubiera afectado la relación de Callie y Farid.
Cuando Callie anunció que harían una parada antes de ir a casa, Sienna se mantuvo en silencio, esperando que su amiga le contara lo que sucedía.
Durante el viaje, Sienna observó cómo la ciudad de Nueva York, antes llena de encanto, ahora carecía de atractivo para ella.
Pero la presencia de la gardenia en el auto le recordó que, así como esa flor luchaba por sobrevivir en un hábitat extraño, ella también debía hacerlo, por su hijo y por la promesa hecha a Hassan.
“Lo siento”, susurró Sienna, sorprendiendo a Callie.
“¿Por qué te disculpas?”, preguntó la joven, cogiendo la pequeña maleta de ropa que había traído de su casa.
Sienna negó, no quería hablar sobre Farid en la habitación de un hospital.
“Vamos”, pidió.
“Bien, pero haremos una parada antes de irnos a casa”, avisó Callie.
Sienna asintió.
Callie hizo su primera parada en una farmacia, compró una prueba de embarazo casera, pues fue demasiado cobarde para hacérsela en la clínica.
Quería saber si sus sospechas eran ciertas antes de acudir a un especialista.
Sienna observó las acciones de su amiga, pero no se atrevió a preguntar. Ella le contaría cuando considerara que era necesario.
Durante el viaje a casa de Callie, el silencio fue incómodo.
Para Sienna, los grandes edificios de la ciudad de Nueva York habían perdido su encanto, como si ella hubiera perdido el deseo de vivir.
El aroma de la gardenia en el auto le hizo bajar la cabeza, pues esa pequeña flor luchaba por sobrevivir en un hábitat que no era el suyo, al igual que ella lo había hecho en otro país.
Si la gardenia era capaz de sobrevivir, Sienna también tenía que hacerlo… Se lo debía a Hassan y a su hijo.
…
Al día siguiente, Sienna tomó el auto de Callie y salió a buscar a su hermana, pues había estado preocupada por su amiga y parecía ansiosa, como si quisiera un poco de espacio a solas. No sabía si estaba en lo correcto, pero esperaba que sí.
Mientras tanto, Callie miró a Sienna marcharse y, en cuanto estuvo sola, corrió al cuarto de baño de su habitación.
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