Capítulo 57:

Sienna dio un pequeño brinco, no sabía si Hassan la regañaba o estaba celebrando la noticia, ella estaba tan concentrada en la reacción de su marido, que no se dio cuenta cuando el galeno abandonó la habitación, ni siquiera se dio cuenta del gesto que Hassan le hizo al médico. Quería ese momento de privacidad para el y Sienna.

“¿E-estás molesto?”, preguntó ella con cierta reserva.

“¿Molesto?”, cuestionó con una sonrisa en los labios.

Ella asintió.

“¡Estoy feliz, Sienna!”, exclamó, tomándola de la mano y ayudándola a ponerse de pie.

Sienna sintió que el alivio llegó a su corazón, por un momento había creído que…

“No puedo describirte las emociones que embargan mi corazón. Un hijo…”, dijo tomando el rostro de Sienna.

“Un hijo, tuyo y mío”, añadió con emoción.

Sienna asintió, porque no necesitaba que Hassan le explicara lo que sentía, ella misma estaba sintiendo un cúmulo de emociones que no podía explicar, pero que compartía con su esposo.

“Nuestro hijo”, murmuró Sienna, muriendo porque Hassan la tomara entre sus brazos y la abrazara fuerte contra su pecho, necesitaba escuchar los latidos de su corazón, para tranquilizar el suyo.

Hassan acarició la mejilla de Sienna y como si pudiera adivinar las necesidades de su esposa y madre de su hijo, la atrajo y la pegó a su cuerpo. La abrazo como si no hubiera un mañana para ellos, como si ese día fuera el ultimo día de su vida.

“Te amo”, le murmuró al oído.

Sienna dejó que un par de lágrimas rodaran por sus mejillas. Ella temió que Hassan la regañara, pues le había dicho que no le gustaba verla llorar, sin embargo, cuando se separaron, él también lloraba. Eran lágrimas de emoción, de felicidad.

“Te amo”, susurró ella en respuesta cuando Hassan se alejó.

El tiempo que el galeno le había dado no duraría todo el día y todo lo que Hassan deseaba era tomarla y llevarla a casa, hacerle el amor.

Media hora más tarde, la pareja salió de la clínica privada, Hassan le abrió la puerta del auto y la ayudó a sentarse en el asiento de atrás. Sienna tuvo que morderse el labio, Hassan la trataba como si fuera una pieza de porcelana que podía romperse en cualquier momento.

“¿Estás cómoda?”, preguntó cuando subió a su lado.

“SÍ”.

“¿El aire está bien? ¿Tienes calor? ¿Hambre?”, preguntó y sin darle tiempo a responder continuó.

“Si tienes sueño, puedes recargarte sobre mi”.

Sienna no pudo más y dejó escapar una carcajada que sonó a oídos de Hassan como la más hermosa melodía. Ahora sí podía decir que era completamente feliz, verla dichosa era todo para él.

“¿Te hace gracia que me preocupe por ti?”, pregunto fingiendo indignación.

“No, no es eso, me encanta que te preocupes por mí. Pero de verdad estoy bien, quizá con un poco de hambre”, dijo ella.

Hassan no necesitó nada más, ordenó al chofer que lo llevase directamente a casa, de paso esperaba que la pequeña sorpresa que había mandado preparar para ella estuviera lista.

Entre tanto, en el palacio principal de la Familia Rafiq, Jenna miró a su madre con un poco de molestia.

“No puedo hacer nada por ti, madre”, dijo.

Zaida la miró con enojo.

“Solamente tienes que hablar con tu padre y convencerlo de que desista del divorcio. Seremos el tema predilecto de la sociedad. ¿Cómo puede importarte tan poco?”, preguntó, mientras se movía de un lado al otro en la habitación de Jenna.

“Llegaste muy lejos con tus acciones, madre, no creo que exista la mínima posibilidad de que uno de nosotros convenza a mi padre de volver”, respondió la joven.

Zaida apretó los puños.

“Nadie querrá desposarte, ¿No te importa?”

“No tengo particular interés en casarme por contrato, me gustaría que fuera un acuerdo mutuo entre mi futuro esposo y yo”, respondió.

“Tonterías, el amor no lo es todo”, mencionó.

“No puedo hacer nada por ti, quizá Hassan sea el único que pueda traerlo de regreso, pero dudo mucho que mi hermano tenga algún interés de ayudarte, madre”, pronunció con simpleza.

Jenna se sentía cansada. Zaida la miró y salió de la habitación, necesitaba tratar con Farid el asunto del divorcio, de sus tres hijos era él, el único que nunca le ponía un ´pero´ a sus peticiones, siempre la complacía tanto como podía. En ese momento, Zaida se lamentaba no haberle dado a luz antes que a Hassan, quizá el destino de su familia habría sido distinto, pues desde su perspectiva su familia se había arruinado con la boda de Hassan y la llegada de Sienna Mackenzie…

Sin embargo, Farid, no tenía ninguna intención de volver ese día a Dubái, menos cuando tenía a Callie entre sus brazos.

Farid miró el cuerpo desnudo de Callie enredado entre las sábanas y sus piernas, habían hecho el amor casi hasta el amanecer y al despertar habían repetido la hazaña.

Callie se movió, pegó sus caderas a la entrepierna de Farid y él gruñó de inmediato.

“No te muevas”, le susurró al oído, pero su voz ya estaba ronca.

Callie se estiró apartando el resto de las sábanas de su cuerpo.

“Eres un pecado”, murmuró Farid, bajando su cabeza y enterrando la cara en la curva del cuello de la muchacha.

Callie se acomodó y volvió a dormirse, olvidándose de que tenía que volver a Dubái y hablar con Sienna, pero dudaba que Farid la dejara ir. Aunque, si era sincera consigo misma, quería disfrutar un poco más de todo esto que parecía ser un hermoso sueño. Ella tenía miedo de abrir los ojos y darse cuenta de que su realidad era otra.

Farid tuvo que resistir la tentación de caer de nuevo en el cuerpo de Callie, le dejó un beso sobre su hombro desnudo y salió de la cama, debía asegurarse de que su madre no arruinara su momento y de enviarle un mensaje a Sienna, en nombre de Callie.

Entre tanto, en Dubái, Hassan condujo a Sienna por un largo pasillo, ella no había estado en esa parte del palacio.

“¿A dónde me llevas?”, preguntó.

“Ya lo verás”.

“¿No vas a decírmelo?”, exclamo.

“No”.

“¡Hassan!”

El Emir sonrió y la llevo al final de lo que parecía ser un salón, Sienna frunció el ceño y se giró hacia Hassan para preguntar, pero él la tomó del hombro y la hizo girar al frente de nuevo.

“Confía en mí”, susurró al tiempo que le cubría los ojos con una pañoleta de seda.

El cuerpo de Sienna sufrió un escalofrío, pero siguió avanzando conforme Hassan la guió.

“¿Falta mucho?”, preguntó.

“Llegamos”, respondió él.

“Voy a quitarte la pañoleta, pero no abras los ojos todavía”, pidió.

Sienna asintió. Hassan abrió la puerta y la ayudó a avanzar hasta el centro.

Sienna sintió el aroma inundar sus fosas nasales, el oler de las gardenias era tan exquisito que era imposible no pensar en un ramo cerca de ella.

“Abre los ojos”, le pidió Hassan cerca de su oído, haciéndola temblar.

Sienna abrió los ojos lentamente, parpadeó un par de veces hasta que su vista se aclaró. Su respiración se cortó al ver el lugar lleno de gardenias.

“Hassan…”

“Gardenias”, dijo él estirando la mano, esperando que Sienna la tomara, cosa que ella no dudó en hacer.

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