Capítulo 56:

Entre tanto, Sienna escuchó las palabras del chofer, por un momento estuvo dudando de sus palabras. ¿Cómo era que Callie se marchaba con Farid sin decirle nada? ¿Era verdad o su amiga estaba en peligro?

“Puedes retirarte”, dijo Sienna sentándose en el sillón al tiempo que un mensaje llegaba a su móvil.

Ella frunció el ceño al darse cuenta de que el remitente era precisamente su mejor amiga, Sienna abrió el mensaje.

Mensaje de Callie.

[Volveré mañana y te contaré todo]

¿Eso era todo lo que Callie tenía para decirle?

´Volveré mañana´.

Sienna gruñó cuando sintió un ligero dolor atravesarle el v!entre bajo, había estado así desde hace algunos días, lo había achacado a su periodo, sin embargo, no había señales de que llegaría pronto y los dolores la tomaban por sorpresa.

“¿Sienna?”

Hassan entró al tiempo de verla fruncir el ceño, sabía que no era de enojo, en todo ese tiempo que llevaban juntos, podía distinguir los gestos de su esposa y esa frente arrugada era de dolor.

“Hassan”, pronunció ella apretando los dientes cuando sintió que el dolor iba a partirla en dos.

“¡Sienna!”, gritó el Emir alarmado ante el g$mido que abandonó los labios de su esposa.

“Estoy bien”, susurró.

“A mi no me lo parece, Sienna”, refutó con un tono severo.

“Llamaré al doctor e iremos al hospital”, añadió.

Sienna negó.

“Estoy bien, te lo juro”, insistió y no era una mentira, el doctor no podría solucionar sus achaques premenstruales y si podía hacerlo, seguramente sería con medicamentos y tenía mala experiencia con eso.

“¿Estás segura?”

“Si, ven, te he preparado un baño”, dijo ella arrastrándolo a la habitación.

Hassan no discutió y tampoco insistió, se prometió controlarla en silencio, pues todo lo que tenía que ver con Sienna, así fuera mínimo, le preocupaba. Sienna ayudo a Hassan con la túnica, dejando su pecho desnudo ante sus ojos. Ella se mordió el labio y sintió que sus bragas se humedecían, pero le había prometido un baño, así que, escapó al cuarto de baño para que él viniera tras ella y así evitar caer en la tentación que Hassan representaba, sobre todo, porque temía que la regla le llegara esa noche y como no tenía una alarma, no quería arriesgarse.

“Sienna”, llamó Hassan.

“Entra”, ordenó ella.

El sonrió, apartó el resto de ropa de su cuerpo y obedeció.

“¿No te unirás a mí?”, preguntó él cuando Sienna se agachó a su altura para enjabonarle la espalda.

Ella negó.

Sienna no estaba muy segura que de que pudiera hablar del tema de su menstruación con él, aunque Hassan no la limitaba, debía tener cierto cuidado para no incomodarlo. La idea era que ambos pusieran de su parte y no tratar de salirse con la suya siempre.

Aquel pensamiento le hizo dejar escapar una risa baja y ronca.

“¿Qué es lo que te hace gracia?”, preguntó él.

“Nada, nada. Cierra los ojos y relájate”, pidió ella.

Hassan volvió a obedecer, tenía muchas responsabilidades sobre sus hombros, con la marcha de su padre a Abu Dabi, las responsabilidades y las obligaciones recaían por completo en él, pero entendía que Abdel necesitaba tiempo y espacio. Después de todo, el divorcio no era como el pan, que se daba todos los días y menos en la posición en la que él se encontraba.

El Emir soltó un leve g$mido al sentir las manos de Sienna sobre sus hombros, su esposa le estaba dando un masaje y se sentía como los dioses.

Media hora más tarde, la pareja se metió a la cama, Hassan completamente relajado y Sienna pensando en su mejor amiga y en las locuras que podía estar haciendo.

A la mañana siguiente, el dolor de Sienna desapareció por arte de magia, lo que ella no se esperaba era tener que levantarse de la cama y correr al cuarto de baño.

Las arcadas despertaron a Hassan de manera violenta, tocó el lado de la cama donde debía estar Sienna y al no sentirla, se puso de pie como un rayo y acudió al cuarto de baño.

“Sienna”, llamó.

“No entres, no tienes que ver esto, es asqueroso”, dijo ella con voz ronca y ahogada por el esfuerzo.

“¿Qué pasa, cariño?”, preguntó, arrodillándose a su lado y apartando el mechón de pelo que se le había escapado de la trenza que Sienna usaba para dormirse.

“No lo sé, quizá algo que comí me ha caído mal”, susurró.

Hassan negó.

“Será mejor que vayamos a la clínica, me angustia verte mal”.

“No es nada, pronto pasará”, insistió Sienna.

“No podré concentrarme en el trabajo si no estoy seguro de que estás bien, por favor, compláceme”, pidió.

Sienna asintió, no podía negarse a su petición cuando había sido tan dulce y delicado para pedírselo.

“Me daré un baño y estaré contigo”, dijo al darse cuenta de que había manchado su bata.

Hassan asintió, la ayudó a ponerse de pie y salió del cuarto de baño, dándole la privacidad que Sienna silenciosamente le había pedido.

Una hora más tarde se dirigieron a la clínica, Hassan había llamado a su médico de cabecera para no tener que esperar a ser atendidos, entre más pronto supieran la razón del malestar de Sienna, mucho mejor. El galeno les hizo pasar casi de inmediato, evaluó los signos vitales de Sienna antes de iniciar con algunas preguntas de rutina, respuestas a las que Hassan prestó mucha atención. Razón por la que se vio sorprendido, los malestares no eran recientes.

“Haremos una hematología completa y algunos exámenes adicionales, no quiero adelantarme haciendo conjeturas incorrectas”, dijo el médico.

Sienna y Hassan asintieron y ambos esperaban que no fuera nada malo.

“Los resultados estarán en media hora, pueden esperar o volver”, sugirió el médico.

“Esperaremos”, respondieron al unísono.

El galeno asintió, mientras llamaba a una de las enfermeras para que se hiciera cargo de extraer las muestras de sangre de la joven.

Media hora más tarde y con la tensión a flor de piel, la pareja fue llamada al consultorio del médico, ambos habían estado callados y habían evitado el contacto, cuando todo lo que deseaban eran estar juntos, tan pegados como fuera posible. Algo que no podían hacer en público.

“Bien, tenemos los resultados de la señora Rafiq”, dijo el médico revisando los resultados.

“Afortunadamente todo marcha perfectamente”.

“¿Los vómitos y dolores?”, preguntó Hassan al escucharlo.

“Son síntomas propios del embarazo, señor Rafiq, están ustedes esperando un hijo…”

´Un hijo´

Sienna miró a Hassan, su corazón latía fuerte dentro de su pecho, tan fuerte que tuvo la impresión de que iba a subirle por la garganta y salirse por su boca. En ese momento Sienna no sabía qué sentir, no sabía cómo un hombre como Hassan podía reaccionar ante la noticia.

“¿Embarazada?”, preguntó él como si no hubiese escuchado bien.

“Asi es, las pruebas no mienten, la señora Rafiq tiene cinco semanas, es aún muy pequeño, pero es el motivo de los dolores de la señora”, explicó el médico.

Hassan sintió ahogarse por la emoción, no esperaba que tan pronto fueran a convertirse en padres.

“¡Estás embarazada!”, gritó.

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