Capítulo 54:

Callie frunció el ceño y miró a Farid con seriedad, tanta, que, si fueran dagas, habrían perforado el pecho del hombre.

“¿Te has vuelto loco?”, preguntó Callie, sin mirar al chofer.

“SÍ y tú eres la única responsable”, respondió Farid.

Callie abrió los ojos con sorpresa.

“¿Yo?”

“Vamos a casa”, ordenó Farid al chofer, solo entonces Callie giró el rostro para mirar al hombre frente al volante.

“¿Dónde está mi chofer? ¿Qué hiciste con él?”, preguntó la joven asustada al ver que el hombre no era el mismo que la había traído.

“Lo he despedido en tu nombre y lo he enviado a casa”, respondió Farid con una tranquilidad que enervó el cuerpo de Callie.

“¡No tenías ningún derecho!”, exclamó elevando la voz.

“¿Cómo te atreves?”, cuestionó Callie enojada.

Farid hizo un gesto con la cabeza y el chofer puso el auto en marcha de inmediato.

“Farid”.

“Quiero hablar contigo, eso es todo”, mencionó con una tranquilidad que en realidad no sentía.

Farid era consciente de que estaba cometiendo un nuevo error con Callie, pero si no lo hacía de esta manera, tendría muy difícil hablar con ella por las buenas.

“¿Qué parte de ´yo no quiero hablar contigo ni verte´ no te ha quedado claro?”, cuestionó la joven.

Farid sintió un puñal clavándose en su pecho al escucharla.

“Una última vez, Callie, te lo prometo”, susurró.

Callie lo fulminó con la mirada, se cruzó de brazos y giró el rostro para no verle ni hablarle. Solo esperaba a que Farid la llevara a la residencia donde había estado antes, sería más fácil de escapar, pues conocía cada rincón de la casa, casi en las afueras de la ciudad. Sin embargo, Farid no la llevó a ninguna casa, el auto se desvió de camino al aeropuerto.

El corazón de Callie latió locamente, en un principio había creído que Farid bromeaba con eso de secuestrarla, pero… ¿Lo decía en serio?

“¿A dónde me llevarás?”, preguntó sintiendo por primera vez miedo de Farid.

“No muy lejos de aquí”.

“Sienna y Hassan me buscarán. No podrás evadir las leyes”, dijo Callie, intentando convencer a Farid de su error.

“Estoy seguro de que no lo harán, el chofer tiene instrucciones precisas de lo que tiene y no tiene que decir”, mencionó.

Callie apartó la mirada y se fijó que no habían hecho ninguna parada en el aeropuerto, el auto había seguido su camino hasta llegar a un hangar.

“No quiero ir contigo, Farid”, susurró, esperanzada de convencerlo.

“Te prometo que te dejaré ir una vez que me escuches, Callie, por favor”, pidió.

Ella deseaba gritar, patalear, pero era probable que nada de eso le importara a Farid y de igual manera, terminaría llevándosela con él.

“Ven, Callie, ven conmigo”, pidió estirando su mano y mirándola de una manera que no había creído posible.

Era como si él…

Callie negó, seguramente estaba viendo cosas donde no las había. Farid no era distinto de su madre, debía recordar eso, ante todo.

“Puedo llevarte a la fuerza, pero no es lo que deseo, Callie”, pronunció Farid al ver que ella ignoraba su mano tendida.

“¿Esperas que te agradezca por tu amabilidad?”, cuestionó Callie.

“Por favor”, pidió.

Callie respiró de manera profunda, de todas formas no había ningún lugar al que pudiera huir y pedir ayuda. Era una extranjera en el país y Farid el hijo del Emir, aunque podía contar con la ayuda de Hassan y Sienna. No quería que ellos se preocuparan y menos ahora, que eran tan felices.

“Callie”.

Ella ignoró la mano de Farid, abrió la puerta y bajó del auto, Callie estuvo tentada en echarse a correr, sin embargo, no hizo nada más que esperar que Farid la guiara al avión. Sin embargo, no fue un avión como creyó al principio, sino un helicóptero.

Farid la ayudó a subir antes de subir y sentarse a su lado, el viaje fue ridículamente corto. Callie podía estar segura de que estuvieron poco tiempo en el aire.

“¿A dónde me llevas?”, preguntó.

“Estamos en Sharjah, Callie”, respondió.

Callie asintió y se dejó hacer, ahora estaba un poco más lejos de Sienna, así que no tenía sentido discutir con Farid, dejó que él la llevara a donde quería y terminar con todo de una buena vez.

Sin embargo, Callie no estaba preparada para ser recibida por un grupo de empleadas que inclinaron la cabeza ante su presencia y la trataron con educación y una amabilidad que pocas veces había visto.

“¿Por qué hacen eso?”, preguntó sin poder evitarlo.

“No vengo a menudo por aquí, ellos han asumido que eres mi esposa”, dijo Farid.

Callie g!mió ante las palabras de Farid.

“Tú y yo, no pegamos ni con chicle”, respondió Callie entrando al palacio.

Farid sonrió, el sonrojo en las mejillas de Callie, le dio esperanzas de poder salvar su relación.

Entre tanto, Assim caminó por las calles de la ciudad, miró su reloj un par de veces, estaba llegando con el tiempo justo, casi le había sido imposible escapar de su habitación y acudir a su cita semanal.

Assim entró a la pequeña y humilde casa, no sin antes ver de un lado a otro para asegurarse de que todo estuviera en orden y nadie lo estuviera siguiendo, cuando estuvo seguro de que estaba solo, empujó la puerta y caminó al interior de la vivienda.

“Jenna”, dijo.

La mujer se giró al escuchar su nombre, Jenna se apartó la capa que cubría su cuerpo y su cabeza, también se apartó el hiyab que protegía su rostro para no ser reconocida por la gente en las calles.

“¡Assim!”, gritó, corriendo a los brazos del consejero.

“Te eché de menos”, susurró la joven cuando el hombre la sostuvo entre sus brazos.

“Esto que haces es muy arriesgado”, dijo Assim, sin embargo, no la soltó, él colocó su mentón sobre la cabeza de Jenna y cerró los ojos.

El corazón de Assim latía fuerte dentro de su pecho, Jenna arriesgaba tanto por él y él no había sido capaz de hablar con Abdel para pedir su mano, pero el asunto de Hassan y Nayla lo habían tenido muy ocupado.

“Lo sé, Assim, lo sé”, dijo ella cerrando los ojos.

“Pero no tengo otra manera de verte, no podemos seguir así”.

Assim presionó los dientes y apartó el cuerpo de Jenna del suyo.

“Lo sé, Jenna, por favor, perdóname. No he hecho nada por nuestro amor”, dijo con pesar.

“Mi padre se ha marchado a Abu Dabi, es probable que no regrese a Dubái, ha solicitado el divorcio ante la corte. Dudo mucho que esté en condiciones de darnos su bendición”, respondió ella con tristeza.

“Encontraré una manera de que estemos juntos, Jenna, te lo prometo”, pronunció con vehemencia.

Jenna asintió.

“Quizá pueda viajar a Abu Dabi para hablar con tu padre”.

“Dale unos días más, mi padre no debe estar bien con todo lo que ha sucedido, nunca pensé que estaríamos en esta situación”, comentó.

Assim la haló del brazo y la abrazó.

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