Capítulo 61:

Abdel asintió.

“Puedo hacer eso por ti, por Sienna y por nieto”, aseguró.

“El avión sale en dos horas”, informó.

Abdel le dio otro abrazo y salió para ordenar que prepararan su maleta.

Mientras tanto, Sienna esperó un par de horas, estaba ansiosa por escuchar a Hassan, él no le había llamado en lo que iba del día.

“¿Qué pasa?”, preguntó Callie entrando con una taza de té a la habitación.

“Hassan no ha llamado, me tiene malacostumbrada a escucharlo por las mañanas”, dijo.

“Quizá tiene trabajo. Espera a que llegue la noche, estoy segura de que llamará”, la consoló Callie.

Sienna, asintió, se llevó la taza de té a los labios, mientras miraba su teléfono con interés, esperando y deseando saber de su marido: sin embargo, las horas fueron pasando, la noche cayó sobre la ciudad y Hassan no se reportó ni una sola vez.

“Toma este té, necesitas relajarte”, dijo Callie al verla tan nerviosa.

“¿Por qué no llama?”, cuestionó Sienna.

“Ya lo hará”, respondió ella sentándose a su lado al tiempo que el móvil sonaba.

Sienna tomó el teléfono y respondió sin siquiera verificar el numero.

“¡Hassan!”, gritó, sin embargo, no fue él quien respondió.

“¿La señora Sienna Rafiq?”, preguntó una voz que ella no conocía.

“Soy yo”, respondió, sintiendo una opresión en el pecho que casi la ahogó.

“Soy el jefe de la policía en la ciudad de Abu Dabi, lamento informarle que el avión del señor Rafiq desapareció del radar de aviación”.

´Desapareció del radar de aviación´…

´Desapareció´

´Desapareció´

El teléfono cayó de sus manos, su cuerpo se balanceó.

El sonido estrepitoso de la taza al romperse llenó la habitación y gruesas lágrimas cayeron sin control de los ojos de Sienna mientras negaba con movimientos de cabeza.

“No”, susurró con voz ahogada, no podía ser Hassan, él no podía irse, el policía debió confundirse.

Sienna buscó su móvil y marcó incansablemente el número de Hassan sin poder evitar que las lágrimas corrieran por sus ojos. La angustia y el dolor barrían por cada célula de su cuerpo hasta convertir su sangre en lava ardiente, haciendo que el aire fuera caliente y no alimentara sus pulmones de oxigeno.

Ella insistió, pero ninguna de sus llamadas fue atendida por Hassan, todas fueron desviadas al buzón, luego de sonar constantemente. Sienna sintió un nudo formarse en la garganta, los nervios se instalaron en la boca de su estómago, tanto, que se obligó a contener las arcadas que le subieron por su garganta.

“Sienna”, llamó Callie, quien había estado callada ante la reacción de Sienna.

“Pon las noticias, necesito saber si es verdad”, murmuró

Callie elevó una ceja

“¿Qué quieres saber?”

“¡Enciende la televisión!”, grito llena de angustia e impotencia.

Callie obedeció, desde que llegaron al país, jamás se habían sentado frente a una pantalla, pero allí estaban ellas, sin entender casi nada de lo que ocurría, pero las imágenes fueron suficientes para Sienna, escuchar el nombre de Hassan y Abdel Rafiq, solo confirmó lo que ya sabia y que se negaba a creer.

“¡No! ¡No! ¡No! ¡No, no, no por favor, Hassan, no!”, gritó con desesperación mientras su cuerpo caía al piso, sosteniendo su cabeza entre sus manos.

Los gritos y sollozos de Sienna hicieron a Callie caer en cuenta de la tragedia que había ocurrido, ella no tenía idea, hasta que las imágenes aparecieron frente a sus ojos.

“Sienna…”

“¡Hassan!”, sollozó Sienna de nuevo, rota de dolor.

“Sienna, tranquilízate. Por favor, trata de calmarte. Piensa en tu bebé”, pidió Callie con llanto en los ojos.

Sin embargo, Sienna no pudo contener las lágrimas, no cuando el dolor que sentía desgarraba su corazón sin piedad alguna. No podía tranquilizarse cuando el fuego del sufrimiento corría por sus venas. Sienna sintió que el aire empezó a faltarle y su vista se nubló.

“Respira, Sienna, ¡Respira por favor, nena!”, pidió Callie al sentir el cuerpo de Sienna desplomarse entre sus brazos.

Callie ayudó a Sienna a levantarse del piso con un poco de dificultad, pero logró llevarla a la cama, donde la dejó y se apresuró a servir otra taza de té para tratar de tranquilizarla. Las manos de la muchacha temblaron e hizo un reguero, pero finalmente, logró servir el liquido caliente y volvió junto a su mejor amiga.

“Bebe”, pidió.

Sienna negó, dudaba mucho que algo fuera a pasarle por la garganta en ese momento.

“Bebe, Sienna, piensa en tu bebé. Debes cuidar de él”, le recordó Callie con voz firme.

´Cuida de nuestro bebé´

Las palabras de Hassan se escucharon claras en su mente y Sienna no puedo evitar llorar de nuevo, se llevó una mano al v!entre y sollozó.

“Voy a cuidarte”, susurró, tomando la taza de las manos de Callie, pero no puedo darle más que dos sorbos.

“Tienes que descansar, Sienna, es muy tarde y no podemos hacer nada. No sabes qué podemos hacer. Mañana llamaré a Farid”, prometió.

Sienna asintió.

“Debo dormir, quizá Hassan venga mañana y se enfadará si me ve con ojeras. Además, él dijo que iba a volver, prometió que siempre volvería a mí”, pronunció sin poder evitar llorar de nuevo.

El corazón de Callie se estrujó dentro de su pecho, aun así, asintió.

“Volverá y tú tienes que estar regia, toda una reina para recibirlo”, dijo, colocándole las sábanas sobre el cuerpo a su mejor amiga.

“Él volverá, lo sé”, susurró, cerrando los ojos.

Esperando que al despertar todo fuera una loca y absurda pesadilla.

Sienna abrió los ojos, los sentía tan pesados.

“Sienna…”, llamó Callie.

Ella parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la claridad que se filtraba por el ventanal.

“¿Callie?”, preguntó ella, ligeramente aturdida.

“¿Qué haces en mi habitación?”, cuestionó.

Callie no supo qué decir.

“Sienna”.

“Disculpa, estoy un poco confundida”, pronunció llevándose las manos a la cabeza, sentía un ligero dolor sobre la frente.

“Sienna”, Callie intentó llamar su atención de nuevo.

“Estoy loca, Callie, tuve una pesadilla. Soñé que el avión de Hassan había desaparecido, que incluso había salido en las noticias”, dijo negando con un movimiento de cabeza que la llevó a mirar hacia su lado izquierdo, donde Assim estaba parado.

“Callie, ¿Dónde está Hassan?”, preguntó, tratando de sentarse en la cama.

No había esperado ver al consejero en su habitación.

“Mi señora”, susurró el consejo mientras los ojos se le llenaron de lágrimas.

“¡Assim!”, exclamó con el labio tembloroso y los ojos inundándose de lágrimas de nuevo.

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